Publicidad y familia

Una nota del diario La Prensa recordó recientemente aquel famoso éxito televisivo llamado La familia Falcón, que arrancó por la pantalla del canal 13 en 1962 con la voz clara y potente de Estela Raval cantando “Juntitos, juntitos… / Un padre con su esposa, / cuatro hijos / y hasta un tío solterón”. Eran los años dorados de la clase media, y la serie reflejaba en tono de comedia sus pequeños problemas cotidianos.

El programa había nacido de la necesidad publicitaria de la automotriz Ford, cuyo modelo Falcon proyectaba como hito de un ascenso social cuyo primer peldaño era el ubicuo Fíat 600. Por sus dimensiones, y su precio, era el auto para la familia ya consolidada, y Ford necesitaba de una historia doméstica con esas características para promover su modelo.

Desde que la televisión se convirtió en el vehículo publicitario por excelencia, los vendedores de productos y servicios dirigidos a la familia y el hogar -desde flanes, dentífricos y detergentes a lavarropas y cuentas bancarias- procuraron, como lo hizo Ford entonces, ambientar sus promociones en escenas caseras con la presencia protagónica de papá, mamá y los chicos.

Desde hace poco, sin embargo, la familia viene desapareciendo de esa clase de publicidades. Si prestamos atención, vemos que donde antes había padres e hijos hay ahora personas solitarias, parejas de homosexualidad desde levemente insinuada hasta proclamada con aire de desafío, chicos que parecen habitar hogares monoparentales porque en la mayoría de los casos sólo se los ve acompañados por la mamá o por el papá.

Estos cambios en la manera de concebir los mensajes publicitarios podrían obedecer a dos razones: o bien las grandes corporaciones que ordenan esas campañas se han convencido de que la familia tradicional de clase media marcha camino de su extinción, o bien por cuestiones de corrección política se han sumado a la promoción de la ideología de género.

Me inclino por la segunda: los CEOs le tienen más miedo a las minorías intensas que a las mayorías silenciosas. Lo cual no los disculpa: por convicción o por estupidez se han hecho cómplices de un ataque planificado contra la familia, célula de la sociedad para los laicos, reducto de sacralidad para los creyentes.

Al escoger productos en las góndolas del supermercado, al tomar decisiones de consumo, las minorías silenciosas pueden darles respuesta. Entonces sabremos si el fuego del hogar aún arde, si la Sagrada Familia, como modelo y símbolo de un pacto trascendente, mantiene aún la fuerza que atravesó milenios. -S.G.

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