Llenar el vacío

La presidente debe asumir plenamente la conducción del país, y la jefatura del justicialismo, y la oposición ofrecer a la ciudadanía algo más que una alternativa al estilo del ex presidente fallecido.

Esta semana se inicia una nueva, imprevista etapa en la vida política e institucional argentina, determinada por la súbita desaparición de Néstor Kirchner. La presidente deberá asumir plenamente la conducción del país, y tal vez la jefatura del justicialismo, y la oposición deberá ofrecer a la ciudadanía algo más que una alternativa al estilo del ex presidente fallecido.

En ambos planos, el vacío que genera la ausencia de Kirchner puede llenarse de manera tumultuosa y arrebatada, como un remolino de aguas que encuentran un cauce inesperado, o de forma ordenada e inteligente. Para el país, la diferencia es crucial y depende de la serenidad y sabiduría con que la clase política sepa interpretar el momento institucional y social.

Sin embargo, cualquier intento de avizorar el nuevo diseño del tablero político –esto hay que tenerlo en claro– terminará por arrojar más interrogantes que certezas. Entre nosotros, la política ha pasado a depender más de las personalidades que de los partidos, y resulta mucho más difícil prever el comportamiento de las personas que el de las organizaciones.

Comencemos por el kirchnerismo. En primer lugar, la presidente afronta el desafío de tener que gobernar por primera vez sin el concurso de su esposo. Capacidad y decisión no le faltan, ni tampoco colaboradores leales, pero por primera vez va a sentir que toda la responsabilidad cae sobre sus hombros, y eso necesita un tiempo de acostumbramiento, si no de aprendizaje.

Además de gobernar durante todo el año de mandato que tiene por delante, Cristina Kirchner deberá resolver sobre su futuro político. Nada indica en principio que vaya a renunciar a su opción de postularse nuevamente a la presidencia, y en ese caso tanto ella como su equipo tendrán que hacer una lectura cuidadosa de la situación planteada tras la muerte de Néstor.

El kirchnerismo en sí no existe políticamente sino como una vertiente del justicialismo. Carece de aparato y de bases propias. “La Cámpora”, la agrupación que lidera Máximo Kirchner, no es más que un puñado de jóvenes alborotadores. El camionero Hugo Moyano puede llenar un estadio de fútbol, pero no mucho más, y aún ese escueto aporte lo cobraría caro.

Cristina puede beneficiarse sin duda del “efecto Ricardito”, y atraer sobre sí las amplias simpatías populares movilizadas por la muerte de su esposo. Pero a diferencia de Ricardo Alfonsín, Cristina está gobernando, y las alternativas de su gobierno durante los próximos meses pueden alterar rápidamente, para bien o para mal, ese efecto.

Uno debe suponer que en el núcleo central del kirchnerismo existe la inteligencia suficiente como para darse cuenta de que con esos escasos haberes no se gana una elección. El kirchnerismo necesita del aparato partidario justicialista si quiere afrontar con posibilidades de éxito la contienda electoral del año próximo. Y la presidencia del partido está en sus manos.

Dentro del mismo espacio justicialista se encuentra el llamado peronismo federal, un nombre bonito para definir al peronismo no kirchnerista, o antikirchnerista. Pero también una sombrilla bajo la que venían cobijándose cada vez más caciques territoriales –gobernadores, intendentes- que veían al oficialismo encaminarse a una segura derrota en el 2011.

Muerto Kirchner, ese peronismo, que nunca pudo definirse de otra manera que por su oposición al ex presidente ni logró encontrar su figura de referencia, no tiene mucha razón de ser, y esto lo percibieron de inmediato sus figuras más destacadas. Hasta la semana pasada, podían imaginar la posibilidad de ganar una elección oponiéndose a Kirchner. Ese sueño es ahora imposible.

Así las cosas, parece evidente que kirchnerismo y justicialismo se necesitan mutuamente. Por lo visto en estos días, hay más predisposición entre los justicialistas a buscar un acercamiento con los kirchneristas que a la inversa. El círculo íntimo del kirchnerismo se mostró cerrado y receloso, pero en uno y otro espacio hay muchas personas en condiciones de tender puentes.

Probablemente, por convicción y como un gesto de homenaje y lealtad hacia su compañero desaparecido, Cristina no acepte renunciar a la retórica populista que caló en los miles de personas que expresaron su duelo en estos días.  Pero eso seguramente no será un problema para los justicialistas, que nunca fueron demasiado quisquillosos con las minucias ideológicas.

Más importante es la cuestión del liderazgo. El peronismo necesita una jefatura fuerte para moverse con eficacia, y Cristina deberá ejercer no sólo el gobierno sino la conducción partidaria, y no dejar dudas sobre quién es el que manda. Los moderados (Ítalo Luder, Antonio Cafiero) no funcionan en el justicialismo, y por otra parte tampoco funcionan de cara al resto de la sociedad.  

En el resto de la oposición, más precisamente en la Unión Cívica Radical y sus satélites, circula desde hace días la inquietante convicción de que “contra Kirchner estábamos mejor”. Dada la polarización de opiniones que generaba el ex presidente, simplemente pronunciarse en su contra aseguraba una cuota importante de simpatía ciudadana.

Ahora eso también cambió y el llamado panradicalismo va a tener que proponerle a la sociedad unos principios y un programa de gobierno atractivos si quiere competir con un peronismo eventualmente unido, con Cristina Kirchner a la cabeza. Esto, si bien lo miran, es una bendición. La fallida Alianza se constituyó apenas como un frente contra Carlos Menem y así le fue.

En parecido predicamento se encuentra el resto de las fuerzas políticas: el PRO de Mauricio Macri, la Coalición Cívica de Elisa Carrió, y el Proyecto Sur de Fernando Solanas. La provocativa, infatigable presencia de Néstor Kirchner en la escena política definía el valor de los demás en relación con él mismo. Ahora esos demás tienen que mostrar su valor intrínseco. Para el país, eso es bueno.

–Santiago González

Notas relacionadasEl renunciamiento.

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2 opiniones en “Llenar el vacío”

  1. Si la oposición no fuera ESTA oposición, me animaría a pronosticar una derrota por escándalo del kirchnerismo en las próximas elecciones, aun con el fantasma de NK empujando desde atrás en esta “cultura del aguante” que se ha instalado en Argentina desde hace unos años.
    Pero la oposición no ha encontrado, en ningún partido, alguien que sea capaz de erigirse como un “Primus inter pares”, lejos de eso creo que cada partido debe estar buscando quién puede ser el candidato “que mida más en las encuestas”.
    Se perfila un escenario similar al que dio nacimiento a la Alianza, todos juntos “contra”. Y no todos juntos a luchar por.
    La falta de programa político es común a todos los grupos, aun al Gobierno, lo que es peor.
    La única salida para la Argentina, es a largo plazo y con educación y llegara el día que los que ponemos el voto lo hagamos por quien mejor nos representa, y no por quien tiene mas posibilidades de ganarle a “…”.
    Lamentablemente falta mucho para eso y no estamos siquiera en el camino.

    Saludos

    1. Usted dio en el clavo. La fuerza de los hechos orientó los análisis a tratar de discernir qué hará la presidente en lo que le resta de mandato. Pero mucho más importante es preguntarse qué hará la oposición, aparte de entretenerse en el jueguito de armar candidaturas. Gracias por su comentario.

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