El relato cambia de forma

“Yo sé que por mi forma de ser, por ahí soy dura con mis palabras. Si a alguno le ofende mi estilo y mi forma de hablar le pido perdón”, dijo la presidente durante los festejos del 25 de Mayo. Un pedido de perdón por parte de alguien que lleva el apellido Kirchner es algo inédito y digno de atención. La atención revela que en dos oraciones aparece dos veces la palabra forma: mi forma de ser, mi forma de hablar. El kirchnerismo, es cierto, le da mucha importancia a las formas; es más, podría decirse que el kirchnerismo es forma; la sustancia es el robo, el delito organizado. Las formas kirchneristas sólo fueron concebidas como pantalla, como cobertura del fondo, como distracción para apartar la atención del fondo y llevarla a la forma: el pretendido debate ideológico, el supuesto proyecto nacional, el declamado igualitarismo, el nacionalismo verbal. La presidente pidió disculpas por las formas, pero omitió hablar del fondo. Por eso los diversos actos de contricción que protagonizó durante la fecha patria –además del pedido de perdón, su regreso al Tedeum en la Catedral Metropolitana, su disposición al diálogo– no resultaron creíbles. Pidió perdón por las formas pero no pudo evitar reincidir en ellas. Insistió en la idea de un impreciso enemigo interno que acecha y amenaza a los argentinos: “Vinimos a torcer un camino que nos querían imponer”, “Algunos quieren boicotear, algunos quieren dividir y enfrentar”, “No pueden contar sus ideas, que no les convienen a las grandes mayorías”. Nunca dijo a quiénes se refería, pero la plaza pareció entenderla porque respondió vociferando amenazas contra los ubicuos gorilas. La presidente insistió también en su disposición a dialogar… con los que manejen las mismas formas que ella: “No me interesa la unidad para volver atrás”, dijo. ¿Atrás de qué? Antes lo había dicho claramente: “El 25 de mayo de 2003 vinimos a torcer un camino”. Es posible dialogar, entonces, pero en términos kirchneristas. “Planteo la necesidad de que esta generación formule un nuevo proyecto de país, que tenga sus cimientos en ese 25 de mayo del 2003”, insistió. Pedido de perdón y reincidencia en el mismo discurso. La presidente nunca creyó en lo que decía: lo suyo fue un esfuerzo in extremis por sostener el relato, ya no apuntalándolo con el recitado de logros imaginarios porque la realidad ya no resiste esa clase de fantasías, sino pintándolo con los colores de la humildad, el arrepentimiento y la disposición a escuchar correspondientes a su nueva etapa “franciscana”. El relato encubridor que anteriormente enarbolaba las rojas banderas de la revolución social y la patria grande ahora debe prenderse desesperadamente y con alfileres a la blanca sotana papal, por lo pronto para llegar al 2015 y para tratar de zafar de la cárcel después. “Quiero en este 25 de Mayo apelar al amor por el otro”, “Les pido que no angustien más a los argentinos, que ayuden a construir esperanza, que no asusten. Ayuden a generar fe”, “Jesucristo se atrevió a cambiar las reglas preestablecidas y eso es lo que nosotros hemos hecho en estos años”. Frente a la Catedral donde se celebraba el Tedeum, y donde Cristina estaba vestida como Francisco, algunos llevaban todavía pancartas con la imagen del Che: nadie se ocupó de avisarles que había llegado la hora de reemplazarla por la del Papa.

–Santiago González

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