Félix Luna (1925-2009)

En los sesenta desestimábamos a Félix Luna por su pretensión de conciliar en el relato histórico a unitarios y federales, conservadores y radicales, antiperonistas y peronistas. Hoy lo apreciamos por esas mismas razones.

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En los sesenta desestimábamos a Félix Luna por su pretensión de conciliar en el relato histórico a unitarios y federales, conservadores y radicales, antiperonistas y peronistas. Después de desangrarnos durante medio siglo, tarea en la que seguimos denodadamente empeñados, hoy su figura se gana nuestro aprecio por aquellas mismas razones.

Luna deja tras de sí una vasta obra de divulgación histórica, realzada por momentos de agudeza interpretativa entre los que sobresale, probablemente, su libro sobre Roca. Pero también deja estampas artísticas del pasado traducidas en algunos relatos y retratos, y en muchas composiciones musicales que ingresaron sin esfuerzo al repertorio popular.

Lo que entendíamos como pretensión conciliadora era en realidad una mirada comprensiva sobre la dificultosa construcción de nuestra nación. Su narración del pasado argentino, incluso del pasado reciente, es única por su serenidad, por la ausencia de rencores y crispaciones al presentar los conflictos, por su riguroso afán de entender y explicar.

Detrás de ese esfuerzo de comprensión hubo una auténtica pasión argentina, una voluntad de encontrar un orden por detrás del caos aparente, una gesta fundacional detrás de los continuos enfrentamientos, un designio hilvanado desde nuestros orígenes, capaz de indicar el rumbo para la proyección hacia el futuro.

Su trabajo se volcó en el trazado de grandes panoramas, como su Historia integral de la Argentina; en perfiles de figuras destacadas como los caudillos, Sarmiento, Roca, Yrigoyen, Alvear, Ortiz, Perón; en el análisis de conflictos complejos como las relaciones entre Buenos Aires y las provincias, los golpes militares, los movimientos y los partidos.

Pero también se dio el gusto de celebrar artísticamente, en canciones y relatos, cualidades, momentos y personas hondamente argentinos, como la religiosidad en la Misa criolla, la mujer en Mujeres argentinas, la patria grande en la Cantata sudamericana, la violencia en La fusilación o La última montonera, el coraje en la saga de Martín Aldana.

Dejó también –legado no menor– un vehículo para el conocimiento y la divulgación de lo nuestro: la revista Todo es historia, que se viene publicando ininterrumpidamente desde 1967, y que en sí misma constituye un modelo de apertura y de encuentro: por sus páginas han pasado historiadores y cronistas de todas las tendencias.

Luna pertenecía a una familia de prosapia radical, y no se apartó de esa tradición pese a su inclinación por la vertiente desarrollista. No se lo puede asociar ni con el conservadurismo cerrado de un Balbín ni con el progresismo socialdemócrata de un Alfonsín. Su obra apunta hacia ese nacionalismo liberal que inspiró a nuestros fundadores y que tanto nos cuesta reencontrar.

–Santiago González

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