La doctrina del shock

«La doctrina del shock, como toda doctrina, es una filosofía del poder. Es una filosofía sobre cómo alcanzar objetivos políticos y económicos. Y se trata de una filosofía que sostiene que la mejor manera, el mejor momento, para imponer ideas radicalizadas de libertad de mercado es en las postrimerías de una gran conmoción. Esta conmoción podría ser un colapso económico. Podría ser un desastre natural. Podría ser un ataque terrorista. Podría ser una guerra. Pero la idea es que estas crisis, estos desastres, estas conmociones ablandan a sociedades enteras. Las desarticulan. La gente se desorienta. Y se abre una ventana (…) que permite introducir lo que los economistas denominan “una terapia de shock“. Es como una reformulación absoluta de un país. Todo al mismo tiempo. No una reforma aquí, y otra allá, sino el tipo de cambios radicales que vimos en Rusia en los noventa, los que Paul Bremer intentó imponer en Irak luego de la invasión. Esa es la doctrina del shock. Y no pretendo decir que los únicos que han intentado explotar las crisis son los derechistas contemporáneos, porque esta idea de aprovechar las crisis no es propia de esta ideología en particular. La aplicó el fascismo. La aplicó el comunismo de estado. Se trata, sí, de un intento de comprender mejor la ideología en la que estamos inmersos, la ideología dominante de nuestro tiempo, que es la economía de mercado sin límites de ninguna especie.» –Naomi Klein, en diálogo con Amy Goodman, Democracy Now, 2007.

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1 opinión en “La doctrina del shock”

  1. La conmoción desarticula y conmueve todo por un momento, como un terremoto; por un momento que puede durar meses.
    Es el momento ideal para los oportunistas sedientos de poder, de bienes y prestigio: un Menem, un Kirchner, Cristina Fernández, Chávez y Maduro, Alperovich y Manzur, Fernández, ahora, en la provincia de Bs. As, y tantísimos más…
    Ellos – porque la vida social lo impone – se disfrazan de lo que convenga.
    Tienen acesores, también, para elegir el disfraz. Después, una vez encaramados en el poder, ya es tarde: han sembrado una imagen a través de la palabra, los gestos, los medios, los acólitos, los simpatizantes, los “encantados”, los “enamorados”, los ingenuos, la compra de voluntades, la amenaza, la evocación del infierno, etc., tipo reacción en cadena: una ola que crece, una vez formada, hasta por inercia; y hasta que no pierde ímpetu, nadie y nada la detiene. ¡Al contrario, la oposición la estimula!
    Se han prendido como una garrapata, y cuesta muchísimo (lo estamos viendo, y no sabemos cuánto va a costar) lograr que se desprendan con métodos incruentos; y, si se lo hiciera con métodos cruentos, todo empeoraría aún más, eso ya lo sabemos…
    Pero nunca faltan los que se preguntan: ¿y, para qué? ¿No vendrán otros como ellos, aunque con otro disfraz, cuando se largen éstos?
    Bueno, no, no necesariamente. La historia, en su dimensión futura (la más importante) siempre está más o menos abierta. Por eso es fundamental no saber como ha de ser el futuro.
    Si es necesario, habrá que ir como los romanos, una vez por año, al templo de la Diosa Fortuna, el más grande de los templos de la Italia antigua.

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