La otra central

La derrota del candidato kirchnerista en las elecciones de la CTA es mala noticia para Kirchner y buena para Hugo Moyano: la entidad gremial alternativa corre el riesgo de quebrarse.

El triunfo de la lista independiente encabezada por Pablo Micheli en las elecciones internas de la Central de Trabajadores Argentinos (CTA) constituye una nueva e inesperada derrota para el kirchnerismo, cuyo candidato Hugo Yasky debió recurrir a las impugnaciones y alegatos de fraude para enturbiar las aguas y disimular el fracaso, aun a riesgo de quebrar la entidad gremial.

Ese resultado es doblemente ominoso para el oficialismo, primero porque ocurre en el corazón mismo de la clase trabajadora, allí donde busca desesperadamente respaldos con vistas a los comicios presidenciales del 2011, luego de dar por perdida a la clase media, y segundo porque lo arroja en brazos de Hugo Moyano, el dueño de la CGT, que cobra caro cada gesto de apoyo.

Pero el riesgo de un quiebre en la CTA es también malo para la salud del país, necesitado de una central sindical que represente los intereses de los trabajadores, y no que los manipule en beneficio de una parcialidad política o económica, o las dos cosas juntas. En el panorama gremial del país, la CTA es hoy lo más aproximado al perfil deseable de esa función social.

La organización sindical alternativa comenzó a gestarse en 1991, como consecuencia directa de la pasividad de la Confederación General del Trabajo (CGT) ante fenómenos nuevos como la internacionalización de la economía, y el drástico golpe de timón dado por el gobierno de Carlos Menem en términos de política económica.

El 17 de diciembre de ese año casi 200 dirigentes sindicales de todo el país, en su mayoría pero no exclusivamente de gremios estatales, se reunieron en la ciudad de Burzaco para discutir un plan de acción. Participaron entre otros Víctor de Gennaro, Claudio Lozano, Delia Bisutti, Ariel Basteiro, Marta Maffei, Alberto Piccinini, y Roberto Feletti.

Allí produjeron una declaración donde están sentados los principios que animarían la creación y la actividad de la CTA en los años siguientes: 1) Autonomía sindical con respecto al estado, los patrones y los partidos políticos, 2) Democracia sindical, 3) Apertura a otras organizaciones que expresan las demandas de los sectores populares, y 4) Revalorización de la ética gremial.

Después de varias reuniones en el interior del país, en noviembre de 1992 se crea el Congreso de Trabajadores Argentinos y comienza la afiliación; en 1995 más de 150.000 trabajadores votan la primera conducción del CTA, y al año siguiente un congreso nacional de delegados decide la creación de una Central y busca el reconocimiento en pie de igualdad con la CGT.

Pese a que la legislación nacional lo permite, y pese a los continuos reclamos de la CTA, a las exhortaciones de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) y a fallos de la Corte Suprema en el mismo sentido, ni Menem ni Fernando de la Rúa, ni Eduardo Duhalde, ni Néstor Kirchner, ni Cristina Fernández la han reconocido como central sindical.

Aunque en la CTA conviven peronistas con izquierdistas de variado pelaje, la central ha mantenido en general una orientación socialcristiana, siguiendo la impronta de De Gennaro, que fue su secretario general desde la fundación hasta el 2006 y que mantiene frecuentes contactos con los sectores de la iglesia católica más preocupados por las cuestiones sociales.

En el 2006, De Gennaro resolvió dedicarse más a trabajar con las organizaciones sociales no gremiales que integran la CTA, y hubo que buscar un sucesor. Los principales aspirantes eran Edgardo Depetris, de notorias simpatías kirchneristas, y Yasky. De Gennaro le dio su bendición al dirigente de CTERA, el gremio docente.

Pero a poco de andar, se vio que Yasky mostraba una complacencia con el oficialismo que algunos consideraron excesiva. Obró de amable componedor en el conflicto que enfrentó al kirchnerismo con los docentes santacruceños en el 2007, y fue notoriamente tibio a la hora de defender a los trabajadores del INDEC, afiliados a ATE, el gremio madre de la CTA.

Los mejor intencionados creen que Yasky obró de esa manera llevado por la idea, tal vez sembrada en su cabeza desde la Casa Rosada, de que su buena conducta iba a tener como recompensa el reconocimiento de la CTA como central obrera. Sea como fuere, cuando llegó el momento de renovar autoridades Yasky abandonó a sus antiguos amigos y buscó la reelección.

Y creyó que la tenía ganada, orgulloso de que bajo su liderazgo la CTA hubiese logrado un mayor perfil público. “Fue uno de nuestros aciertos –dijo antes del comicio–. En la medida en que uno crece y tiene que definir rumbos de políticas públicas, hay que ocupar espacios de protagonismo, que hasta ese momento lo tenía siempre la CGT”.

Uno de esos “espacios de protagonismo” lo ocupó Yasky, por ejemplo, cuando se reunió con Néstor Kirchner y con el jefe de la CGT, Hugo Moyano, en la residencia de Olivos, para aprobar la movilidad jubilatoria, una foto que no cayó para nada bien en los militantes de la CTA que aún guardan fidelidad a los cuatro puntos de Burzaco.

