Volver al futuro

La elección del 22 de noviembre nos instaló de golpe y porrazo en una dimensión a la que ya nos habíamos desacostumbrado: el futuro. Los fundadores de la Argentina, y quienes más tarde vienieron a compartir su aventura, tenían el alma grávida de futuro. Su presente eran batallas, trabajos, rigores, nostalgias, pero la mirada estaba puesta en el horizonte. Eran tiempos de sueños, de libertad, de creación, de construcción. Las empresas familiares llevaban nombres como “El porvenir”, “La nueva Argentina”, “La esperanza”, “El sol argentino”, “El progreso”, “La victoria”, “El orden”, que reflejaban el temperamento general. Después vinieron otros tiempos: de liberales y anarquistas nos convertimos en conservadores y sumisos. Para manipularnos a gusto, políticos corruptos nos convencieron de que el futuro no era una oportunidad sino una amenaza, de que el mundo no era un socio potencial sino un enemigo, de que proteger era más importante que construir, que la sumisión era el precio razonable de la seguridad. En ese clima cerrado, asfixiante, estéril, el reparto pasó a ser más importante que la creación, y la envidia, el encono y el resentimiento marcaron el tono de nuestros vínculos sociales

El gobierno que termina, el más inepto, corrupto y mentiroso de nuestra historia, se mantuvo durante doce años en el poder llevando ese clima acobardado y medroso hasta el paroxismo, y cuando se vio en peligro intensificó todavía más su campaña de miedo y extorsión: “Si no nos votás vas a perder lo poco que tenés, que es lo que nosotros te damos”. La mayoría de los argentinos, entre ellos muchos cuya subsistencia depende en buena medida de la asistencia estatal, prefirieron la libertad, el riesgo, la aventura, prefirieron imitar a sus antepasados y poner la mirada en el horizonte, prefirieron confiar en sus fuerzas. Prefirieron el futuro.

Mauricio Macri, el presidente electo, tiene por delante su propia aventura. Dos mujeres le facilitaron el camino hacia el lugar donde hoy se encuentra: Elisa Carrió, estratega del juego de alianzas que le dio sustento político, y María Eugenia Vidal, heroína de la revolución de Octubre, cuya inesperada victoria en la provincia de Buenos Aires fue la condición de posibilidad del resultado electoral del 22 de noviembre. Macri tiene ante sí una oportunidad histórica, para sí mismo y para la Argentina toda. Puede lanzar la Nación hacia el futuro, puede impulsar ese despegue que todos vemos como posible e inminente pero que nunca se materializa, puede despertar las fuerzas y capacidades dormidas, mal aprovechadas, desperdiciadas de un territorio singularmente fecundo, y de una población raramente inteligente, creativa y entusiasta. Si lo logra, se convertirá, junto con Raúl Alfonsín, en otro de los padres refundadores de la República. Es esto lo que enlaza el momento presente con 1983, como dice Carrió.

“Quiero ser el canchero de la Argentina” –dijo Macri en una de las varias entrevistas ofrecidas tras su triunfo electoral, más suelto, más libre, menos presionado–. “No canchero en el sentido de ‘piola’, sino el que cuida la cancha, el que corta el pasto, pinta las rayas blancas y coloca los banderines, para que los jugadores puedan jugar.” La imagen, popular y futbolera, fue auspiciosa. Macri no se imagina como un jefe, o un líder, sino como un facilitador, alguien que prepara y asegura las condiciones para que los demás puedan hacer su juego, dejar correr la imaginación, perseguir sus sueños, luchar por el triunfo. En cierto modo, nada muy distinto de aquel sencillo “paz y administración” con el que otro argentino, Julio A. Roca, posibilitó que el país se organizara, creciera en riqueza e igualdad de oportunidades y se ubicara entre las primeras potencias del mundo. ¿Quién dice que no podemos repetir la experiencia, que no podemos volver al futuro?

–Santiago González

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6 opiniones en “Volver al futuro”

  1. Desde el resto de América nos felicitan, nos auguran éxito y confían que este cambio influirá positivamente dentro del continente. ¡Hemos llenado de esperanzas a nuestros vecinos!

    1. Creo que en varios lugares, especialmente en Brasil, se estará mirando con atención el proceso que se abre en la Argentina. Para Venezuela, es una luz de esperanza.

  2. Lamentablemente, el gobierno saliente (con evidente satisfacción de sus votantes y seguidores, a juzgar por sus reacciones en las redes sociales) está haciendo todo lo posible por hacer todavía más difícil el comienzo de la gestión del nuevo. No entiendo qué mecanismos utilizan para hilvanar una lógica donde convivan sus acusaciones de golpismo y desestabilización hacia terceros con los actos del gobierno que los representa. El daño es para todos y cuatro años de sufrimiento son mucho tiempo, sólo por la vergonzosa ambición de retomar el poder en 2019. Espero que el nuevo gobierno tome medidas enérgicas para contrarrestar el boicot a la voluntad popular que el FpV ya ha comenzado.

  3. Clarísimo.
    Esta nota completa el arco de sus editoriales.
    Los mejores psicólogos afirman, de una manera u otra, que la dimensión que le confiere significado a la vida individual y colectiva es la dimensión futura.
    Sin esa dimensión, la que apunta a un horizonte, el pasado y el presente carecen de significado, se cristalizan, se momifican, y pierden su potencialidad inspiradora e impulsora, pierden significado.
    Los K, con la excusa de “liberarnos de la dependencia externa”, intentaron montar un monopolio político para asegurarse un “régimen de dependencia interna”. No son otra cosa que un grupo de súper parásitos: chupasangre improductivos ideológicamente disfrazados de progresistas.
    Ahora se logró un parto político, pero está amenazado (explícitamente) por los parásitos comocionados por el sacudón y el consiguiente desprendimiento. Si un gobierno republicano logra instalarse y reorientarlo todo hacia el futuro, entonces podríamos agregar a una tercera mujer como facilitadora paradógica: Cristina Fernández; porque habría facilitado el retorno de la democracia republicana y federal – sin desearlo, sino todo lo contrario – por haber agotado paroxísticamente la experiencia populista. Fernández se haría merecedora en el Panteón de la Patria, a una estatua de plomo.
    Pero…me parece que vamos a tener que salir a la calle para que lo entienda.

  4. Los días previos a la elección surgió en mi mente que la elección era entre seguir en una adolecencia o asumir la adultez , es decir, dejar el confort de un líder paternal, el confort de poder echarle la culpa al otro, al gobierno, al mundo, o, asumir responsabilidades, trabajo, y todo lo bueno que viene relacionado: crecimiento, progreso, confianza y seguridad.

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