Patria o buitres

Patria o buitres. El kirchnerismo cree que voceando esa consigna mejora su raído perfil, y a lo mejor lo logra. Sabe, como supieron los militares en su momento, que la patria es uno de nuestros límites, sentimentalmente hablando. Límite sentimental, no inteligente. Emocional, no racional. Mientras desde el balcón veo caer la tarde sobre esta calle de Buenos Aires, una tarde gris y helada de invierno, trato de apartar los sentimientos y las emociones. ¿Quiénes son los buitres? Unos señores que tienen unos pagarés firmados por el Estado argentino, y pretenden cobrarlos. No es plata que hayan prestado ellos, es plata que prestaron otros de buena fe al Estado argentino, gente que se negó a aceptar que por cada 100 pesos prestados les devolvieran 30, a pagar en las calendas griegas. Prefirieron conservar sus pagarés originales, y en todo caso venderlos ellos mismos, probablemente con mayor descuento pero al contado. Se los compraron los buitres, que tienen todo el dinero del mundo para contratar abogados y todo el tiempo del mundo para esperar que la justicia les de la razón, como no puede ser de otro modo, y cobrar 100 pesos de cada 100 comprometidos en el pagaré. Mientras pienso estas cosas veo abajo, en la calle, un señor mal abrigado, flaco, con la piel curtida por todos los inviernos y todos los veranos, que escarba en un recipiente de basura en busca de papeles o algo que pueda convertir en algunas monedas. Pienso en el Estado argentino acorralado por impiadosos acreedores extranjeros, en su población arrojada a niveles desconocidos de pobreza, indigencia y marginalidad. Patria o buitres, ¿de qué lado estar? Trato de apartar una vez más las emociones, pero me resulta difícil porque no puedo olvidar las veces en que el Estado argentino saqueó nuestros ahorros, mediante el recurso artero y reiterado de la inflación, y, cuando eso no le fue suficiente, mediante el manoteo directo y desembozado, convirtiendo los pesos en bonos a cobrar en el futuro, y los dólares en pesos devaluados. Y no puedo olvidar tampoco el saqueo de los fondos acumulados en las cuentas de jubilación privada, ni el saqueo de los fondos de las jubilaciones públicas, aplanadas hasta caer por debajo del nivel de subsistencia. ¿Cuántas veces imaginé contar con una justicia que dijera una cosa tan simple como que lo mío es mío, y que el que me lo quitó o me lo debe está obligado a compensarme? ¿Cuántas veces deseé haber tenido el poder que tienen los buitres para poner de rodillas a esos confiscadores insaciables? Patria o buitres. Si el gobierno insiste en llamar buitres a quienes reclaman lo suyo, entonces estoy del lado de los buitres; experimento un placer inconfesable al ver las tribulaciones de los políticos acosados en los tribunales extranjeros que ellos mismos eligieron, presos de las cláusulas que ellos mismos firmaron: los buitres son mis vengadores. ¡Yo soy un buitre! En la calle, el señor sigue revolviendo el contenedor: ya rescató un pequeño montón de diarios, un par de libros encuadernados, y está examinando algo electrónico que parece una disquetera o una compactera… Malditos buitres, mi venganza no vale el sufrimiento de ese hombre, de su familia si la tiene. No debo dejarme arrastrar por las emociones. Tengo que razonar. Tengo que ver las cosas friamente. Patria o buitres. Si la palabra patria significa algo, ese algo es el lazo que me vincula con el señor que revuelve la basura, mi compatriota. Tengo que pensar las cosas también desde su lugar, no sólo desde el mío. Él y yo somos los que en definitiva vamos a pagar las deudas del Estado argentino, ya las estamos pagando, aunque la carga pese mucho más sobre sus hombros que sobre los míos: él discrimina desperdicios, descarta la compactera, en una noche helada, yo lo veo desde el abrigo de mi departamento. Él y su familia ya no tienen educación ni salud ni transporte ni energía ni vivienda ni justicia; yo y mi familia todavía –¡todavía!– estamos a salvo de la exclusión. Los dos sin embargo estamos atrapados en una ecuación inexorable: los dos somos buitres, en tanto acreedores silenciosos de un Estado que nos ha despojado, o que no nos ha proporcionado lo que está obligado a darnos porque nos cobra para darlo; los dos somos patria, en tanto deudores de quienes reclaman lo que es suyo. En última instancia, acreedores de nosotros mismos, deudores de nosotros mismos. Patria y buitres. Patria o buitres es un dilema falso. A menos que por buitres entendamos los buitres de dentro, esa mafia que se apoderó del Estado, que nos viene metiendo la mano en el bolsillo desde hace generaciones y que, no contenta con eso, pide prestado afuera y nos pone a nosotros como garantía. Y a menos que por patria entendamos ese lugar donde el cartonero, que ahora se aleja con el puñado de diarios y los dos libros, y yo mismo podamos recorrer el camino de la vida decente, donde las deudas se pagan y la propiedad se respeta y los méritos se reconocen y la gente puede ir construyendo su vida, progresando a su ritmo, creciendo según sus fuerzas. La Argentina ya recorrió ese camino, debería saber a esta altura que es el único que lleva a alguna parte.

–Santiago González

 

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2 opiniones en “Patria o buitres”

  1. Me emocionó mucho el artículo por lo cierto y crudo de algunas palabras. Me emocionó por la realidad que transmite y por muchas cosas que dice. Es un fiel retrato de nuestro país y todo lo que nos acontece. Muy bueno. Lo estoy recomendando.

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