“La CTA nació con la idea muy arraigada de ser autónoma del gobierno”, señaló Micheli en un reportaje preelectoral. “De éste y de cualquiera. Y Yasky es demasiado cercano al gobierno, no se diferencia de él. Para nuestros compañeros es muy visible la inclusión de los intendentes del conurbano y de gobernadores jugando en la campaña de Yasky”.

El jueves 23 de septiembre votaron unos 250.000 afiliados, sobre un padrón superior a 1.400.000, que no sólo incluye trabajadores sindicalizados sino también militantes sociales. Había unos 16.000 cargos en juego en todo el país. La CTA es una de las pocas centrales sindicales en el mundo cuyas autoridades son elegidas directamente por los afiliados.

Los candidatos parecían tener apoyos parejos, y en el oficialismo se daba por descontada la victoria de la lista encabezada por Yasky. Pero el caso de la dirigente social jujeña Milagro Sala, que siendo mimada del kirchnerismo había dado su respaldo a la lista de Micheli, anticipaba que la dirección del viento no era tan evidente como algunos pensaban.

Versiones de prensa no desmentidas indicaron que la noche misma de la elección, cuando los primeros cómputos indicaban que Yasky podía perder, desde el kirchnerismo le aconsejaron salir a cantar victoria, al tiempo que grupos ajenos a la CTA irrumpían en la sede gremial donde trabajaba la junta electoral, que atemorizada buscó otro lugar para reunirse.

El recuento de votos se supendió, menudearon las acusaciones mutuas, kirchneristas notorios como Carlos Heller y Martín Sabatella escoltaron a Yasky en sus reclamos, De Gennaro apareció junto a Micheli, y la CTA quedó envuelta en la peor crisis de su historia, nada casualmente inducida por el kirchnerismo, acostumbrado a romper lo que no puede controlar.

Al promediar la semana siguiente al comicio la junta electoral todavía no había podido entregar resultados definitivos, pero todos en la CTA reconocían el triunfo de Micheli. Yasky primero se proclamó ganador, luego dijo que la diferencia era mínima, luego que había fraude y que no iba a permitir que le robaran la elección, luego que no iba a aceptar los resultados que anunciara la junta, y por fin que sí los iba a aceptar.

Si Yasky no es kirchnerista, como insistió una y otra vez al acercarse la hora de la elección, por lo menos hay que admitir que es francamente funcional al kirchnerismo. Queda por verse si esta polémica en el nivel de la dirigencia se traslada a las bases, y la entidad gremial y social sufre su primera fractura en veinte años.


[importante color=blue title=”Actualización”]Lo que el oficialismo no logró en dos años con la Mesa de Enlace lo consiguió en dos días con la CTA. La organización Tupac Amaru, que encabeza Milagro Sala, decidió desvincularse de la entidad. “No creo que el kirchnerismo sea el paraguas para la Tupac, su paraguas son los compañeros de la CTA. ¿Cuál es el destino de la Tupac fuera de la Central?”, comentó Micheli. [/importante]

El más contento con la marcha de las cosas es el jefe de la CGT. “No se confundan, a nosotros nos conviene que gane Micheli”, dijo Moyano a un grupo de colaboradores alborozados con un supuesto triunfo de Yasky. Otro directivo de la hasta ahora única central obrera fue más claro: “A nosotros nos conviene que el gobierno no maneje todas las piezas”, le dijo a Clarín.

Si el ex presidente imagina manifestaciones obreras de apoyo a la fórmula oficialista en los comicios del 2011, tendrá que recurrir forzosamente a Moyano, quien ahora también maneja el aparato del peronismo bonaerense. El 15 de octubre, en el estadio de River Plate, el camionero le hará una demostración pública de su capacidad de convocatoria. El precio lo discutirán en privado.

–Santiago González


[importante color=blue title=”Notas relacionadas”]¿Quién le teme a Milagro Sala?[/importante]

Califique este artículo

Calificaciones: 2; promedio: 5.

Sea el primero en hacerlo.

6 opiniones en “La otra central”

  1. A mi entender faltan otras piezas en este tablero: el cineasta peronista Fernando “Pino” Solanas, lider de Proyecto Sur y su diputado más conocido el economista Claudio Lozano miembro de la CTA, por ejemplo. Recordemos que el mencionado Pino posiblemente sea candidato a Presidente en las próximas elecciones y contaría con el apoyo de un número de votos interesantes.

    Como afiliada a un sindicato perteneciente a esta central considero importante esta elección aunque desde la organización dejó mucho que desear por lo menos en ciudad de Buenos Aires.

    Saludos cordiales

    1. Aunque la nota se centra en la elección dentro de la CTA, bastante complicada de por sí, vale la pena recordar sus repercusiones en la política general. Gracias por señalarlo.

  2. “nada casualmente inducida por el kirchnerismo, acostumbrado a romper lo que no puede controlar”.

    Pocas veces estuve tan de acuerdo con una frase. Gracias por este análisis.

    Saludos,
    Santiago

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *