Patagonia y Cataluña

Cuando personas poco confiables por su relación conflictiva con la ley denunciaron que la Gendarmería se había llevado a un tal Santiago Maldonado en ocasión de un conflicto por usurpación de tierras en la Patagonia, un gobierno bien plantado debió primero exigir pruebas sobre la presencia del presunto desaparecido en el lugar de su presunta desaparición, antes de disponer medida extraordinaria alguna más allá de la rutinaria averiguación de paradero. Pero el gobierno argentino encabezado por Mauricio Macri hizo exactamente lo contrario, y se dejó llevar por la lógica de los activistas en lugar de atenerse a la lógica de los procedimientos y las normas vigentes, ya que no a la suya propia. Cuando las irresponsables autoridades catalanas hicieron pública su voluntad separatista y anunciaron la realización de un plebiscito en busca de respaldo popular, un gobierno bien plantado debió haber dejado bien en claro ante el pueblo catalán cuál es el camino constitucional (si es que lo hay) hacia la desvinculación del reino, qué costo en metálico tendría para él esa desvinculación, y luego dejarlo ante la responsabilidad de elegir su camino. Pero el gobierno español de Mariano Rajoy hizo exactamente lo contrario, y se dejó llevar por la lógica de los sedicentes separatistas en lugar de atenerse a la lógica de los procedimientos y las normas vigentes, ya que no a la suya propia. El resultado, a ambos lados del Atlántico, fue el mismo. Con muy poco gasto, los revoltosos tuvieron su día de fiesta: hicieron sus marchas, provocaron la respuesta policial, y obtuvieron a granel titulares en los diarios y minutos de aire en la televisión, no sólo de sus respectivos países sino de todo el mundo, además de las habituales solidaridades compungidas de la constelación internacional de fachadas, ONGs y sellos de goma progresistas. Y no es que Macri o Rajoy sean particularmente tontos. Le temen sí a la dictadura de los progresistas sobre el sentido común, y creen que la van a exorcizar haciéndole el juego. Nunca lo logran y terminan sucumbiendo a las operaciones mediáticas que esas minorías intensas organizan para hacer avanzar sus fines. Los casos comentados son casualmente similares y apuntan a promover focos secesionistas distractivos y debilitantes en perjuicio de dos gobiernos que están sacando a sus países de agudas crisis y penurias sociales con relativo éxito. –S.G.

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