Libertad de prensa

La mano que mece la pluma

La rescisión del contrato de un conocido periodista por una radio que cambió de dueño, junto a cierta renovación de figuras en el área de la Secretaría de Medios del gobierno argentino, suscitaron una andanada de comentarios, artículos y reportajes encaminados a advertir al desprevenido lector, oyente o televidente, acerca de las amenazas que se ciernen sobre la libertad de prensa. Pero ninguno de esos gritos de alarma estuvo acompañado de una referencia elemental respecto de qué significa esa libertad –derivada de un derecho humano fundamental como es el de la libertad de expresión– en las complejas sociedades de este tiempo. Qué significa en los hechos, en la vida real, y no en la teoría social o jurídica. Esa laguna no debe sorprender. Son los propios periodistas, y también las empresas periodísticas, los que se encargan de proyectar sobre el público una imagen falsa acerca de la tarea que ejercen, una fantasía de independencia y objetividad que nada tiene que ver con el quehacer diario de unos y otros.

Digámoslo de una vez: la independencia periodística no existe. Las empresas periodísticas dependen de sus avisadores, entre los cuales se encuentra el estado, y los periodistas dependen de las empresas periodísticas, que les pagan el sueldo. Esto es así, y puede discutirse si es malo o es bueno. Lo que sí es malo, más allá de toda discusión, es engañar a la gente difundiendo la idea de que existe un periodismo independiente, parado en un lugar neutral desde donde hace su trabajo de selección y presentación de informaciones, de análisis y comentarios, libre de toda influencia ajena al puro y simple ejercicio de la profesión.

En verdad, el mito de la libertad de prensa es uno de los tantos que sostienen a las sociedades occidentales. Queremos creer que gozamos de una prensa libre cuando no la hay. Queremos creer que vivimos en sistemas democráticos cuando no lo son. Queremos creer que obramos en una economía de mercado cuando no es así (lo cual ha quedado ahora a la vista). Queremos creer que hay división de poderes cuando más bien hay colusión de poderes. Queremos creer que la justicia es ecuánime, que la comida industrializada alimenta, y que los sistemas de salud curan. Queremos creer porque necesitamos creer en algo, y porque descreer agobia.

Hay gente que cree en tal o cual diario, en tal o cual periodista, simplemente porque en ellos encuentra reflejadas sus propias opiniones. Y entonces vuelve a ellos cada día, o cada semana, para procurarse una satisfacción autista que por supuesto anula el espíritu crítico y la cautela que cualquier ciudadano debiera tener ante la información que le proveen los medios.

Que los periodistas dependen de los medios para los que trabajan, en relación de dependencia o por contrato, lo demuestra el caso del propio Nelson Castro. La empresa que adquirió radio Del Plata, de simpatías kirchneristas, entendió que el trabajo de este periodista no coincidía con la línea editorial que pensaba imprimir a la emisora, le rescindió el contrato, y lo indemnizó. Estas cosas son habituales en los medios, y nadie se rasga las vestiduras ni invoca lesiones a la libertad de prensa. Los dueños de los medios establecen la orientación que quieren darles, sus periodistas, editores y comentaristas son los encargados de plasmar esa orientación en un producto. Cuando hay desentendimientos, el periodista se va (o lo echan) y santas pascuas.

En el caso de Castro, se dice que lo que produjo el encontronazo fue o bien el espacio que el periodista dedicó a informar sobre presuntos negociados de la empresa Electroingeniería, que compró la radio, en la provincia de Santa Cruz, o sus comentarios (Castro es médico) acerca del estado de salud de la presidente. Uno puede preguntarse legítimamente qué habría ocurrido con Castro en TN si en el programa que conduce por ese canal del grupo Clarín hubiese dedicado similar espacio a comentar la manera de hacer negocios del señor Héctor Magneto o el estado de salud de la señora Ernestina Laura Herrera de Noble. Hacia fines de 2008 Francisco de Narváez apareció en prácticamente todos los programas periodísticos del canal América 24, todos conducidos por periodistas que se autodefinen como independientes. ¿Ese súbito y simultáneo interés por la figura de De Narváez habrá tenido que ver con el hecho de que es uno de los principales accionistas de esa señal?

