“Confinado por la estrechez de miras, el sectarismo, los resentimientos, la falta de información y, en muchos casos, el interés económico de los que sirven al Gobierno o a sus detractores, el debate político se cristaliza y se torna cada vez más agresivo. Podría sintetizárselo así: para el kirchnerismo duro estamos ante una conspiración del mercado (o de los “sectores concentrados”), con el objetivo de destruir los logros de una década de redistribución del ingreso y mejoras sociales; en ese complot participan desde banqueros hasta comerciantes chinos, desde radicales hasta comunistas, desde amas de casa hasta intelectuales, basta que señalen defectos de la política oficial o, simplemente, la padezcan. Del otro lado, los críticos más severos del Gobierno no están dispuestos a reconocerle ningún logro, haciéndolo responsable de todos los males, que generarán, según ellos, un apocalipsis en pocos meses. No existe conciliación posible, rige la ceguera para los argumentos del contrincante.” –Eduardo Fidanza, en La Nación, 1 de febrero de 2014