Camboyanos disconformes

Nota de archivoEl gobierno militar argentino decidió recibir un número de refugiados camboyanos que escapaban de las sangrientas matanzas del régimen comunista de Pol Pot. Algunos no quedaron conformes con las condiciones de vida que encontraron. Publicada originalmente en el diario La Prensa de Buenos Aires.

Unos treinta y cinco camboyanos se encontraban anoche instalados frente al edificio del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados  en esta capital, a la espera de que las autoridades les aseguren mejores condiciones de trabajo.

Personal policial custodiaba a los manifestantes, unos 15 adultos, hombres y mujeres, y una veintena de niños pequeños que tomaron ubicación con todas sus pertenencias en el pórtico del edificio de Suipacha 280, donde se encuentran las oficinas de las Naciones Unidas.

Uno de los miembros del grupo, en dificultoso castellano, dio a entender que no deseaban irse del país sino que las autoridades les asegurran mejores condiciones de trabajo, al parecr disconformes con las que se les habían ofrecido.

El grupo se instaló en el lugar en las últimas horas de la tarde de ayer, y desde entonces hasta ya entrada la noche ninguna autoridad nacional ni de las Naciones Unidas parecía haber tomado cartas en el asunto.

La policía dijo que se limitaba a custodiarlos para prevenir cualquier accidente, dada la cantidad de niños de corta edad en el lugar. Los camboyanos, por su parte, permanecían pacíficamente sentados en el suelo.

De las declaraciones formuladas por el portavoz del grupo se pudo entender que los hombres trabajaban en una empresa metalúrgica de Villa Ballester, y estaban disconformes con el trato y el salario recibidos.

El vocero, un hombre de unos 30 años, exhibió un recibo de sueldo según el cual en mayo del año pasado recibía 29 millones de pesos viejos por quincena. Agregó que esa cantidad se había ido incrementando hasta 59 millones en diciembre, e insistió en que no le alcanzaban para vivir.

También dio a entender que los camboyanos se sentían discriminados en el trato recibido de sus patrones, en comparación con los operarios argentinos. Manifestó que a los argentinos se les toleraba llegar tarde y ciertas pausas en el trabajo.

Otra de sus demandas se refería a la reducción del horario semanal de trabajo, lo que se traducía en menores remuneraciones.

Insistió en que no deseaban irse del país, sino encontrar un buen empleo que les permitiera contar con vivienda y alimentación adecuadas, y educación para sus hijos.

Agregó que no les resultaba agradable pasar la noche en el lugar, y que esperaban que el “señor grande” (por las autoridades) resolviera su situación.

El vocero dijo que un hermano suyo que se encontraba en Francia y otros conocidos que habían marchado a los Estados Unidos disfrutaban de mejores condiciones de vida, según las cartas recibidas de ellos.

Agregó que trabajaba como operario industrial, como lo había hecho antes en Camboya, cortando, soldando y pintando metales, y dijo que las personas que se encontraban con él se desempeñaban en la misma empresa.

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