«Leer varios periódicos es la única manera de saber lo poco serias que suelen ser las informaciones, condicionadas como están por la ideología, las fobias y los prejuicios de los propietarios de los medios y de los periodistas y corresponsales. Todo el mundo reconoce la importancia central que tiene la prensa en una sociedad democrática, pero probablemente muy poca gente advierta que la objetividad informativa sólo existe en contadas ocasiones y que la mayor parte de las veces la información está lastrada de subjetivismo, pues las convicciones políticas, religiosas, culturales, étnicas, etcétera, de los informadores suelen deformar sutilmente los hechos que describen hasta sumir al lector en una gran confusión, hasta el extremo de que a veces parecería que noticiarios y periódicos han pasado a ser, también, como las novelas y los cuentos, expresiones de la ficción. (…) Nunca hemos tenido tantos medios de información a nuestro alcance, pero, paradójicamente, dudo que hayamos estado antes tan aturdidos y desorientados como lo estamos ahora sobre lo que debería hacerse, en nombre de la justicia, de la libertad, de los derechos humanos, en buena parte de las crisis y conflictos que aquejan a la humanidad.» –Mario Vargas Llosa, en La Nación, 17 de abril de 2017
Vargas Llosa es brillante, luminoso.
Creo que en todo periodista alienta desde el fondo su arquetipo, el correveidile de la aldea; de la aldea y entre aldeas. Una función que hay que reconocer – más allá de que nos simpatice o no, algo totalmente irrelevante – como estrictamente necesaria para mantener unido al tejido social en todas sus escalas: la aldea, el barrio, la ciudad, el Estado Territorial, el espacio internacional…
Pero, más allá del correveidile, el periodismo se ha ramificado en especialidades (decenas) y, en su nivel más alto, se ha desarrollado como periodismo de opinión.
El periodista de opinión tiene que tener una formación muy grande y no especializada, que no excluye, lógicamente, una o más de una especialización; es un generalista y es absolutamente imprescindible para las escalas actuales. Debe ser equivalente a lo que es en medicina el médico generalista. Tal es el caso, creo, de su sitio, Santiago.
Obviamente, cualquiera no puede ser generalista, porque un generalista no puede ser sectario. La actitud democrática es, antes que una ideología, una actitud, y una actitud no sectaria. Históricamente continúa siendo una novedad que se abre camino trabajosamente. Mucho más trabajosamente de lo que un Francis Fukujama suponía en 1990.
Pero ahí salta la liebre: porque, dejando de lado los mal intencionados que trabajan a destajo para un grupo o secta determinada (aquí los tenemos en cantidad), para la gente bien intencionada pero sectaria o cerrada sobre una posición, por el común y universal fenómeno mental de la proyección (proyectar en otro lo que uno es), un mecanismo de defensa que funciona sin ningún esfuerzo, la actitud de Vargas Llosa (la suya, que también es la mía) es percibida también como sectaria, la de una secta entre otras y una secta particularmente hostil a “su” secta…
La mentalidad del sectario es conspirativa y le hace percibir sectas por todas partes y detrás de cada individuo.
Bueno, no es así, es un movimiento universal libertario, más bien abierto, asimilador, con muchas ramificaciones, etc., etc…. Pero, mientras el sectario siga siendo sectario, no le va a faltar “razón” para pensar (sentir, palpar, oler…) que Vargas Llosa y otros de su catadura atentan contra la manera “natural” de pensar del Pueblo y un montón de cosas más como las que están expuestas en la siniestra y funesta situación actual de Venezuela, para poner el caso privilegiado por el momento.
Y sí, poniéndonos en su lugar, razón no les falta ¿no?
Es más fácil ser sectario.