Liderazgo

La irrupción pandémica del virus corona le brindó al presidente la oportunidad deseada para afirmar su propio liderazgo, oportunidad que no le ofrecieron hasta ahora ni los temas forzados, como el de la deuda, ni los temas buscados, como la reforma judicial o la ideología de género. La cuestión económica es compleja, requiere de especialistas, y lo más importante discurre por carriles reservados: no se presta, al menos en esta instancia, para esa clase de exhibiciones. La reforma judicial resulta abstracta para la mayoría de la gente, y la cuestión del aborto y del género, más allá de lo que pretenden los progresistas, no une sino que divide, y en esa división genera menos adhesiones que rechazos. Pero la cuestión de la peste galvaniza la atención pública, acicatea el miedo y hace que todo el mundo vuelva la mirada hacia las autoridades del Estado, que es el único actor social en condiciones de organizar una respuesta. El ministro del ramo no estuvo a la altura de esa expectativa y lució más bien como un charlatán y un inepto, cualesquiera sean sus capacidades y cualidades profesionales. Con la evolución de la peste en el mundo como telón de fondo y ejemplo de aciertos y errores, el presidente se dio cuenta de que los desaciertos ministeriales le abrían un frente peligroso, y decidió ponerle el cuerpo a la crisis y asumir personalmente ante la nación la conducción de la respuesta estatal. El jueves dirigió un mensaje al país cuyo tono y contenido, aunque orientados en la buena dirección, parecieron sin embargo demasiado edulcorados y cautelosos. El domingo, luego de reunirse con asesores, gobernadores y especialistas, el presidente Alberto Fernández volvió a hablar a la nación, esta vez para exponer las medidas enérgicas que el país esperaba, y con el tono justo como para transmitir a la vez autoridad y serenidad. El presidente tomó las decisiones necesarias y las transmitió correctamente. Toda crisis ofrece una oportunidad, y Fernández parece dispuesto a aprovechar la que se le presenta para la construcción de un liderazgo personal. Empezó con buen paso, y su compañera de fórmula y fuente de poder político optó por no convertirse en foco de distracción ni en obstáculo: desmintiendo a la prensa opositora, se marchó silenciosamente a Cuba a visitar a su hija convaleciente. –S.G.

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