Noticias sin intermediarios

En su diálogo por videoconferencia, Cristina Fernández y Vladimir Putin escribieron un nuevo capítulo para el recuento de similitudes entre la Argentina y Rusia: en ninguna de las dos naciones, dominadas por una mentalidad autoritaria, se soporta la idea de una prensa independiente. Aunque Fernández y Putin encabezan gobiernos particularmente hostiles hacia la prensa, ninguno de los dos representa una excepción en sus respectivos países. No vamos a perder el tiempo hablando de la Rusia soviética ni de las dictaduras militares argentinas, pero sí podemos recordar que Raúl Alfonsín tuvo problemas con la prensa (denunció un complot en el que involucró, y por el que apresó, a varios periodistas, uno de los cuales se suicidó posteriormente) y Carlos Menem tuvo problemas con la prensa (insignificantes en comparación con su predecesor y sus sucesores). En la conversación con Putin, Fernández dejó bien en claro su preferencia por un modelo de “noticias sin intermediarios”, lo que en castellano significa “noticias sin periodistas”, idea que remite al deseo de “un mundo sin periodistas” que el kirchnerista Horacio Verbitsky atribuía a Menem. En su diálogo por videoconferencia con Putin, la presidente argentina dijo “No queremos que [los medios independientes] nos tutelen las ideas, los pensamientos”. El ex jefe de la KGB estuvo de acuerdo, y dijo que los medios “se han convertido en un arma temible porque permiten manipular la conciencia social”. Ambos líderes dieron a entender que los medios estatales, al menos los de sus respectivas naciones, jamás cometerían esas fechorías. Fieles a tales convicciones, los Kirchner y Putin hacen algunas cosas parecidas para librar a sus pueblos de la amenaza de una prensa independiente: acosan a los dueños hasta obligarlos a vender a los amigos del gobierno, para crear así una constelación de medios estatales y paraestatales financiados directa o indirectamente por el estado y dedicados a difundir propaganda oficial, en modo alguno orientados a tutelar ideas ni a manipular conciencias. La señal de televisión rusa RT, que a partir del acuerdo entre Fernández y Putin comenzará a verse en la Argentina, es parte de la constelación rusa, tanto como CN23 o C5N son parte de la constelación local. Hay una diferencia importante, sin embargo, en el trato que Rusia y la Argentina dispensan al periodismo independiente. Tal vez por una deformación profesional heredada de sus anteriores ocupaciones, Putin ha entendido quizás demasiado literalmente la idea de “un mundo sin periodistas”, y los que realmente le molestan mueren asesinados (casi treinta desde el año 2000). En la Argentina, las agresiones se limitan a los acosos legales (Grupo Clarín desmembrado bajo la ley de medios, periodista santiagueño acusado bajo la ley antiterrorista), los acosos impositivos (innumerables como para mencionarlos a todos) y la ocasional paliza de advertencia disfrazada de intento de robo (corriente en el interior del país). –S.G.

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3 opiniones en “Noticias sin intermediarios”

  1. Cristina Fernández no sabe con quienes se mete. Cada vez que mira a alguien se busca a sí misma. Está tan resentida por la falta absoluta de reconocimiento internacional a su Modelo, que se arrincona (y nos arrincona) en los ámbitos más oscuros de la política. Putin y el presidente chino son tipos muy vivos que deben soplarle al oído algo que ella quiere escuchar.. Aún así, seguro que escucha mal, pero está tan desesperada de reconocimiento (y de dólares) que se va del brazo con cualquiera. Podemos estar seguros de que, a diferencia de muchos presidentes “exitosos” que, al dejar el gobierno son invitados (suculentos pagos de por medio) a disertar sobre su experiencia, a nuestra reina, no la va a llamar nadie. ¿Para qué?
    Recuerdo las reacciones de Alfonsín ante lo que sentía, creo, como una desconsideración por parte de la prensa; pero no puedo recordar el caso de los periodistas apresados, ni el del suicidio.
    Debe haberse hablado poco del asunto; pero no es menor.
    ¿Quién fue, y porqué se suicidó?

    1. En octubre de 1985 el gobierno de Raúl Alfonsín denunció un presunto “complot golpista” del que alegadamente participaban civiles, militares y periodistas. Se ordenó la detención de doce personas, seis militares y seis civiles, entre ellos los periodistas Horacio Rodríguez (“Daniel Lupa”), columnista de La Prensa, y Jorge Vago, director de un semanario de rumores políticos llamado Prensa Confidencial, y el analista Rosendo Fraga. Había además una lista de otras treinta personas cuyo apresamiento se proyectaba, en la que figuraban entre otros los periodistas Jesús Iglesias Rouco y Carlos Manuel Acuña. Horacio Tato, que por entonces era director de la agencia DyN, quedó enredado en el episodio al haber ayudado a difundir la versión del golpe, lo que afectó su orgullo profesional (era un respetado periodista que también había encabezado la agencia Noticias Argentinas) y lo sumió en una depresión que lo llevó al suicidio. Nunca se comprobó la existencia de esa conjura.
      Su pregunta me permitió aclarar la situación de Tato. Advierto que, tal como está escrita, la nota sugiere que se encontraba entre los apresados. No fue así.

      1. Gracias por la información.
        Es lamentable. Recuerdo el nombre de todos ellos.
        Incluso, ahora, el de Tato.
        Pero no había registrado el episodio.
        Sospecho que deben conocerlo pocos.

        El régimen actual, como todo fascismo, está apelando a la violencia. Nos está violentando a todos, grupos e individuos, de una manera u otra. Y la violencia, llama a la violencia.
        Pero, en principio, hay que resistir.
        Ahora le toca ser estrella del régimen a Tristán Bauer, mandamás de los medios, envuelto en el prestigio, hasta hace unos años, de haber contribuido con unos cortometrajes convencionales sobre personalidades de la cultura (Borges, Cotázar, Berni…), mirados desde la óptica de esa consciencia colectiva (y colectivista) que eleva a los creadores a la categoría de fetiches. Iconos venerables. Pura superficie.
        Se le está cayendo el disfraz…
        Gracias nuevamente.

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