Mario “Malevo” Ferreyra (1946-2008)

El comisario Mario Ferreyra fue un hombre de frontera que construyó con sus actos su propia leyenda a fuerza de coraje personal, patrocinio político, y una buena dosis de calculada espectacularidad. Cuando entendió que esa leyenda estaba amenazada, prefirió quitarse la vida para preservarla.

Tuvo éxito. La noticia de su suicidio, anunciado y consumado frente a las cámaras de televisión en su casa de un pueblo tucumano, se propagó al instante por todas las redes de comunicación formales e informales, revelando cimas de interés poco frecuentes.

Una multitudinaria caravana acompañó sus restos hasta el cementerio, en una muestra de respeto y reconocimiento que hacía eco a los comentarios abrumadoramente favorables que recibía su persona en los foros de Internet, particularmente en Tucumán, donde más se lo conocía.

La leyenda del “Malevo” Ferreyra está instalada, y va a perdurar en la memoria de mucha gente como la historia de un hombre que le puso el pecho a las balas para defender la justicia, y al que esa misma justicia hostigó luego al punto de empujarlo a la muerte.

Es la historia de un hombre de servicio en la frontera, que vive en los límites entre el orden y el desorden, entre la ley y la ilegalidad, entre la civilización y la barbarie, y que inevitablemente se contamina del ambiente de uno y otro lado. Que crece al amparo del poder, y sucumbe cuando el poder le suelta la mano.

Cuando sus amigos le aseguraban que estaba adelantando el alambrado de la civilización y extendiendo el imperio de la ley, sus enemigos denunciaban sus métodos bárbaros y sus procederes poco legales. Ferreyra se reservaba para sí el crédito del coraje.

Los principales episodios relacionados con la vida del Malevo están envueltos en una nebulosa de versiones contradictorias, lo que no hace sino brindar tierra fértil para el desarrollo de la fantasía, tanto la que ensalza su figura como la que la denigra.

Se sabe por ejemplo que combatió en el monte contra los grupos guerrilleros que operaban en Tucumán en la década de 1970. En un reportaje aseguró haber dado muerte en combate al montonero Juan Carlos Alsogaray, hijo del general golpista Julio Alsogaray. Pero los montoneros dicen que Alsogaray fue capturado por los militares y asesinado posteriormente.

La investigación que condujo a su suicidio estaba relacionada con un caso de violación de derechos humanos durante el gobierno militar, pero nunca hubo pruebas firmes que vincularan a Ferreyra con la represión ilegal. Prudentemente, en esa época estuvo destinado a “servicios pasivos” nunca bien aclarados.

Sus acciones más resonantes en el terreno policial tienen el sello común de la muerte. Las balas del Malevo acabaron con Eduardo “Prode” Correa, un pesado del delito, con varios miembros de la temible banda de los Gardelitos, con otros tres delincuentes abatidos en el paraje Laguna de Robles, en la frontera con Salta.

En los tres casos fue investigado. En los dos primeros la justicia nada pudo comprobar. Pero en el tercero apareció un testigo, y Ferreyra fue condenado en 1993 a cadena perpetua. El Malevo sacó a relucir entonces una granada, amenazó con detonarla, salió caminando tranquilamente del tribunal entre los vivas de la gente y la pasividad policial, y escapó.

Las cámaras de televisión mostraron la fuga en vivo, y la leyenda sumó un nuevo capítulo.

El comisario se había ganado el reconocimiento de sus camaradas de armas cuando en 1990 se puso al frente de una revuelta policial y obtuvo aumentos de sueldo y otras mejoras para la fuerza. Pero también se había hecho enemigos cuando poco después acusó a una decena de oficiales por corrupción.

Lo que las denuncias sobre sus presuntos excesos en el cumplimiento del deber no habían podido lograr, lo logró ese dedo índice del Malevo apuntado contra policías que percibían coimas y sacaban partido de los negocios de la droga y la prostitución: lo separaron de la fuerza, y avivaron la causa que terminaría en su condena.

