«Los dirigentes y los pensadores alemanes deben enfrentarse a un dilema. Alemania no ha logrado exportar su cacareada Stabilitätskultur; más bien, como ha señalado Hans Kundnani, Berlín ha creado en toda Europa una cultura de inestabilidad (tanto económica como política: adviértanse las dificultades que Irlanda y España han tenido recientemente para formar gobierno). Al mismo tiempo, Alemania es lo suficientemente fuerte como para que Francia se sienta notablemente debilitada. La Unión Europea se creó para volver imposible la aparición de un “hegemón” europeo y para terminar de una vez por todas con el “problema alemán”. Pero por el momento Europa parece incapaz de funcionar en modo alguno sin la existencia de una Alemania al menos “semi-hegemónica”. El problema con los semi-hegemones es que no cuentan con los medios para hacer que un sistema de estados funcione como un todo con el simple recurso de apoyar a los miembros más débiles; al mismo tiempo, son lo bastante poderosos como para generar resentimientos en todos los demás. Es una situación que recuerda a los historiadores la posición de Alemania en Europa después de 1871.» –Jan-Werner Müller, en la London Review of Books, 2 de junio de 2016.