Albino, aborto, agitprop

El aparato de agitación y propaganda del progresismo argentino es realmente impresionante, por su funcionamiento coherente, coordinado, preciso e implacable. Los creadores soviéticos del agitprop se sentirían orgullosos de comprobar la eficacia de sus discípulos criollos, que esta semana dieron una nueva muestra de sus habilidades con el escándalo montado para impugnar la presentación del doctor Abel Albino ante la comisión senatorial que examina la cuestión de la legalización y subsidio estatal del aborto. Digamos para empezar que la figura del doctor Albino, conocido local e internacionalmente por sus propuestas para combatir la desnutrición infantil, viene siendo objeto de una sostenida campaña de desprestigio por parte de quienes, con objetivos diversos, alientan las prácticas abortistas y procuran la destrucción de la familia tradicional. Los habituales portavoces progresistas comenzaron por impugnar la comparecencia de Albino en la comisión, pero enseguida vieron que podían utilizarla a su favor. El médico suele ser contundente en sus afirmaciones, y todo lo que debían hacer era encontrar alguna claramente contraria al ideario progresista para gritar “¡Lobo!”. La emboscada no les resultó fácil y tuvieron que conformarse con una expresión marginal al tema en debate, pero que supieron utilizar para provocar gran impacto. En un momento de su exposición, no dirigida al público en general, recordemos, sino a los senadores y otros profesionales, dijo que había que educar a los jóvenes en el amor y advertirles que el uso del preservativo no los protegía de nada, entre otras cosas porque el virus del SIDA era capaz de atravesar incluso la porcelana. Eso les bastó para armar el escándalo, con el auxilio de una columnista de Página/12, que hizo el gesto de retirarse ofendida cuando por su profesión de médica debía haber entendido que Albino se refería a los filtros de porcelana usados en los laboratorios para aislar virus y bacterias, mucho menos porosos que el látex de los preservativos. De inmediato comenzaron las tareas de apoyo: los bastoneros de la “gente de la cultura” azuzaron a sus huestes, los trolls armaron memes para poner al médico en ridículo, todo mientras una legión de comentaristas, columnistas y movileros ponía al aire una inimaginable cantidad y variedad de expertos y autoridades en virus, látex y porcelanas que impugnaban a Albino (ninguno con datos ni argumentos sino citando sospechosas sociedades científicas y más que sospechosos organismos multilaterales) y pedían poco menos que se le retirara el título profesional, malinterpretando deliberadamente los dichos del médico. El ministro de salud de la Nación se sumó a esa blitzkrieg infernal de agitación y propaganda, que sólo cedió al día siguiente cuando el perfil de Albino en Wikipedia fue convenientemente retocado para incluir la “escandalizada reacción de la comunidad científica”. Las opiniones de Albino no son nuevas, son conocidas y coherentes: defensa de la familia tradicional, heterosexual y estable, como marco ideal para la crianza saludable, física y emocional, de los hijos. Tienen el inconveniente de ir en contra de la ideología de género, plato infaltable en el menú progresista porque le asegura la asistencia pecuniaria de sus patrocinantes, los ingenieros de un nuevo orden mundial en el que la familia no tiene lugar. –S.G.

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