Peronismo eterno

El proyecto Cristina eterna está en plena marcha, desmalezando el camino hacia las elecciones legislativas y la reforma constitucional. El gobierno sabe muy bien que por fuera del justicialismo no tiene oposición capaz de perturbarle el sueño. Los retos de cuidado, como de costumbre, provienen de las propias filas. La táctica favorita del peronismo ha sido siempre generar su propia oposición, y así mantenerse en el poder el mayor tiempo posible. Pero el kirchnerismo no se reconoce cabalmente peronista, ni parece dispuesto a bailar esa clase de minué con los compañeros. El kirchnerismo va por todo, y todo es todo. El primer paso del proyecto Cristina eterna, entonces, apunta por lo tanto al aniquilamiento o neutralización de cualquier brote de disidencia peronista. Empezó por el jefe de la CGT Hugo Moyano, a quien venían hostigando y humillando desde antes de las elecciones del año pasado. El deterioro de la situación económica y el malestar de la calle le sugirieron al camionero que había llegado el momento de plantarse y cobrárselas todas juntas. Pero en una operación tan rápida como eficaz, el kirchnerismo le fue cortando uno a uno todos los apoyos, y Moyano se encontró prácticamente solo ante una plaza raleada y sin mucho que decir más que invitar a la presidente al diálogo en nombre de las banderas peronistas. El oficialismo confía en enturbiar todo lo posible la próxima renovación de autoridades de la CGT de manera que Moyano quede fuera o apenas al frente de una facción. El objetivo es ahora el gobernador Daniel Scioli, que osó proclamar su eventual aspiración a la presidencia en el 2015 y desde hace rato goza de mayor imagen positiva que la presidente. El kirchnerismo optó de entrada por el ahogo económico: dejarle la provincia sin fondos a fin de generar la mayor irritación entre la gente, paralizar la obra pública y el pago a proveedores, y provocar la reacción de los sindicatos ante las dificultades para cobrar sueldos y aguinaldos. Como para marcar diferencias, el intendente K de Lanús, Darío Díaz Pérez, recibió al mismo tiempo considerable apoyo de la Casa Rosada para la construcción de un enorme complejo comercial y de viviendas en Valentín Alsina. Díaz Pérez, que no entiende mucho de sutilezas, tardó menos de 48 horas en convertirse en amplificador de unas expresiones terriblemente despectivas de la presidente respecto del gobernador. La respuesta de Scioli fue igualmente rápida, y en términos que lo colocaron sin escándalo en las antípodas de la presidente: con gran tranquilidad reivindicó un buen diálogo con Cristina y desestimó tanto las versiones agraviantes como a sus portadores; reconoció las dificultades económicas por las que atraviesa su provincia, y sin culpar a nadie ni quejarse puso a la vista números que son toda una acusación; ofreció una conferencia de prensa y respondió preguntas, y dio ejemplo de austeridad al anunciar la venta de aeronaves de la gobernación. No mostró a su lado al díscolo vice Gabriel Mariotto sino al invitado Jorge Telerman, sugiriendo que hay otros peronistas detrás de su figura. Y los hay, por cierto, a juzgar por los apoyos que viene recibiendo el gobernador. Aun es temprano, sin embargo, para saber si Scioli estará en condiciones de poner un freno al proyecto Cristina eterna, pero en todo caso el asunto no tiene demasiada importancia. Porque Scioli en modo alguno significa un freno al proyecto peronismo eterno, que es en definitiva el verdadero azote del país.

–S.G.

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