Por Bernardino Montejano *
Nos enteramos gracias a Médias-Presse-Info que la Unión Europea destina 10 millones de euros a financiar la reinterpretación islámica de la historia europea y de la existencia del “Proyecto Corán Europeo”.
El artículo nos informa que, en el 2007, la Comisión Europea creó el Consejo Europeo de Investigación (CEI) para apoyar los mejores proyectos científicos del continente. En el 2019, el CEI aprobó y financió el “Proyecto Europeo del Corán” (EuQu), otorgándole casi 10 millones de euros y convirtiéndolo en el proyecto más generosamente financiado, lo que contrasta con la mayoría de las subvenciones, mucho más bajas.
El proyecto de investigación de siete años, tiene como objetivo estudiar “como se tradujo, adaptó y utilizó el Corán en Europa entre 1150 y 1850”. El mismo tiene el apoyo de investigadores de diversas universidades europeas, como Nantes, Copenhague y Nápoles. Pero el asunto se empezó a complicar por una investigación realizada por el Journal du Dimanche, según la cual varios universitarios implicados en el proyecto son cercanos a los Hermanos Musulmanes.
La diputada francesa Fabrice Leggeri acusa a la Unión Europea de utilizar fondos destinados a la excelencia científica para financiar una reescritura ideológica de la historia promoviendo una narrativa de una Europa desarrollada junto al Islam, o incluso gracias a él. Todo esto ocurre mientras muchos gobiernos como el francés, desde hace décadas, o incluso hoy el polaco, libran una guerra contra la identidad católica de sus países.
Lo que sucede es que existen dos Europas, aquella que se llamó la Cristiandad y otra que cortó con sus raíces y que fuera denunciada hace muchos por Albert Camus cuando escribió: “Los genios malos de Europa de hoy llevan nombre de filósofos: se llaman Hegel, Marx, Nietzsche. Cuando hayamos llegado al extremo de su lógica, nos acordaremos de que existe otra tradición: la que no ha negado jamás lo que constituye la grandeza del hombre.” (Nouvelles Littéraires).
La primera recuerda a sus santos, a sus buenos gobernantes y a sus héroes, incluidos aquellos que la defendieron de las invasiones musulmanas como Carlos Martel, Pelayo, Juan de Austria o Juan III Sobieski. La segunda, después de bañarse en el Leteo, olvidó su historia, pero ahora bajo la conducción de Úrsula von Leyden, política alemana perteneciente a un partido democristiano, que tiene mucho de demócrata y nada de cristiano, utiliza su poder y los fondos europeos comunes para promover al islam.
La Europa cristiana ha tenido grandes figuras olvidadas empezando por una emperatriz romana, santa Elena, madre de Constantino, quien reconoció la libertad a la Iglesia. De ella solo diremos que la tradición le atribuye en un viaje efectuado a los lugares donde habitó Jesús, junto a sabios y arqueólogos, el hallazgo de la Cruz donde Jesús ofreció su vida por nosotros y se le representa con una Cruz desnuda, símbolo de que Jesús resucitó y que nosotros resucitaremos con Él.
Luego Teodosio el Grande que invitó a su pueblo para abrazar la fe católica y a ese gran obispo de Milán que fue san Ambrosio, defensor de la justicia y de la libertad de la Iglesia y de su independencia del poder político.
Y tantos más que es imposible recordarlos en una nota, desde esos tiempos antiguos hasta nuestros días.
En toda esta historia los musulmanes tuvieron cabida y su aporte aparece en la Escuela de Traductores de Toledo, cuando España sirve de barrera y a la vez de eslabón entre Occidente y el Islam, según Manuel García Morente, y luego en el siglo XIII se estudiaron filósofos árabes como Alfarabí, Avicena y Averroes y judíos como Avicebron y Maimónides.
Por ello es verdad lo escrito por Jean Jacques Chevallier: “La Edad Media, por debajo de la unidad profunda del espíritu que la anima y de los temas que la inspiran se muestra como lo que fue, con su prodigiosa fecundidad, su armoniosa y móvil diversidad, señal de una libertad verdadera, que no se acomoda solamente con la regla, sino que vive de ella.” (Historia del pensamiento, Aguilar, Madrid, 1959, T. II, p. 255). Fue la Cristiandad, de la cual en nuestros días, Europa reniega.
Hoy, los renegados tienen una figura sobresaliente que es Macron-Micron-Masón, presidente de Francia, quien en primeros días de este mes pronunció un discurso en la Gran Logia de su país, en un acto inédito, que marca la primera visita de un jefe de Estado en ejercicio a la obediencia masónica, noticia que Info Católica del 7 de mayo tituló así: “Macron apela a la masonería para reforzar la defensa del laicismo en Francia”.
En su discurso instó a los masones a defender la ley laicista de 1905 y los proclamó “embajadores de la laicidad”, pidiéndoles “no usar dicha ley contra el Islam”.
Rechazó también que “el laicismo puede servir como excusa para marginar religiones, especialmente el Islam”. Y también abogó para que se apruebe la ley sobre la ayuda médica a morir, de “suicidio asistido” o sea la eutanasia.
Pero veinte días después de las palabras de Macron en la sede de la Masonería, Francia se despierta al advertir la peligrosidad de un grupo islamista, los Hermanos Musulmanes, próximos a los beneficiarios del Proyecto Europeo del Corán.
E Infobae de ayer titula así su nota: “Macron pide medidas firmes ante el avance de los Hermanos Musulmanes en Francia”, tras un informe que los califica como una amenaza para la cohesión nacional y las instituciones estatales.
Pero lo más increíble del relato es que el presidente reprochó a sus ministros “no haber tenido en cuenta la gravedad de la situación” provocada por un grupo que tiene 139 lugares de culto y 55 afines y que forma parte de ese 70% de los musulmanes que apoyan en las elecciones a la “Francia Insumisa”, la fuerza de izquierda que dirige Jean-Luc Mélanchon.
Macron es un enemigo de la vida, pero tiene cierta coherencia al propugnar la eutanasia individual para los franceses viejos, pobres, descartables, y colectiva para Francia, que, en tiempos mejores, fue llamada “hija primogénita de la Iglesia”.
* Presidente del Instituto de Filosofía del Colegio de Escribanos y del Instituto de Filosofía Práctica.
La Decadencia de Occidente. Europa murió con la capitulación del III Reich. FIN.