“Poniendo atención a la pasada campaña electoral, hemos escuchado propuestas vagas, repetidas en su versión más simplificada, nunca debatidas y mucho menos sometidas a comparación de un modo crítico, con datos y referencias valederas. Se trata de ‘no ideas’, frases recurrentes (y a veces ocurrentes) decoradas con imágenes de contenido emocional, pero que paradójicamente ya no emocionan. (…) Las ‘no ideas’ tienen el atractivo de la ambigüedad y la versatilidad, tienen la posibilidad de la reinterpretación y además garantizan a los publicistas un marco de actuación muy generoso para sus spots. Desde la lógica del espectáculo y el entretenimiento son mucho más valiosas que los pesados programas ilegibles que antaño las formaciones políticas suscribían y de algún modo constituían una referencia cívica. (…) Hay quienes pueden ver en ello una oportunidad. Aprovechar el atajo del vacío que las ‘no ideas’ generan para acceder al poder público sin obligaciones que atender, si por tales nos referimos a demandas políticas estructuradas.” –Fabio Quetglas, en Clarín, 5-11-13.