Una teoría conspirativa

El cinematográfico relato oficial de los Estados Unidos sobre las acciones que les permitieron verse cara a cara con su enemigo público número uno, Osama bin Laden, presenta tantos cabos sueltos e incongruencias como los tuvo en su momento el relato de los hechos ocurridos en aquel fatídico 11 de septiembre de 2001, cuya responsabilidad última se atribuye a Osama.

Las más caprichosas teorías conspirativas suelen florecer en los resquicios de la información incompleta o distorsionada: eso ocurrió hace 10 años y va a ocurrir nuevamente ahora. Lo que resulta atroz para el ciudadano común es que alguna de esas teorías va a estar cercana a la verdad, pero tal vez nunca pueda saber a ciencia cierta cuál.

La operación de inteligencia que condujo al escondite de Osama pudo haber sido brillante, como pudo haberlo sido la acción militar desarrollada en consecuencia, pero la manera como la Casa Blanca presentó el caso a la opinión pública de su país y del mundo ha sido de una chapuza increíble. Por ahora, la única certeza es que Osama desapareció de la escena mundial.

La versión oficial no ha podido explicar hasta ahora satisfactoriamente lo ocurrido dentro de la “mansión” –en realidad una casa grande de calidad bastante pobre– que habitaba Osama. Habla de un tiroteo, pero no dice quiénes intervinieron en él. Dado que uno de los dueños de casa y un hijo de Osama cayeron abatidos, cabe pensar que ofrecieron alguna clase de resistencia.

Pero difícilmente los habitantes de la casa mencionados en los informes oficiales puedan ser descriptos como combatientes en condiciones de enfrentar a los Navy Seals, perfectamente armados y entrenados. En cuanto a Osama, Washington dijo primero que estaba armado y murió en un intercambio de disparos, pero luego se desdijo y afirmó que no estaba armado.

El jefe de la CIA Leon Panetta dijo que Osama había hecho “algunos movimientos amenazantes” que “representaban una clara amenaza para nuestros muchachos”. Pero no explicó cómo una persona desarmada puede representar una clara amenaza para un pelotón de soldados armados y entrenados.

La primera versión de los acontecimientos dijo que había existido un intercambio de disparos entre los que irrumpieron en la casa y sus residentes. Pero fuentes oficiales dijeron el miércoles a la NBC que sólo un hombre abrió fuego cuando llegaron los Navy Seals, y fue abatido junto con su esposa. El otro hombre y el hijo de Osama, también asesinados, no estaban armados.

Fuentes paquistaníes dijeron primero que los estadounidenses se habían llevado consigo a alguien con vida, cosa que Washington desmintió. Luego pusieron en boca de una hija de Osama de 12 años, que está herida en un hospital, la versión de que los Navy Seals habían capturado con vida a Osama, y luego lo ultimaron delante de sus familiares. Washington todavía no respondió.

Otras incongruencias tienen que ver con los helicópteros que intervinieron en la operación. Primero se dijo que eran dos, luego que eran cuatro, y que dos habían quedado de reserva no se sabe dónde. Para el New York Times, que se basa en testigos, fueron tres. Los paquistaníes dicen que dos de los helicópteros pertenecían a sus fuerzas armadas.

Washington ha insistido en que Paquistán no fue informado anticipadamente, pero fuentes de la inteligencia paquistaní afirman que fue una operación conjunta. No se sabe cómo dos, tres o cuatro helicópteros pueden haber entrado y salido sin ser detectados de Paquistán, que, como potencia nuclear, debe tener algún grado de sofisticación en la protección de su espacio aéreo.

Hay otras incoherencias, pero el único aspecto del relato oficial que no deja lugar a controversias es el que afirma que Osama fue asesinado. Aquí la narración es precisa al señalar que el líder de al Qaeda recibió un disparo en el pecho y otro en un ojo, que su cadáver fue conducido a un portaaviones de la armada, y que allí, con respeto al rito musulmán, fue sepultado en el mar.

Sin embargo, éste es el punto que más dudas plantea. ¿Es posible pensar que una acción, minuciosamente planeada y ensayada desde agosto de 2010, pueda tener como único objetivo la venganza, liquidar al villano? ¿Teniendo la posibilidad de capturar a Osama vivo, como aun con sus contradicciones el relato oficial deja ver, tiene sentido liquidarlo en un elemental “ojo por ojo”?

La preocupación mayor de los Estados Unidos es el terrorismo islámico, no la venganza contra Osama. Y Osama vivo constituye una verdadera enciclopedia al respecto, una fuente incomparable para llenar los baches y poner orden en toda la información que Washington dice haber recogido de la casa de Abbottabad, y toda la información que su inteligencia ya ha recopilado.

Esto lo sabe cualquier inspector de policía en plan de desbaratar una banda de delincuentes organizados; es imposible pensar que los organismos de seguridad estadounidenses hayan actuado de otra manera. Más aún ante la oportunidad de poder aplicarle a su cautivo, sin escrúpulos de conciencia, las técnicas de interrogación más extremas que imaginar se pueda.

Por cierto, la versión de la muerte de Osama es muy conveniente para consumo del ciudadano estadounidense, como lo demuestra su espontánea reacción ante la noticia. Y también es conveniente como mensaje al mundo árabe, más allá de cualquier ataque de represalia que pueda sobrevenir, para cortar de cuajo eventuales aunque improbables disturbios populares generalizados

Si los Estados Unidos capturaron a Osama con vida, es lógico entonces que no lo digan, y reclamarles transparencia en esto sería una ingenuidad. Pero en todo caso, su relato debió haber sido planeado con igual cuidado que la operación, de modo de no dejar flancos abiertos a las especulaciones, a teorías conspirativas como la que acabamos de exponer.

 –Santiago González

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