“Esa plata no vuelve”

La mañana en Manhattan era fría, soleada y sin viento, y el río Hudson visto desde lo alto brillaba inmóvil. “Esa plata no vuelve”, me dijo la mujer que estaba a mi lado, observando como yo el lento desplazamiento de un remolcador, que parecía un escarabajo sobre una lámina de aluminio. “Lo hemos estudiado, y esa plata no vuelve”. Estábamos en una de las salas de reunión de un importante banco de inversión estadounidense. El banco ilustraba a un grupo de periodistas sobre algún tópico de los mercados financieros, hará de esto unos diez años más o menos porque recuerdo que la crisis del 2008 no había ocurrido todavía. El banco había desarrollado a lo largo de décadas  una importante cartera de clientes latinoamericanos, y tenía todo un departamento de funcionarios bilingües para atenderla. La mujer con la que conversaba era una de ellos, y yo había aprovechado la pausa para el café para preguntarle sobre la enorme cantidad de dinero que desde las inestables naciones sudamericanas fluía hacia el norte en busca de seguridad. Recordé ese diálogo a propósito del esfuerzo del gobierno argentino por promover la repatriación de capitales. La experta hizo entonces una distinción entre los capitales corporativos y los ahorros familiares. Mientras los primeros se mueven con más agilidad, en busca de oportunidades –me dijo–, los segundos quedan clavados, fijos; no vuelven aunque carezcan de rentabilidad, porque salieron de sus países de origen más como exiliados que buscan refugio que como aventureros especulativos. “Los padres sacan el dinero pensando en sus hijos, tal vez imaginando alguna inversión futura que nunca concretan, y el dinero se queda acá, no vuelve”, aseveró la mujer. “¿Y los hijos?”, le pregunté. “Los hijos de las personas que sacaron ese dinero, cuando llega el momento de heredar ya construyeron sus propias vidas, y en general tienden a no tocarlo; lo consideran como una reserva disponible para casos de apuro. A lo sumo preguntan por oportunidades de inversión con mayor rentabilidad que una cuenta de ahorro, bonos, fondos comunes, esas cosas”. La reunión debía continuar, y volvimos a nuestros lugares en torno de la enorme mesa cuadrada mientras unos asistentes corrían las cortinas. La evocación se disuelve con los especialistas exponiendo en esa agradable penumbra. Y me deja con preguntas sobre quiénes estarán ahora dispuestos a repatriar capitales: ¿las corporaciones, las familias? ¿Cuál de esos dos sectores ha fugado más dinero? –S.G.

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2 opiniones en ““Esa plata no vuelve””

  1. Desde el 2013 me dediqué a aprender de economía y política por mi cuenta, quizás motivado por la malaria de ese año. Argentina merece esa dedicación porque no tiene instituciones que le hagan contrapeso al fisco. Por alguna razón la gente que produce las divisas tiene un vínculo emocional muy fuerte con este país. De lo contrario armarían las maletas.

    Macri asumió con el compromiso implícito de reducir el peso del estado, pero a lo largo del año hemos visto cómo, con todo un arsenal de motivos, este peso no se ha aligerado. La razón es ganar las elecciones del año que viene a cualquier precio. El presupuesto 2017 blanquea esta situación aumentando impuestos e incumpliendo la palabra respecto de las metas fiscales y la baja de retenciones a la soja (me parece una enorme derrota política del oficialismo). Acá se los puede correr con el latiguillo de “keynesianos” pero, honestamente, no se si un liberal con vocación de poder haría algo distinto. Ayer leí un intercambio entre un twitero y Lucas Llach, quien reconoce que, mientras los ingresos se mantengan constantes, el déficit no es problema. Me pregunto cuánto más Argentina puede conducir al borde del precipicio y, por lo que parece, el mercado ya no se lo pregunta, decidió no darles más margen. Algunos dicen que la estrategia es llegar al 2018 para llevar a cabo “las reformas estructurales”, lo cual no me cierra del todo pero bueno. Espero que el plan funcione, a esta altura ya estamos jugados (y espero que no hayamos caído en la falacia del costo perdido).

    1. Siempre pensé que el blanqueo debió hacerse con cero condiciones. Traiga la plata y deposítela en un banco local que no le vamos a preguntar nada. Me sé de memoria todas las objeciones que se le podrían oponer a esto, que de todos modos no serían más graves que la objeción a robarle el dinero a la gente, como se hizo por ejemplo en el 2001/2002 o con la estatización de las AFJP, sin que nadie reclamara gran cosa. Pero al gobierno no parece interesarle que vuelvan los capitales, que por fuerza se volcarían a la actividad privada. Le interesa más bien cobrar impuestos a la vuelta de los capitales, porque ese dinero servirá para saciar por un rato a un estado insaciable. Gracias por el comentario.

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