Un gobierno contra el pueblo

En vísperas del siete de diciembre, fecha a la que él mismo cargó de significaciones apocalípticas, el gobierno se desprendió de cualquier pretensión de formalidad democrática y, sin embozo alguno, desencadenó en los frentes decisivos la batalla final: la batalla contra nosotros, los ciudadanos argentinos. El “vamos por todo” de la consigna presidencial es en realidad un “vamos por todos”, y más nos valdría darnos cuenta del significado de esa frase antes de que sea demasiado tarde. Que nadie se engañe o ilusione creyendo que el gobierno está peleando con Clarín o con algunos jueces que no le responden como quisiera. No. El gobierno viene por nosotros, por nuestras libertades, por nuestros derechos, por ese espacio de autonomía que el sistema republicano protege y respeta. El kirchnerismo embiste contra el grupo Clarín porque le parece que es el representante más poderoso de los medios de prensa, y cree que si derriba a ese grupo todos los demás se plegarán con mayor o menor docilidad a sus designios, porque no tendrán la fuerza o la presencia de ánimo para oponerse a sus maniobras con el papel, el cable o el espectro radioeléctrico. El kirchnerismo embiste contra la justicia porque, gracias a la imprudencia electoral de los argentinos, al Poder Legislativo lo tiene en un puño, pero en el Poder Judicial todavía hay magistrados que no parecen dispuestos a agachar la cabeza. El hecho de que algún juez le diga que no puede hacer tal cosa o tal otra simplemente porque la ley se lo impide, le resulta tan insoportable al autoritarismo kirchnerista como el hecho de que algunos medios muestren la realidad desde un perfil diferente al que exhibe el relato oficial. Para el kircherismo la ley o la prensa son estorbos que le impiden hacer y decir a su antojo. Pero el imperio de la ley y la libertad de expresión son los recursos últimos que tiene el ciudadano de a pie, el débil, el desprotegido, para hacer valer sus derechos: por su propia indefensión, el suyo será siempre un reclamo de justicia, y ese reclamo sólo será eficaz si puede pronunciarlo en voz alta. No es el grupo Clarín y sus tortuosas prácticas empresarias y periodísticas lo que está en juego en estas terribles jornadas, ni la suerte de un grupo de jueces a los que todavía les falta demostrar que son capaces de devolver a la sociedad lo que ésta les ha conferido en privilegios. Lo que está en juego es el núcleo más elemental de las libertades ciudadanas, y lo que los medios y la justicia representan para esas libertades. Los medios de comunicación independientes y una parte no menor de la justicia, con sus virtudes y defectos, son las últimas trincheras donde se defienden nuestros derechos. Si esos frentes de resistencia caen, perderemos lo que queda de nuestra degradada condición de ciudadanos para convertirnos en súbditos, vasallos, esclavos. Se dirá que éste es el resultado inevitable de cualquier proyecto de ingeniería social como el que ha propuesto el oficialismo, pero el caso de los Kirchner es todavía peor: la ingeniería social no ha sido más que una coartada, una fachada, un telón; por detrás no hay otra cosa que saqueo de los dineros públicos y malversación del patrimonio nacional.

–S.G.

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9 opiniones en “Un gobierno contra el pueblo”

    1. La frase es cierta… hasta cierto punto: La democracia le pone fecha de vencimiento a cualquier pretensión totalitaria. Gracias, Vanina, por comentar esta nota.

    2. Aunque algo optimista, su respuesta es tan acertada como su nota. No lo pude ver desde ese ángulo, hay muchas cosas para las cuales carezco de objetividad dado que considero que vivo en una sociedad azarosa donde somos artífices de la improvisación constante. Hay que resolverse y actuar acorde a la sorpresa y esto nos lleva a una resignación que nos vuelve cuerpos envasando iras. Hablo desde la vida cotidiana, hablo no desde el conocimiento profundo de la política sino de lo que vivo en carne propia, que duele como duele lo que toca. Y hablo de una política que considero que ha llegado a un punto de obscenidad tal que cruza el límite de lo ordinario o de lo lícito. Hablo de la política en todas sus manifestaciones, desde las fotos ridiculizando a la presidenta, hasta los programas de TV , que lejos de informar se dedican a destruir, desmerecer, humillar a su polo opuesto (se trate de uno o del otro). Hoy polemizar es un verbo cuya acepción caducó, y expresarse se está haciendo cada vez más difícil. Expresarse hoy en día es arriesgarse a ser excluído, pone en riesgo nuestro trabajo así como amistades. Me disculpo por expresarme acá, y lo felicito por describir con tanta claridad la realidad que muchas veces no podemos comprender. Y lo que más admirable me parece en cuanto a sus notas es esa capacidad que ud. tiene para lograr adaptar sus análisis a la comprensión, no de algunos, sino de todos. Le estoy muy agradecida por su aporte Santiago.

