“La historia está llena de proezas y de desafíos. Pero el desafío peculiar de los argentinos es no haberlos tenido con intensidad suficiente. No hubo vecinos voraces que nos presionaran con sus urgencias. Tampoco hubo invasiones arrolladoras que amenazaran nuestra integridad territorial. Las inquietudes religiosas no nos devastaron. De la ausencia de estos y otros desafíos semejantes que acosaron a otros pueblos, particularmente a los europeos, estuvimos exentos. Éramos un país poco poblado, relativamente homogéneo, que se sabía o se creía rico y que, además, estaba lejos. ¿A qué inquietarnos? ¿No ha dicho el nuevo Papa que viene “del fin del mundo”? Una mirada más profunda pudo hacernos ver que en esta suerte de languidez existencial residía, en lo profundo, el verdadero desafío. Porque la ausencia de desafíos inminentes puede convertirse en otro desafío poderoso y sutil. Si aceptáramos, en efecto, que la vida es lucha, el no tenerla evidente e inmediata puede convertirse en la más peligrosa de las tentaciones. Y así fue que los argentinos terminamos, al fin, por luchar contra nosotros mismos. Esto es quizá lo que más nos falta. Dialogar. Buscar al otro. No quedarnos tranquilos si un tercio de los argentinos son pobres. Hay un enemigo oculto entonces. Somos nosotros mismos.” —Mariano Grondona, en La Nación, 27-2-2014