Eliseo Subiela (1944-2016)

Eliseo Subiela fue el director diferente durante los últimos treinta años. Mientras el resto del cine argentino, con las debidas excepciones, avanzaba, incluso con acierto, por los caminos de costumbrismo, el realismo, o la eficacia taquillera, Subiela corría todos los riesgos con una producción más próxima a un surrealismo literario absolutamente pasado de moda, cuarenta o cincuenta años pasado de moda. Parecía más bien un escritor que hacía cine. De hecho lo era, porque escribía sus guiones y dirigía sus películas, y él mismo se describía como un “autor de cine”. Pero sus preocupaciones existenciales, humanistas, metafísicas, eran menos visuales que conceptuales, y no sería demasiado descaminado decir que su cine refleja esa perpetua lucha del concepto por volverse imagen, por aflorar como la mariposa que sale de su larva.

Los críticos nunca le tuvieron demasiada simpatía: su cine no ofrece ninguna de esas obviedades que a ellos les encantan porque no les exigen ningún trabajo; su cine es difícil, incómodo, resistente a ser encajado en alguna de las budineras al uso. Tampoco tuvo detrás alguna de esas grandes productoras que presentan los filmes a los periodistas acompañados de un cuadernillo con un surtido de interpretaciones para, digamos, orientarlos en su trabajo. Entonces optaron por ignorarlo. En un país surrealista como sus películas, a Subiela lo salvó el público. Contra cualquier pronóstico, Hombre mirando al sudeste (1986) se convirtió en un clásico nacional y un éxito internacional que los obligó a prestarle atención. Los noventa le fueron favorables, y sus títulos Últimas imágenes del naufragio (1989), El lado oscuro del corazón (1992), No te mueras sin decirme adónde vas (1995), Despabílate amor (1996) y Pequeños milagros (1997) consiguieron atraer sostenidamente el interés del público, además de cosechar decenas de premios internacionales.

La buena racha cambió con el siglo, y con una Argentina en acelerada decadencia. La crítica volvió a darle la espalda. “A mí no me importan las malas críticas si son buenas críticas en cuanto al nivel técnico. El problema es que en la Argentina cualquiera hace crítica. Me molesta la falta de respeto, de información y de cultura”, se quejó. Sus últimos títulos, Las aventuras de Dios (2000), El lado oscuro del corazón 2 (2001), Lifting de corazón (2005), El resultado del amor (2007), No mires para abajo (2008), Rehén de ilusiones (2010) y Paisajes devorados (2012), tuvieron poco impacto en las pantallas locales, aunque continuaron recibiendo premios en el exterior. “Retrocedimos culturalmente como país. Hubo una devaluación cultural notable en los últimos veinte años.”, le dijo hace un par de meses a Clarín.

Hace quince años, el saqueo de depósitos bancarios ordenado por Eduardo Duhalde se llevó todos sus ahorros, y también la casa que reiteradamente hipotecaba para financiar sus películas. Se tuvo que mudar a California para rehacerse económicamente, luego de haber sufrido un paro cardíaco en España. Subiela siempre fue muy apreciado en los Estados Unidos, especialmente en las universidades y entre los cinéfilos. En el 2012, el kirchnerismo le impidió comprar dólares para viajar a un festival en Perú, y empleados de la AFIP de Ricardo Echegaray hicieron una visita insólita y amenazadora a su escuela de cine. Entonces declaró que no era enemigo del gobierno y que en su juventud había sido miembro de la Juventud Peronista y montonero. No sabemos si eso fue cierto, o lo dijo para protegerse, pero en todo caso la preocupación política parece haber quedado al margen de su cinematografía. –S.G.

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