Por Pat Buchanan *
El memo redactado en la comisión de inteligencia presidida por Devin Nunes probablemente no haya echado a pique la investigación de Mueller, pero a juzgar por el sonido de las explosiones secundarias, ese torpedo no tenía la pólvora mojada.
La acusación clave:
Para convencer a un tribunal FISA 1 de que emitiera una orden para espiar al ayudante de Trump Carter Page, el FBI se basó en un legajo preparado por un espía británico hostil a Trump, quien se valió de antiguos contactos en el Kremlin, mientras el equipo de campaña de Hillary Clinton le pagaba para que escarbara asuntos turbios relacionados con Trump. No sólo el equipo de Clinton y la Convención Demócrata le pagaban al espía, Christopher Steele, por revolver la basura, sino que también el FBI lo incluyó en su propia nómina hasta que lo pescaron mintiendo sobre filtraciones a la prensa. En sus pedidos de órdenes de allanamiento, el FBI nunca le dijo al juez del tribunal FISA que su fuente principal era un legajo de 35 pàginas producido por Steele que su propio director, James Comey, había descripto como “escabroso y no comprobado”.
Según el memo de Nunes, existía, en el más alto nivel del FBI, una camarilla dedidida a hacer descarrilar a Trump y lograr que Clinton resultara electa. Al frente de la camarilla estaba Comey, quien pidió exonerar a Hillary Clinton de todo cargo penal por poner en peligro secretos de seguridad nacional, aún antes de que su propia investigación en el FBI hubiese concluido. Junto a Comey se encontraba el director adjunto Andrew McCabe, a cuya esposa, candidata a una banca senatorial en el estado de Virginia, le llovieron del cielo 467.000 dólares aportados por el millonario de Clinton, Terry McAuliffe.
La semana pasada, McCabe fue apartado del FBI. Parece que a fines de septiembre de 2016, la oficina de Nueva York le había avisado que tenían una montaña de mensajes de correo electrónico entre Anthony Weiner 2 y su esposa, la asistente de Clinton Huma Abedin, que potencialmente contenían secretos de seguridad. Comey se tomó hasta fines de octubre para informar al Congreso lo que McCabe había sabido un mes antes.
Otros conjurados del FBI fueron Peter Strzok, jefe de investtigaciòn tanto del escándalo de Clinton con el servidor de correo electrónico como del Russiagate, y su novia en el FBI, Lisa Page. Ambos fueron apartados de la investigación Mueller cuando su conducta y su parcialidad en contra de Trump quedaron a la vista a mediados del año pasado.
Completando el elenco de los cinco adelantados estaba Bruce Ohr, subprocurador general adjunto a las órdenes de Loretta Lynch. En 2016, la esposa de Ohr trabajaba para Fusion GPS, el brazo de la campaña de Clinton dedicado a investigar a sus rivales, y Bruce estaba en estrecho contacto con Steele.
Todo esto virtualmente ya se había terminado antes de que Robert Mueller fuera nombrado como fiscal especial. Pero las raíces envenenadas de la investigación sobre el Russiagate, y la franca hostilidad de los investigadores hacia Trump deben arrojar una sombra de sospecha sobre cualquier cargo que Mueller pueda levantar.
Y ahora hay otra cabeza a punto de rodar, la del subprocurador general Rod Rosenstein.
Mueller ya ha desistido de demostrar la posible colusión de Trump con el Kremlin para concentrarse en los cargos por obstrucción de justicia, y allí Ronsenstein entra en la mira. Porque en el centro de cualquier escenario de obstrucción se encuentra el despido de James Comey por parte de Trump, y la manera como se ufanó de la decisión. Y Rosenstein no sólo discutió con Trump el despido de Comey, sino que acudió al juez para presentar el documento que justificaba lo que el presidente había decidio hacer. ¿Cómo puede Rosenstein supervisar la investigación de Mueller sobre el despido de James Comey cuando él mismo fue testigo y participante del despido de James Comey?
Viene a la memoria la pregunta del poeta romano Juvenal: Quid custodiet ipsos custodes? ¿Quién vigila al vigilante?
Pensemos un poco sobre la situación en la que nos encontramos. Mueller investiga la supuesta colusión de Trump con Rusia, y la Casa Blanca está llena de abogados. La comisión de inteligencia de la cámara baja investiga la colusión Clinton-FBI para derrotar a Trump y truncar su presidencia. El inspector general del FBI Michael Horowitz investiga si hubo un arreglo para permitirle a Hillary zafar de la investigación sobre su servidor de correos.
Comey ha sido despedido, su adjunto McCabe apartado del cargo, su investigador jefe Strzok echado por Mueller junto a su querida Page por su comportamiento fanáticamente anti-Trump. Bruce Ohr ha sido degradado por su sociedad con Steele, que fue descubierto cuando mentía al FBI y despedido, y por el papel de su esposa en Fusion GPS, empresa pagada por la campaña de Clinton para juntar basura sobre Trump.
Si los norteamericanos pierden la confianza en el FBI, ¿quién tiene la culpa? ¿Acaso no está probado que una camarilla arrogante y desenfrenada en la cumbre del FBI –Comey, McCabe, Strzok, entre los principales– había decidido que la República debía ser salvada de Trump y que, si Hillary perdía, ellos iban a intervenir para abortar la presidencia de Trump en su mismo nacimiento?
Para el establishment, los más altos intereses del pueblo norteamericano casi siempre coinciden con lo suyos propios.
* Ex asesor de los presidentes Richard Nixon, Gerald Ford y Ronald Reagan, aspirante a la presidencia de los Estados Unidos en 1992 y 1996. Su último libro es Nixon’s White House wars: The battles that made and broke a president and divided America forever.
© Patrick J. Buchanan.
Versión castellana y notas © Gaucho Malo.
- Tribunal encargado de emitir órdenes de vigilancia para detectar acciones de inteligencia de terceros países en los Estados Unidos. Se lo llama así por las iniciales en inglés de la ley que lo estableció: Foreign Intelligence Surveillance Act. [↩]
- Ex legislador demócrata envuelto en diversos escándalos sexuales, uno de los cuales condujo al secuestro de una computadora en la que se encontraron mensajes relacionados con la cuestión de Hillary y sus correos electrónicos. [↩]