  1. Russell, en 1937, reflexionaba sobre una categoría del Poder a la que denominó “el poder desnudo”. Cuando las ideologías políticas y las religiones laicas pierden presencia, emerge lo principal, la base y el origen de todo, esa complejísima entidad que se fue abriendo paso en la consciencia de los últimos siglos con la laicicidad y que denominamos la psicología humana. En ese sentido su nota es, creo, un ejemplo (raro, por cierto) de análisis del poder desnudo… La personalidad del gobernante es, en definitiva, la que avala o sostiene sus políticas. Personalmente los Kirchner me resultaron “transparentes”, es decir, desnudos (“El rey está desnudo”), desde el segundo año de mandato de Néstor, ese héroe casi mítico a quien todos (si no fuéramos tan ciegos o reticentes) “deberíamos llorar, rendir culto y hasta peregrinar hasta su mausoleo…”. Cristina, la viuda del héroe, exhibe, a esta altura del proceso, un complejo de abeja reina rodeada de zánganos, que parecería querer gobernar sobre una masa indiferenciada de obreros (y obreras). Pero están generando (sin desearlo, claro) una resistencia y un deseo de pluralismo inéditos en nuestra sociedad; también, una ola nueva de humor, el humor de la comedia de enredos, y el humor de la parodia, que también es inédito y -en mi opinión- saludable: hasta hace pocos años, las cosas que nos decíamos de un lado o del otro bastaban para agarrarnos a los tiros. ¿Puede ser?

    1. Si su observación sobre el humor es acertada, ésta sería la mejor noticia para nuestro desventurado país. El humor supone distancia, y la distancia, cultura. Tal vez, como usted dice, los Kirchner y sus secuaces estén haciendo docencia sin quererlo: posiblemente no sepamos bien qué queremos ser, pero cada día sabemos mejor que no queremos ser como ellos. No queremos su acritud, su encono, su resentimiento, su grosería, su falta de ética, su desprecio por el otro, su vulgaridad, su atropello. Han puesto en escena con tanta nitidez las peores cualidades del argentino que primero obraron como un revulsivo y ahora ya mueven a risa. Si sabemos matizar ese humor con la dosis de piedad conveniente a nuestra escala humana habremos ascendido, creo, varios escalones en nuestra cultura política y social. Gracias por sus comentarios, siempre estimulantes.

      1. Su respuesta, Santiago, completa mi sugerencia; y fíjese que a la lista de “atributos” que usted encuentra en los K (y que yo comparto) le faltaría uno solo para estar completa: la falta de humor, con distancia, piedad y un necesario background de cultura… El humor de ellos es sobrador (“mirá como te ninguneo en público desde mi rol de presidente” (!), “mirá cómo te mojo la oreja”, “mirá cómo te pongo en ridículo delante de mi tropa, que me festeja riéndose de vos”) y denota un fondo de resentimiento… Pero ¿cómo se metieron en el bolsillo a un grupo de intelectuales calificados que publican cartas abiertas endogámicas, que bien podrían tomarse como un ejemplo de onanismo intelectual? ¿Cómo se les asoció un notable periodista que podría habernos regalado un “robo para la corona II”? Significativamente, todos ellos han perdido la distancia, y, con ella, el humor…
        Durante los 90 hubo un tema – entre otros – que recorrió las editoriales de los diarios: los retornos… ¿Es que ya no hay retornos?
        Gracias por su atención.

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