Al 2015, y más allá…

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El discurso de Cristina Kirchner ante la asamblea legislativa, sumado a algunas circunstancias que lo precedieron, mostró que la presidente no está en absoluto debilitada, ni personal ni políticamente; que no ha perdido el lugar preferencial de la escena y que nadie ha aparecido en condiciones de disputárselo, y que en lo que le resta de mandato va a hacer todo lo que esté a su alcance para, en este orden, completarlo en su totalidad, evitar ir presa tan pronto pierda los fueros que la protegen, y elegir a su sucesor. Que la presidente no está, o por lo menos no se siente debilitada, lo que en política es más o menos lo mismo, lo demostraron sucesivamente el papel de muñeco de ventrílocuo al que redujo al jefe de gabinete, cuyo nombramiento había despertado moderadas expectativas de delegación, cambio y cierta racionalidad en el gobierno; el implacable disciplinamiento de los senadores justicialistas, que obedientemente votaron a Gerardo Zamora como sucesor presidencial si Amado Boudou se ve obligado a pedir licencia; y por fin el discurso mismo, que no eludió los ataques o los desafíos a uno u otro sector de la sociedad, típicos del kirchnerismo desde su mismo comienzo. Que la presidente no ha perdido el centro de la escena lo probó su propia actuación en el palacio legislativo, en la que hizo gala de unas dotes histriónicas que actualmente no tienen rivales en la vida política; sus tonos, sus inflexiones, su manera de armar el discurso, su uso de la lengua cotidiana, evocan continuamente los de Susana Giménez, y, como en el caso de la animadora, sus actuaciones son calurosamente festejadas con el aplauso de los “cristinos”. Estas no son cualidades despreciables en una sociedad donde los límites entre el espectáculo y la política se han borrado, y donde la gente elige por simpatía o antipatía. Que la presidente va a hacer lo posible por terminar su mandato, evitar la cárcel y elegir a su sucesor (tres cosas que están íntimamente ligadas) lo ha demostrado su rápida disposición a cambiar el relato cuando las papas queman. Como el miedo no es zonzo, la presidente devaluó el peso, aceptó aumentos generalizados de precios, y procura evitar aumentos proporcionales de salarios, arregló con Repsol, y todo indica que se propone ordenar sus relaciones con el Club de París y el FMI, encontrar una salida al embrollo de los hold-outs, y volver a los mercados de capitales. Para mejorar su relacionamiento con el mundo que tiene dinero, como se vio en el discurso, no tiene problemas en mandar al incinerador el acuerdo con Irán y poner en el congelador las relaciones con Venezuela. En el mismo mensaje, advirtió que tampoco tendrá problemas para torcer el relato en cuanto a la criminalización de la protesta y al papel de las fuerzas armadas en la represión si una eventual intranquilidad social le complica el viaje hasta el 2015. En ese lapso tiene que bloquear todas las causas en su contra acumuladas en los tribunales federales, tarea en la que cuenta con la inapreciable ayuda de la procuradora general. Como, a pesar de todo, nunca se sabe cómo salen las cosas en la justicia, el reaseguro definitivo para todos los implicados en el kirchnerismo es controlar la sucesión. La presidente y su asesor Carlos Zannini creen que por el lado del peronismo, con Sergio Massa o sin él, no van a tener problemas, tal como pudieron comprobar con el disciplinado voto en el Senado; y para aventar el peligro del progresismo cívico-radical-socialista van a elegir como enemigo a Mauricio Macri, como demostró la celada que le tendieron en el Parque Indoamericano. A menos que se integre en alguna alianza mayor (¿con quién?), Macri no está en capacidad de derrotar al peronismo kirchnerista, pero sí de fragmentar al electorado opositor. El kirchnerismo llegó hasta aquí con el voto mayoritario y sostenido de los argentinos y, a menos que se produzca un cataclismo financiero, probablemente tengamos más kirchnerismo, o algo parecido, después del 2015.

–Santiago González 

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2 opiniones en “Al 2015, y más allá…”

  1. En su momento, Alfonsín partió aguas en la sociedad de una manera no ficticia, sino vital: cuando prometió, durante la campaña, formar una CONADEP y nada menos que un tribunal para juzgar a las juntas militares. ¡Y lo hizo!
    El pacto militar-sindical no era tal; era casi un eufemismo de Alfonsín; porque el pacto era entre el justicialismo en masa y el partido militar: el peronismo había aceptado lo inaceptable, la “auto-amnistía”… (¡Que vergüenza! Pocos se acuerdan…).
    No me parece que vaya a haber un postulante a la presidencia, en la actualidad, que sea capaz de solicitar el acompañamiento de la ciudadanía, prometiendo formar una comisión que estudie la corrupción del régimen (fallido) K, nuevas leyes contra la corrupción (como las que propuso Terragno por ejemplo), y otras propuestas por el estilo.
    Si lo hubiese, volveríamos a sorprendernos de nuestras capacidades.
    En su editorial hay una lectura fina de la situación. Pero puede haber cambios. Rápidos y dramáticos.
    Gracias, como siempre.

    1. Me gustaría que el futuro refutara esta nota, preferiría estar equivocado. Me gustaría ver a mis compatriotas de pie, orgullosos, valientes, dispuestos a trazar la raya y decir: “Hasta aquí”.

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