Noticia falsa, bandera falsa

Desde la noche del martes y hasta la mañana del miércoles una novedad recorrió vertiginosamente las redes sociales: activistas desconocidos habían obtenido y revelado las direcciones de email y las contraseñas de médicos, científicos y otras personas relacionadas principalmente con la Fundación Gates, la Organización Mundial de la Salud, el Instituto de Virología de Wuhan en China donde se detectó la presencia del virus corona modificado, y el Instituto Nacional de Salud de los Estados Unidos, al que pertenece el asesor de Trump Anthony Fauci. Para rubricar la dimensión de la noticia, Twitter mostraba #gateshacked al tope de sus tendencias mundiales. Una rápida búsqueda por la red para obtener detalles conducía de inmediato a una página del Washington Post en la que uno podía enterarse de que el resultado del hackeo era utilizado por grupos de ultraderecha presuntamente para hostigar a las víctimas. Pero las dudas asomaban al comprobarse que ninguna otra organización noticiosa reconocida se hacía eco de la especie que tan atareadas mantenía a las redes. Una lectura más atenta de la nota del Post mostró que la única fuente de la noticia era una empresa privada de ciberpatrullaje llamada SITE (Search for International Terrorist Entities) conducida por la señora Rita Katz, nacida en Irak, educada en Tel Aviv, y famosa por haber infiltrado en su momento las filas de la Jihad Islámica. Podía verse en el sitio de SITE que el fuerte de su empresa era la búsqueda de indicios sobre actividad del terrorismo islámico, aunque últimamente parecía haber encontrado una línea de servicios alternativa en el rastreo de la “ultraderecha”, una nueva amenaza. “Neonazis y supremacistas blancos aprovecharon esas listas y las publicaron agresivamente en sus canales”, aseguró la señora Katz, citada por el Post. “Aprovechando esos datos, los extremistas de extrema derecha incitan a una campaña de hostigamiento, al tiempo que difunden teorías conspirativas sobre la pandemia del virus corona.” Pero durante horas, casi diez horas, los únicos rastros que hubo en la red sobre el hackeo y sus consecuencias fueron la nota del Washington Post y los tuits de la señora Katz, mientras los neonazis, los supremacistas y la ultraderecha parecían ignorar el asunto con todo entusiasmo, al igual que el resto de los medios. Hasta que en un momento, coincidente con el inicio de la jornada laboral en los Estados Unidos, #gateshacked desapareció súbitamente de las tendencias de Twitter, y nunca nadie más habló del asunto.

Todos hemos escuchado hablar de las fake news, las noticias presuntamente falsas que circulan por las redes, y también hemos sido aleccionados para desestimarlas en beneficio de los medios tradicionales y las fuentes oficiales. Muchos menos hemos sido alertados sobre las false flags, o banderas falsas, operaciones encubiertas destinadas a engañar al público induciéndolo a creer que alguna persona o grupo está haciendo algo que en realidad no está haciendo, o que sí está haciendo algún otro actor que no aparece en la escena. Las relaciones preexistentes y actuales entre la Fundación Gates, la OMS, el instituto de Wuhan, y el instituto al que pertenece Fauci y otros médicos estadounidenses van saliendo lentamente a la luz, y este sitio hizo referencia a ellas en una nota reciente sobre la OMS. Evidentemente, la revelación de esos vínculos resulta inconveniente en muchos sentidos para los involucrados, en principio porque los partícipes occidentales difícilmente puedan alegar desconocimiento de lo que ocurría en China con la aparición del virus. Asociar la exposición de esa madeja de relaciones con operaciones de los neonazis, los supremacistas blancos y la ultraderecha apunta a desacreditarla de entrada ante la opinión pública. Operaciones similares de bandera falsa ya fueron ejecutadas con anterioridad y con el mismo propósito. ¿Cómo ocultar un elefante? Incorporándolo a una manada de elefantes. ¿Cómo ocultar una conspiración? Rodeándola de absurdas teorías conspirativas hasta que la misma conspiración, la real, quede envuelta en el absurdo, imposible de distinguir.

La buena noticia aquí es que el resto de los medios responsables no se rindieron a los encantos retóricos de la señora Katz ni a las tendencias de Twitter e ignoraron el asunto. Pero, ¿por qué sí lo hizo el Washington Post? Antes que nada hay que recordar que ya no leemos el Washington Post de Katharine Graham y Ben Bradley, el que tumbó un presidente e inspiró dos películas. El Post es ahora propiedad de Jeff Bezos, el dueño de Amazon, que está agregando mil millones de dólares diarios a su fortuna desde que la pandemia declarada a instancias de Bill Gates condujo a la imposición de una cuarentena e hizo estallar el comercio online. Bezos y Gates pertenecen al mismo club de los ultramultimillonarios, que se ayudan entre sí y han declarado su adhesión a un nuevo orden global que aspiran a gobernar.1 –S.G.

  1. Párrafo actualizado el 30 de abril de 2020 para eliminar una atribución errónea de la propiedad de la red Twitter, detectada por el lector José en su comentario a esta nota. []

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2 opiniones en “Noticia falsa, bandera falsa”

  1. Excelente como siempre, Santiago. Salvo “Twitter pertenece a Mark Zuckerberg”. Ya quisiera Mark tenerlo entre sus activos! De dónde sacó ese dato?
    No quita que Twitter responda a los mismos intereses, desde ya

    1. El lector José tiene razón. A veces la memoria juega malas pasadas, y le agradezco el ojo para detectar el error, que invalida una parte del argumento de esta nota. El principal accionista de Twitter es Jack Dorsey, quien mantiene con Zuckerberg una relación de amor-odio. En este momento los hermanan sus grandes donaciones relacionadas con el virus corona.

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