El cuco del default

Los kirchneristas sólo se ven aventajados en estupidez por los antikirchneristas. En esta emergencia con los acreedores, la oposición verbal le regaló al oficialismo la épica de la defensa de la patria y de la lucha contra la usura internacional, tan grata a un electorado que desde hace varias generaciones viene siendo tenazmente educado en el populismo y el progresismo. No es raro que, según algunas encuestadoras, la presidente haya mejorado su imagen desde que se declaró en guerra contra los fondos buitres. Cualquiera sea el rumbo que tomen las cosas a partir del último día de julio, Cristina se va a quedar con un triunfo en la mano: si el juez Thomas Griesa concede la cautelar, por propia voluntad o a pedido de los acreedores, el gobierno va a proclamar que ganó la pulseada, y si se vence el plazo sin que haya un arreglo, la presidente se va a victimizar, va a decir que no tuvo alternativa para salvar al país de las consecuencias de la cláusula RUFO, y va ponerse al frente de la epopeya de resistir hasta fin de año, cuando la fatídica cláusula dejará de tener vigencia. Esa epopeya va a ser sólo teórica, porque en los hechos la caída en default va a carecer de consecuencias palpables. Se va a plantear una situación extraña, en la que la peor parte la va a llevar el juez Griesa. Mientras la Argentina siga depositando sus obligaciones en el Banco de Nueva York estará demostrando en los hechos su voluntad de pago, y las iras se encaminarán hacia el despacho del anciano magistrado. En estas condiciones el default no va a significar mucho más que algunos titulares escandalosos en los diarios del mundo, que en condiciones normales serían lesivos para los intereses argentinos, pero que en las circunstancias actuales no van a cambiar mucho las cosas: la Argentina carece de una política exterior en general y de una política comercial internacional en particular, ha perdido relevancia política y económica entre las naciones del mundo, con la sola excepción de China, que no se va a alarmar mucho con esas tonterías. Si la Argentina tuviera competidores, un default sin duda le sería perjudicial. Pero la Argentina ya no compite con nadie: perdió su lugar privilegiado en los mercados de carnes y granos, y sólo le queda la soja, prácticamente con un cliente único. Para decirlo de otro modo, estamos tan mal que difícilmente podríamos estar peor. Los opositores al kirchnerismo, que están agitando el fantasma del default en términos apocalípticos y considerando con demasiada liviandad los riesgos de la cláusula RUFO, van a emerger de esta encrucijada con menos credibilidad que el pastorcito mentiroso. –S.G.

 

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