El manual y la experiencia

Muchos de los que en la Argentina se describen a sí mismos como liberales tienen las prioridades alteradas: su principal preocupación no es la libertad ni el estado de derecho que debe garantizarla, sino el catecismo liberal. En consecuencia, más que militantes de la libertad, son guardianes e inquisidores de una ideología, por otra parte surgida hace más de dos siglos a partir de la experiencia de hace más de dos siglos. Quiero insistir en esto porque frecuentemente, y deliberadamente, se olvida: el liberalismo es una ideología abstraída de la experiencia, y no una experiencia concertada y vivida a partir de una ideología. Esa confusión básica entre libertad real e ideología de manual salta enseguida a la vista cuando de discutir situaciones concretas se trata. Vayamos al último caso: el estridente anuncio de la embotelladora local de Coca-Cola acerca de que desistiría de una inversión multimillonaria como respuesta a una iniciativa oficial de agregarle impuestos a algunas de las bebidas que produce. Voceros del oficialismo rechazaron el anuncio como un apriete, y los liberales, cómo no, saltaron para decir que no era ningún apriete sino la lógica conducta de un agente económico agobiado por los impuestos de un gobierno que no acierta a controlar su propio gasto. La conducta por supuesto es lógica, y en esto los liberales tienen razón, pero la estridencia del reclamo es un apriete, y en esto el oficialismo tiene razón. El gobierno también tiene razón en aumentar los impuestos a unas bebidas azucaradas que no cumplen ninguna función social útil, pero son dañinas para la salud. Y no porque el Estado deba ser la niñera encargada de vigilar los hábitos alimentarios de todos nosotros sino porque el costo social que impone la epidemia de obesidad, incluso al sistema de salud pública, a la que esas bebidas contribuyen decisivamente, sí es cuestión de su incumbencia. Si Coca-Cola ya no encuentra en la Argentina las condiciones que necesita para desarrollar sus negocios, lo que le corresponde hacer es levantar los petates e irse en busca de mejores climas. Ése sería el comportamiento prescripto por los manuales de liberalismo. Las declaraciones tremebundas y amenazantes no son otra cosa que una forma de apriete o extorsión, recurso que, por cierto, a veces consigue resultados, como prueba la experiencia. –S.G.

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