La OMS y el virus corona

Hasta el momento se conocen tres aproximaciones o enfoques principales para lidiar con la epidemia del virus corona: el confinamiento masivo de la población y la paralización de todas sus actividades para evitar los contagios; la búsqueda de la “inmunidad de rebaño”, que permite la propagación del virus de manera controlada hasta que una porción significativa de la población, autoinmunizada, obre como barrera natural para moderar el contagio, y el tratamiento de los enfermos con hidroxicloroquina, un compuesto usado para combatir la malaria, a veces combinado con otras drogas. La estrategia del confinamiento es la recomendada por la Organización Mundial de la Salud, y es la seguida por nuestro país, está a la vista de todos y no necesita de mayor descripción. La estrategia de la “inmunidad de rebaño” es la que perseguían Donald Trump, Boris Johnson y Jair Bolsonaro: los dos primeros tuvieron que ceder a la presión de los medios, y nuestro vecino brasileño empeña su propia salud en arriesgadas presentaciones públicas para rechazar las demandas de confinamiento y paralización de actividades. Suecia, en cambio, ha conducido esa misma estrategia de manera ordenada y sus autoridades sanitarias creen que el mes próximo el país habrá alcanzado la “inmunidad de rebaño”. Sobre una población de 10 millones de habitantes, Suecia ha contabilizado unos 1.400 decesos, lo que a juicio de esas autoridades “no es un fracaso para la estrategia general”. Por último quedan los tratamientos con hidroxicloroquina, sobre cuya eficacia hay referencias contrastantes. El laboratorio Novartis, que produce medicamentos contra la malaria basados en esa droga, anunció este lunes el inicio de pruebas para decidir su validez en el tratamiento del virus. Cuando hayan concluido conoceremos la opinión de Novartis, que puede tener tanto interés en alentar el uso de la droga como en desalentarlo, más allá de los resultados. Ahora bien, existiendo una Organización Mundial de la Salud, de la que forman parte prácticamente todos los países del mundo, ¿no debería ofrecer ella el ámbito adecuado para sopesar los pros y las contras, la eficacia o la inutilidad, las ventajas y los riesgos de cada uno de esos tres enfoques? Pues bien, en las páginas de la OMS relacionadas con la Covid-19 no se va a encontrar ni una sola referencia a la inmunidad de rebaño ni a la hidroxicloroquina. Uno busca “OMS” y “hidroxicloroquina” en cualquier idioma y nada. Niente. Rien. Nichts. Nothing. Zilch. Todas sus políticas, recomendaciones y folletería giran en torno de la estrategia de confinamiento, destinada a mantener en vilo, encerrada, paralizada, empobreciéndose y cada vez más ansiosa y desesperada a la población mundial, se diría que lista para abalanzarse sobre la primera vacuna que se le ofrezca y dispuesta a firmar lo que sea con tal de retomar su vida normal. Esta política de la OMS parece diseñada a pedido de Bill Gates, el obseso de las vacunas, y probablemente lo sea dado el poder que le conceden sus enormes contribuciones al organismo. Gates se manifestó expresamente en contra de la inmunidad de rebaño: “No queremos que haya mucha gente recuperada”, dijo el mes pasado en el marco de una charla TED. “Con la cuarentena, en los Estados Unidos, no queremos superar el 1% de población infectada.” Consiguió que la OMS declarara que la Covid-19 alcanzó el nivel de pandemia pese a que el organismo había desterrado esa categoría de sus herramientas conceptuales. Y se comprometió a financiar la construcción de laboratorios para desarrollar los siete proyectos de vacunas contra el virus más promisorios. “Aunque terminemos por elegir a lo sumo dos, vamos a financiar plantas para los siete, así no perdemos tiempo”, dijo. Probablemente use los fondos de otra de sus fundaciones, destinada justamente a esos fines, y llamada CEPI. –S.G.

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