«La única manera de acabar con los fanáticos de cualquier naturaleza es que los propios fieles de la religión que ellos invocan cesen de mirar para otro lado, dejen de permitirles mimetizarse en sus poblaciones y de prestarles cualquier tipo de ayuda, aunque sea la pasiva de meramente esconderlos. Eso no puede hacerse desde fuera de su propia fe. Se trata de una tarea que les corresponde a ellos, imposible para nosotros, que no pertenecemos a su comunidad. No sería solamente un acto de justicia para con terceros de otras religiones, sino también en defensa propia: la extorsión del terrorismo amenaza a los mismos musulmanes, a muchos de ellos también los mata, atentando en una mezquita, por ejemplo, y procura aplicar una letal extorsión al interior de su fe, para reforzar el temor a expresar opiniones adversas a la violencia. Todos los días se matan entre sunnitas y chiitas. Lamentablemente, cualquiera puede comprobar que, cuando ocurren crímenes como estos, ni nuestros gobiernos ni nuestros medios de comunicación, prácticamente sin excepciones, no llaman, no interrogan a los líderes religiosos y sociales del islam a propósito de los atentados que se perpetran invocando a esa fe. Como acaba de hacerse en Holanda, debe señalárseles que están en falta con la sociedad en la que viven. Su función es esencial, porque se trata de un sistema de creencias que respeta muchísimo a sus clérigos, y estos deberían dar testimonio ante sus fieles, pero también ante la sociedad argentina, a la que pertenecen y con la que estamos todos obligados, dejando muy en claro que esta invocación del islam para cometer crímenes abominables va en contra del Corán y debe ser condenada, públicamente, una y otra vez, a toda voz, por los clérigos y por los fieles que profesan esa religión. Ojalá que lo hagan, porque no hay otro camino.» –Andrés Cisneros, ex vicecanciller de la Argentina, en Infobae, 19 de agosto de 2017