Un pato sin piernas

Los miles de palabras que derrochan los voceros gubernamentales y la corporación de medios oficialistas se evaporan en el aire como llovizna de verano ante la elocuencia de las imágenes: la avenida 9 de Julio colmada de manifestantes el 8 de noviembre y la misma avenida desierta por el paro el 20 de noviembre. Fueron dos mensajes distintos en forma y contenido, pero contundentes e implacables en su rechazo al gobierno, que éste no podrá ignorar más allá de su reacción inicial, negadora, desdeñosa, insultante. No podrá ignorar, por lo pronto, que de su cacareado 54 por ciento hoy quedan apenas jirones; que muy amplios y muy diversos sectores sociales no acompañan su gestión; no podrá ignorar que si los trabajadores y las clases medias le han dado la espalda, sólo le quedan apoyos en los grupos clientelares, receptores de planes sociales, o de subsidios, o de prebendas, cuya lealtad se agota cuando se agota la caja. Y el principal problema al que se enfrenta Cristina Fernández es que ya se le agotó la caja, ya no hay fondos para manotear, ya no hay cómo comprar voluntades. Llegó por fin la hora de la verdad, y la hora de la verdad pone en evidencia lo que este sitio ha venido diciendo una y otra vez desde su nacimiento en el 2008: el kirchnerismo no es más que humo y fantasmagorías, ilusionismo de feria que se lleva el viento. También pone en evidencia lo que este sitio viene diciendo desde la muerte de Néstor Kirchner: Cristina es mucho más cerrada, más ideológica y menos pragmática; sabe mucho menos de lo que cree saber; está sola, afectiva, política, y también funcionalmente: carece de colaboradores competentes y capaces de dotar al gobierno de una mínima dosis de realismo. Su vehemente reacción luego de las masivas protestas contra su gobierno trajo a la memoria la figura de Isabel Perón, que en su momento de mayor fragilidad se autodefinía como “la mujer del látigo”. Con una diferencia: Isabel escuchaba sólo a José López Rega, pero tenía a su alrededor voces sensatas y solventes como las de Ítalo Luder o Ángel Federico Robledo a las que prefirió desoir. Cristina escucha sólo a Carlos Zannini, y no tiene alternativas (aunque difícilmente las aceptaría si las tuviera: lo que en Isabel era recelosa desconfianza, en Cristina es arrogante suficiencia). Al gobierno lo envuelve un clima de desconcierto y pesadumbre, que el ministro Julio de Vido quiso cambiar reflotando el tema de la reforma constitucional y la re-reelección, con lo que puso en evidencia la incapacidad del gobierno para dar una respuesta política a las protestas políticas de noviembre. La situación es tremendamente difícil para una presidente que tiene todavía tres años de mandato por delante, y es angustiante para el país, que debe recorrer tres años –una eternidad– bajo un gobierno manifiestamente incompetente para enfrentar los problemas que él mismo generó (energía, seguridad, inflación), sin dinero, sin apoyos sociales, políticos ni sindicales, y sin un partido político que lo respalde. Esto ni siquiera llega a pato rengo: esto es un pato sin piernas. La muleta del 7D, con la que algunos kirchneristas sueñan, ya no le sirve para nada.

–S.G.

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