Reitero, aquí no se trata de acusar a Electroingeniería o a Clarín o a América 24 por las razones que fueran, sino de mostrar que los periodistas no son independientes de los medios para los que trabajan. Como tampoco los medios lo son respecto de sus anunciantes: los que más duramente tratan a los gobiernos se ponen guantes de terciopelo para hablar de las empresas. Cuando Israel comprendió que había perdido la batalla mediática en relación con las atrocidades cometidas en la franja de Gaza, rápidamente buscó pasar a la ofensiva invocando el socorrido fantasma del antisemitismo. Crítica encontró un cura lefebvrista negador del holocausto judío y La Nación dedicó amplio espacio a fustigar al agitador D’Elía y la antidiscriminadora Lubertino. Como frutillas de la torta, La Nación consagró un extenso editorial al acuciante tema del antisemitismo, y Crítica dedicó una colorida tapa al papa Benedicto XVI cuando el rabinato de Jerusalén (?) decidió romper relaciones con el Vaticano. ¿Periodismo independiente, o una delicada atención para con los socios capitalistas o los generosos avisadores de los Altos?

Respecto del actual gobierno argentino, sus culpas más graves respecto de la prensa tienen que ver con el manejo discrecional de la publicidad estatal, y con la manipulación sistemática de las estadísticas oficiales, que entorpece la actividad económica, y afecta otro derecho humano fundamental como es el derecho a la información.

Nadie crea, por otra parte, que estas cosas son privativas de la Argentina. Para citar ejemplos que todos pueden comprobar desde aquí: CNN Internacional refleja puntualmente las opiniones del establishment norteamericano, tanto como CNN en Español refleja las de su similar mexicano. ¿Alguien vio una noticia positiva sobre América del sur en CNN en Español?

La necesidad de una prensa independiente, y de su defensa, nació con las sociedades democráticas, cuando la principal amenaza para el individuo era el absolutismo del estado. Hoy las amenazas al individuo provienen tanto del estado cuanto de las corporaciones privadas, y la prensa depende económicamente de esas corporaciones o es parte de ellas. Cuando los periodistas o las empresas periodísticas agitan la idea de un periodismo independiente lo hacen simplemente por una cuestión de comercialización. Quieren asimilar su producto en la mente del público a un valor social, tal como las empresas de medicina prepaga lo hacen respecto de la salud.

Pero a diferencia de lo que ocurre con el sistema democrático, donde el pueblo no delibera ni gobierna sino a través de sus representantes, nada dice que el pueblo no pueda informar e informarse sino a través de esos intermediarios, los periodistas. Los fundadores de las sociedades occidentales no previeron las avenidas y plazas abiertos por las nuevas tecnologías. La cuestión de la libertad de expresión (superior y abarcadora de la libertad de prensa) no pasa hoy por la presencia o no de tal o cual periodista en tales o cuales medios masivos, sino por este lugar, la red Internet, donde usted está leyendo esta nota y donde puede encontrar millones de otras notas, y millones de comentarios a esas notas, que las desmenuzan, las critican, las objetan. En este lugar, y no en los espacios radiales o televisivos, se libra la batalla por la libre expresión y circulación de las informaciones y las ideas. Gracias a este lugar Barack Obama pudo consolidar los apoyos que lo llevarían a la presidencia, gracias a este lugar Israel no pudo tergiversar los crímenes cometidos contra el pueblo palestino.

Hace cuatro décadas Herbert Marcuse observaba que por primera vez en la historia el hombre gozaba de tiempo libre, y que ese escándalo no auguraba nada bueno. Tenemos a la vista la confirmación de sus temores. Hoy vemos que por primera vez el hombre común puede expresarse y comunicarse libremente a lo largo y lo ancho del planeta, y éste es otro escándalo.

–Santiago González

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1 opinión en “Libertad de prensa”

  1. Muy buena nota.

    Se tendría que hacer llegar Internet a todos los argentinos y complementarlo con una educación al respecto en las escuelas. Debería haber una materia o parte de una que trate el tema de la información, cómo entenderla, saber de dónde y quién proviene, de la subjetividad de la misma como bien resaltás en la nota. Cada estudiante debería terminar el secundario teniendo una postura crítica y diversificada. Debería saber filtrar la información porque, a pesar de las libertades de Internet, es tanta la información disponible que sólo los que tienen esta capacidad pueden evitar la falsa información.

    Aunque también ayudan los foros de discusión, en donde los internautas se encuentran con gente con la que tiene al menos un punto en común (el mismo sitio de Internet o los temas que ahí se traten) y entonces el análisis y las discusiones sobre distintos temas se vuelven comunitarios. Creo que todo esto es bastante positivo y todavía los gobiernos y las empresas no entienden bien estos procesos. Basta ver el mercado de las discográficas.

    Saludos

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