“El fundador”

El fundador (2016) cuenta la historia de Raymond Kroc, el hombre que construyó la McDonald Corporation, aunque no el concepto de la hamburguesería de servicio rápido, que había sido desarrollado previamente, hasta en sus menores detalles, por los hermanos McDonald y terminó en manos de aquél. El filme de John Lee Hancock sobresale en el género de las películas biográficas por la objetividad de su mirada, la sutileza del detalle y la amplitud del enfoque, que le permite explorar no sólo la historia de una vida sino también el contexto en el que esa vida se desarrolla. La película ofrece a la vez un retrato implacable de Ray Kroc, interpretado magistralmente por Michael Keaton, y una descripción sin concesiones de la economía capitalista. Cuando termina, uno no sabe si amar u odiar a Kroc, ni tampoco sabe si amar u odiar el capitalismo: el filme expone los hechos con asepsia quirúrgica y deja al espectador la responsabilidad de interpretarlos, lo fuerza a superar esa perplejidad inicial. En principio es difícil desprenderse de la fascinación que generan tanto la personalidad de Kroc como el sistema en que se mueve: ambos comparten una energía y una creatividad descomunales, que permiten expandir una simple idea inicial en un imperio mundial capaz de generar riqueza y empleo en proporciones sobrehumanas. Pero esa creatividad tiene su costado destructivo. Los hermanos McDonald eran tan capitalistas, arriesgados, innovadores y perseverantes como Kroc, pero su concepción del negocio era diferente: ellos querían ofrecer comida de calidad, servirla rápidamente, hacerlo a buen precio, y ganar dinero en el proceso. Kroc, en cambio quería hacer dinero y la cadena de hamburgueserías era el instrumento. Los McDonald se resisten a ofrecer batidos artificiales porque en su negocio «la leche es leche»; Kroc sólo piensa en reducir los costos de la refrigeración. Los McDonald se ven a sí mismos como proveedores de alimentos; Kroc capta rápidamente la idea cuando un asesor le hace ver que el corazón de su negocio no está en las hamburguesas sino en los bienes raíces, en la propiedad de los locales. Así como nos fascina la épica de la construcción por Kroc del imperio McDonald´s, no podemos apartar la sensación de que la ética se quedó con los hermanos McDonald. En versión contrafáctica, ¿qué habría pasado si la épica y la ética hubiesen seguido juntas? Probablemente McDonald´s sería una más de las tantas cadenas de comidas rápidas que pueblan los Estados Unidos; probablemente, también, su nombre no sería hoy sinónimo de comida chatarra, mal cocida y desbordante de grasas y azúcares. ¿Valió la pena la destrucción creativa? Los hermanos McDonald recibieron por toda compensación un millón de dólares cada uno, la corporación McDonald´s no ha dejado de crecer, de crear unos empleos y destruir otros, y de hacer nuevos millonarios. Y en cuanto a Kroc, su viuda donó gran parte de la fortuna familiar al Ejército de Salvación y a la National Public Radio, un emprendimiento mediático sin fines de lucro. –S.G.

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