«La del 2 de abril fue una operación militarmente admirable (aunque estas cosas no conviene decirlas en voz alta). Se aprovechó en forma brillante el factor sorpresa en tiempos de descarado espionaje satelital y del otro, el tradicional. Los argentinos en pocas horas reconquistaron el bastión sin el costo sangriento presumible. La operación que comandó el almirante Busser se estudia en muchas academias navales. La canallada vengativa hizo morir a Busser en “prisión domiciliaria”, sin condena alguna. (…) Después, la enfermedad argentina: dicen avergonzarse de semejante hecho, lloran oblicuamente y fuera de fecha a sus muertos, descubren que los gobernantes eran de facto y dictadores. (…) Es la Argentina pequeña, incapaz de reconocer sus pasiones y su euforia, incapaz de concederles la palabra gloria a sus muertos por la patria. Tan eufóricos en aquellas victorias como ambiguos después de la derrota. Lo más grave del episodio Malvinas no es haber perdido lo que con el tiempo sólo será una gran batalla, sino esto, la enfermedad de no saber defender lo que hicimos con la frente alta y con júbilo de triunfadores y ahora casi andar susurrando disculpas a los usurpadores, y abriendo paraguas que sólo cubren al interlocutor más poderoso.» –Abel Posse, escritor y diplomático, en Infobae, 2 de abril de 2017