La mano negra

Durante los años del kirchnerismo los episodios de violencia política callejera tuvieron como principal protagonista al grupo Quebracho, que virtualmente desapareció de la escena luego de que su líder visible Miguel Esteche lo abandonara, y sus seguidores terminaran peleándose entre ellos por “los recursos de la organización”. Para no pocos observadores, el origen de esos recursos había que buscarlo en los fondos reservados que manejan los servicios de inteligencia. Casi en coincidencia con el mutis de Quebracho entran en escena unos misteriosos anarquistas, que se asocian a movilizaciones de izquierda como la Operación Maldonado o la campaña abortista, aparecen junto a los veganos, y lanzan un extravagante ataque contra la sala donde la hija de la ex presidente estrenaba su película sobre Maldonado. En vísperas de la reunión del G-20 en Buenos Aires, vuelven a salir a escena con un atentado dinamitero contra el sepulcro de Ramón Falcón, un histórico jefe policial que fue asesinado por un anarquista en la primera mitad del siglo pasado. El blanco parece elegido para llamar la atención sobre su identidad presuntamente anarquista, imitando a los Montoneros que aseguraban haber matado a Aramburu para hacer clara su identidad presuntamente peronista. Casi simultáneamente hubo otro atentado dinamitero en el domicilio del juez Claudio Bonadío, que conduce la investigación principal sobre la corrupción en el kirchnerismo y el establishment argentino. Aunque todavía no se sabe si están relacionados, los dos episodios comparten la misma precariedad en la confección de los explosivos y la chapuza con la que fueron llevados a cabo: en el primero, sus autores terminaron gravemente heridos y apresados, y también fue rápidamente atrapado el autor del segundo. A primera vista, parecen acciones de loquitos sueltos, de ideología confusa y escasa comprensión de textos. Y poco duchos con la pólvora: hace un par de meses un joven que preparaba una bomba casera voló por el aire en Dock Sud. ¿Querrán ofrecerse en el mercado como sucesores de Quebracho y acceder a sus mismas fuentes de financiación? ¿O serán ya, efectivamente, sus sucesores, y están “creando clima” a días del G-20? ¿La AFI habrá tomado nota de estas cosas, e investigado en consecuencia? La Argentina ha sido repetidas veces teatro de operaciones conjuntas entre grupos clandestinos locales y extranjeros, la última de las cuales precipitó la muerte del fiscal Nisman. Y desde hace por lo menos un siglo sabemos que detrás de los loquitos sueltos suele haber una conspiración en marcha. El atentado de Gavilo Princip fue una chapuza increíble pero desató la gran guerra europea, y detrás de él operaba, literalmente, la Mano Negra. –S.G.

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