El camino del sabotaje

“Retroceder nunca, rendirse jamás.” Los últimos, agitados días del kirchnerismo responden a un doble guión, tal como ocurrió durante buena parte de sus dos últimos mandatos. Cristina Fernández, como siempre, sólo piensa en sí misma y quiere pintar para sí el retrato de una heroína que no se rinde ante la adversidad, firme en la conducción de su epopeya imaginaria, afirmando ante sus seguidores también imaginarios que su repliegue al monte será sólo temporario, que siempre estará con ellos, y que volverá, volverá. Carlos Zannini, el ideólogo, es en cambio el que trabaja para el “proyecto”, para el “modelo” (los nombres serios de la epopeya imaginaria), el que concibe y produce a toda velocidad las medidas y los nombramientos orientados a entorpecer la gestión del nuevo gobierno y a obligarlo a adoptar decisiones que lo malquisten con los ciudadanos. A ninguno de los dos guionistas le importan un comino los sufrimientos que puedan causar a los argentinos con sus maniobras. El presidente electo Mauricio Macri fue extremadamente cortés y caballeresco al decir que la inquilina de la Casa Rosada prefiere salir por la puerta chica. Más allá de los deseos y expectativas de Cristina y Zannini, los últimos días del gobierno saliente evocan más bien las escenas finales de esas películas en que los bandidos, sabiendo que les ha llegado la hora, se repliegan a los tiros, caiga quien caiga, sembrando de trampas y obstáculos el camino de sus perseguidores, y buscan ganar los techos con la vaga esperanza de que al otro lado del pueblo alguien los esté esperando con caballos frescos. Pero el nuevo gobierno no es el perseguidor del kirchnerismo (en todo caso lo será la justicia, que es o debería ser independiente de los gobiernos) y al otro lado del pueblo no hay caballos frescos por el simple hecho de que los Kirchner no tienen amigos.

El guión de Cristina es más bien anecdótico y compatible con su personalidad saturada de delirios de grandeza, resentida y rencorosa. Pero el guión de Zannini requiere otro tipo de atención, porque más temprano que tarde va a ser adoptado por todo el progresismo; la Cámpora, Unidos y Organizados, Kolina y todas esas organizaciones que poblaban de banderas los actos oficialistas van a desaparecer junto con la caja que los alimentó durante más de una década. Lo que va a quedar es el progresismo (la izquierda) que fue el verdadero sustento político e ideológico de esa fantasmagoría llamada kirchnerismo. A nadie debería haber sorprendido que el arco progresista en el Congreso diera el quorum necesario para que el oficialismo aprobara en un dia casi un centenar de leyes exclusivamente destinadas a entorpecer la gestión del próximo gobierno. La actitud del progresismo es comprensible: ellos no pueden permitir que un gobierno liberal y pro mercado funcione normalmente, porque si lo hicieran, el salto que daría la Argentina sería tan grande, el crecimiento del país en su conjunto y de cada uno de sus ciudadanos sería tan notable, su modernización e integración al mundo serían tan aceleradas, que la izquierda, el populismo, el progresismo se quedarían rápidamente sin argumentos. Esto no quiere decir que no va a haber lugar para ellos sino que la izquierda y el progresismo necesitarán cambiar, renovar sus propuestas para otra clase de desafíos, trabajar, pensar (algo que no están acostumbrados a hacer). El progresismo perezoso y retrógado que tenemos en la Argentina sólo puede marchar por el camino del sabotaje que le propone Zannini: sobre esto habrá que estar prevenidos, en defensa del futuro. Si el nuevo gobierno logra liberar los recursos y las capacidades humanas ahogados durante décadas, y atraer y generar los capitales necesarios para movilizarlos, en el plazo de una década el país se habrá vuelto irreconocible, habrá empezado de una vez por todas a cumplir esa promesa que el mundo le reconocía un siglo atrás, a ejercer también esa influencia geopolítica que se le auguraba: no es casual que al triunfo de Macri le haya seguido casi inmediatamente el impeachment de Dilma Rousseff.

–Santiago González

Califique este artículo

Calificaciones: 6; promedio: 5.

Sea el primero en hacerlo.

2 opiniones en “El camino del sabotaje”

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *