Lo que debemos al kirchnerismo

No hay mal que por bien no venga. Después de doce años de mentiras, incompetencia y corrupción, tendemos a pensar que el ciclo que termina no es más que un extenso y uniforme asiento en el debe de nuestra historia. Sin embargo, algunas cosas quedan en el haber: algo le debemos al kirchnerismo.

Por lo pronto, le debemos haber creado las condiciones para que una persona con el perfil de Mauricio Macri haya podido ser elegido presidente de la Argentina. Esto es toda una revolución, de cuyos alcances, me parece, apenas estamos empezando a darnos cuenta. Anticipando el vuelco histórico que se anunciaba, este sitio describió como la revolución de Octubre el triunfo de María Eugenia Vidal en la provincia de Buenos Aires, triunfo que por primera vez le permitió a Macri pensar seriamente en una victoria en segunda vuelta. Desde ángulos diversos, dos observadores subrayaron en estos días el carácter inaugural de esa victoria. “El próximo jueves, por primera vez en el siglo transcurrido desde que se celebran elecciones por el voto universal y secreto [1916], un partido de la derecha patronal alcanzará el gobierno por medios legales y no derribando a golpes instituciones y derechos”, escribió el periodista Horacio Verbitsky. El politólogo Vicente Palermo, por su parte, describió casi en los mismos términos la novedad que representa la asunción de Macri: “Es la primera vez que la Argentina elige a un presidente amigo del mercado”, dijo en un reportaje. Palermo fue menos anacrónico que Verbitsky en su caracterización de la coalición macrista: “Amigo del mercado no es lo mismo que neoliberal –subrayó–, ellos no son neoliberales. Pero la idea de que la Argentina es una sociedad y una economía sin mercado, que sin mercado no hay dinamismo económico y que entonces necesitamos mercado, es una idea que yo pondría dentro del espectro de centroderecha.” Resumiendo, es la primera vez en un siglo (un siglo de decadencia ininterrumpida, hagamos notar) que un candidato centroderechista, amigo del mercado, llega al poder en la Argentina por el voto popular. Esto es algo sin precedentes, y el kirchnerismo lo hizo posible.

La llegada de Macri a la presidencia es, en realidad, la culminación de un proceso de resquebrajamiento de lo que podríamos denominar el discurso único populista-socialista que caracterizó la cultura política argentina a caballo de sus dos grandes partidos tradicionales, y que, nutrido de componentes teóricos e ideológicos izquierdistas, dominó absolutamente el discurso y el pensamiento público luego de la recuperación de la democracia en 1983. Los Kirchner, en su afán de construir poder, se apoderaron de la retórica progresista y, como hicieron con todo lo que tocaron, la degradaron hasta despojarla absolutamente de sentido. Pudieron hacerlo porque los progresistas, engolosinados con puestos, dádivas, subvenciones y canonjías, fueron cómplices de ese envilecimiento. Sin la ruptura del monopolio dictatorial y asfixiante de la izquierda en el pensamiento y el discurso público, difícilmente Macri, o alguien como él, habría llegado al poder. Los “amigos del mercado” sólo habían podido hacerlo mediante golpes de estado, como recuerda Verbitsky, o mediante el engaño, como hizo Carlos Menem. Pero la caracterización que hace Verbitsky de Cambiemos como la “derecha patronal”, más que asustar hoy mueve a risa, y eso es algo que el kirchnerismo hizo posible.

El proceso de ruptura del pensamiento único progresista se inició silenciosamente luego de aquel violento acto en la ESMA cuando Néstor Kirchner reabrió la compuerta de los 70 para conquistar el apoyo de la izquierda con su manipulación sesgada y vengativa de los derechos humanos, y comenzó a hacerse visible durante la crisis del campo, cuando una multitud aclamó en Palermo al presidente de la Sociedad Rural argentina, situación inaudita e inconcebible para los cánones políticos que gobernaron la Argentina durante un siglo. La reconciliación de las masas urbanas con “el campo” (hasta entonces la odiada oligarquía con olor a bosta) es otra cosa que el kirchnerismo hizo posible.

En términos simbólicos, teóricos, culturales el kirchnerismo no dejó legado apreciable alguno (como tampoco lo dejó en términos prácticos en ninguna de las áreas bajo su gobierno). En cambio, como reacción, generó una abundante labor de examen histórico sobre la década de 1970, cuyos ideales y valores decía representar. Así aparecieron los trabajos de Victoria Villarruel, sobre las olvidadas víctimas del terrorismo izquierdista, y de José D’Angelo, sobre el mito de los 30.000 desaparecidos, los de Ceferino Reato, sobre algunos criminales operativos montoneros, los documentados anales de Juan B. “Tata” Yofre. De ahora en más, la historia de los 70 no se agotará en los tres laboriosos tomos de La voluntad, la versión oficial progresista elaborada por Martín Caparrós y Eduardo Anguita, y esto es algo que también el kirchnerismo hizo posible.

El pensamiento único progresista tuvo especial éxito en instalar en la opinión pública versiones distorsionadas de varios momentos de la historia reciente, no sólo el de la década de 1970, y en demonizar e invisibilizar zonas enteras del pensamiento y la política. Nadie se atrevía a describirse a sí mismo como de derecha porque corría el riesgo de ser remitido de inmediato al país de nunca jamás. Con la fractura del pensamiento único progresista el kirchnerismo perdió la batalla que sus cabezas más ambiciosas consideraban fundamental: la batalla cultural, la conquista de los corazones y las mentes de los ciudadanos. El jueves asume en la Argentina un presidente centroderechista, amigo del mercado. El kirchnerismo, ese fraude, lo hizo posible.

–Santiago González

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4 opiniones en “Lo que debemos al kirchnerismo”

  1. Se entiende todo con una claridad que no hubiese sido posible antes de ahora, y todavía falta que corra el agua bajo el puente. (“Gracias” a Néstor y a Cristina…).
    Pero ¿no demanda la ocasión sometar a crítica las categorías políticas que venimos usando desde hace ya demasiado tiempo, desde la Revolución Francesa con su “izquierda” y su “derecha”?
    Usted sabe que hay demasiada gente que, ante la sola mención de un estereotipo, un signo desencadenante como “El jueves asume en la Argentina un presidente centroderechista, amigo del mercado”, le saltarían a la yugular sin detenerse a considerar qué está diciendo y en qué contexto…
    El mundo actual, con su mescolanza de emergentes y remanentes, está necesitando que se revisen todas las categorías políticas para actualizar todo lo que sabemos ahora. No hay que darle oportunidad a la gente estereotipada. Para ejemplos, basta con leer las notas que publicaron en Página 12 del 10 del 12 Ricardo Forster y Mempo Giardinelli. Tribalismo (“mi tribu, mi jefe”) disfrazado de pensamiento político. Onanismo…

    1. Creo que las categorías de izquierda y derecha se siguen usando por inercia, especialmente por la falta de una teoría política que de cuenta del mundo tal como se viene configurando desde la caída del Muro, la revolución digital y la globalización.

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