El Malevo anduvo un tiempo prófugo hasta que la policía de Santiago del Estero lo encontró. Hubo un tiroteo, y el comisario amenazó con matarse. A pedido de su esposa se entregó, y en la cárcel tuvo trato preferencial. El gobernador Antonio Bussi le redujo la condena en 1996, y finalmente quedó en libertad.

Desde entonces estuvo dedicado al cuidado de su pequeña granja y a ciertas actividades políticas, impulsadas por la lealtad pero sin consecuencias, en favor de su protector Bussi, quien había descripto al Malevo como “un hombre del orden y de la justicia” que había cometido excesos.

Unos fiscales tucumanos lo requirieron para aclarar ciertas acusaciones sobre violaciones a los derechos humanos, y mandaron la gendarmería a buscarlo. Ferreyra prefirió dejar una viuda y un huérfano antes que ver su foto como detenido nuevamente en el diario. De ahora en más, la leyenda no hará sino encumbrar su figura.

La historia del Malevo Ferreyra no puede separarse de la realidad de Tucumán, una provincia donde:

– las investigaciones sobre violaciones a los derechos humanos han tropezado con mayores obstáculos bajo cualquier gobierno que en ninguna otra.

– la prensa local, que mucho puede hacer para proporcionar datos fácticos sobre la vida de Ferreyra, ofreció en estos días una cobertura de pobreza vergonzosa.

– la policía y la justicia no han podido todavía esclarecer la suerte de Marita Verón, secuestrada en 2002 por una banda de traficantes de mujeres cuyo rastro sí pudo encontrar su madre.

Leyendas como la del Malevo Ferreyra crecen en la frontera, allí donde los límites entre la legalidad y la ilegalidad se mueven constantemente, o se vuelven borrosos. La frontera ya no es ese lugar lejano que creíamos haber expulsado hasta los confines, la frontera está más cerca, se cierra sobre nosotros, nos asfixia.

–Santiago González

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5 opiniones en “Mario “Malevo” Ferreyra (1946-2008)”

  1. En la época del Malevo, el ladrón, el asesino, el ilegal y los violadores TENÍAN TERROR de caer en la Brigada de Investigaciones. Sabían que la íban a pasar muy mal. Por eso, se le tenía respeto a la policía. El que no hacía nada andaba tranquilo, ¡el choro, no!
    Hoy los DDHH no lo hubiesen dejado trabajar. Así estamos y a los hechos me remito. Abran los diarios de Tucumán, o cualquier provincia y vean lo “linda” que está la calle.

  2. En realidad leer este relato lo muestra al Malevo como un héroe que fue traicionado por la justicia, como un hombre de ley . Y en realidad la ley jamás apoyaría los métodos de este tipo en sus tiempos de poder . Estamos viviendo tiempos difíciles pero tampoco podemos decir que este tipo era un hombre de ley, no siguió con los pasos de la ley que el juro representar, y por la cual vestía el uniforme, escapó de la justicia, se fugó, amenazó con una granada, pretendía escapar de un juicio . Y finalmente se mato sin cumplir con la justicia, así que por favor no hagamos de este tipo algo que no fue

    1. No recordaba en esta nota escrita hace diez años haber dicho que Ferreyra fuera un hombre de ley, la releí ahora y efectivamente no lo dije. Dije que era un hombre que había habitado en esa frontera borrosa que en nuestro paìs existe entre la legalidad y la ilegalidad, y que según el momento histórico se hace más ancha o más angosta.

  3. Es curioso, cuando no impresionante, cuán poco cambian los países en realidad. Cambian sus ciudades y calles, los usos del habla, algunas costumbres. Leo esta necrológica y no puedo dejar de pensar en Facundo Quiroga, otro bandido del norte, más execrado por su cronista que este.

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