Kirchner vs. Clarín

Tanto necesitamos que Cristina llegue al último día de mandato como que Clarín quede al amparo de amenazas gubernamentales

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El comportamiento del gobierno Kirchner es muy similar al del grupo Clarín. Los dos tienen por objetivo acumular poder aunque no se entiende muy bien para qué, más allá del propio enriquecimiento; los dos están conducidos por paranoicos; los dos disparan con munición gruesa cuando se sienten acorralados. Los dos, en fin, están convencidos de que la tapa de Clarín crea la realidad.

Cuando se encontraron, tuvieron su período de enamoramiento. Después vinieron las relaciones carnales. Ahora los platos de la vajilla vuelan en una y otra dirección, y se estrellan contra las paredes de la casa. Que casualmente es nuestra casa, la casa de los ciudadanos. Aunque el desempeño de estos desavenidos debiera ser público por definición, nada sabemos sobre los motivos de la ruptura.

El gobierno Kirchner es a la democracia liberal lo que el grupo Clarín a la prensa independiente: una imagen distorsionada en el espejo de la risa. Ahora bien, estos dos jugadores ocupan el lugar que ocupan porque nosotros, los ciudadanos, los pusimos allí para que nos presten un servicio. ¿Qué actitud debemos tomar en esta pelea? ¿Dejar que se maten entre ellos? ¿Tomar partido por uno o por el otro? ¿Tratar de separarlos?

Primero veamos lo bueno. “Clarín es una de las empresas con mejor gerenciamiento de la Argentina y en cada uno de los segmentos en que actúa es el número uno o, a lo sumo, dos: en diarios con su marca homónima, en televisión con Canal 13, en cable con Cablevisión/Multicanal, en Internet con Fibertel, en radio con Mitre”, resumió Jorge Fontevecchia en una nota publicada en Perfil.

El grupo de medios es uno de los más grandes del mundo de habla castellana. Y sus empresas, incluída la red de televisión por cable, la mayor de América latina, son totalmente argentinas. De los tres canales de la capital federal privatizados por Menem, sólo el 13 sigue siendo argentino. La gran mayoría de los contenidos que ofrecen los medios del grupo son asimismo de producción local.

Pero Clarín tiene también en su haber algunas jugadas dudosas. La primera, haber promovido junto con su compinche La Nación la creación de Papel Prensa, un patriótico empeño desarrollado con un gobierno de facto, y que tiene asociados con el estado a buena parte de los medios “independientes” en la producción de un recurso clave para la edición de periódicos.

No es el único negocio que une al grupo Clarín con el estado: numerosos libros de texto de uso en escuelas de todo el país llevan el sello de Tinta Fresca, la editorial de manuales escolares del grupo, y el aval del Ministerio de Educación de la Nación, impreso en la tapa con escudo y todo.

Otra jugada controvertida es la relacionada con el proceso de compra, por las buenas y las no tan buenas, de casi todas las empresas de televisión por cable que fueron surgiendo a lo largo y lo ancho del país, obra de pequeños y medianos emprendedores que debieron dedicarse a otra cosa.

Otra es la de haberse quedado con gran parte del negocio del fútbol televisado, que enlaza admirablemente con la posición dominante en el mercado proveedor de televisión por cable y con la edición de publicaciones ligadas al fútbol, como el diario Olé y el propio diario Clarín, que dedica amplio espacio al deporte, tanto como para consagrarle la tapa de su edición dominical.

De todas maneras, todo esto, si se lo mira con una cierta latitud, forma parte del accionar normal de una empresa con vocación de crecimiento, en un medio vorazmente competitivo, y en una sociedad como la argentina que, reconozcámoslo, no se caracteriza precisamente por la firmeza e imparcialidad de sus reglas de juego.

Pero hay acciones del grupo que se ubican en otro orden de responsabilidades.

En primer lugar, su activa gestión en favor de la devaluación y la pesificación “asimétrica” tras el golpe del 2001 (según el testimonio de Adolfo Rodríguez Saá, que no cedió a esas presiones y fue a su vez derrocado), y el respaldo propagandístico que dio a esa medida, catastrófica para millones de argentinos, a través de sus medios controlados. La Nación lo secundó otra vez en esas picardías.

En segundo lugar, la persistente manipulación de la información en función de los intereses particulares del grupo, algo que se advierte no sólo en su diario insignia, sino en todos los medios informativos de que dispone. Esto resulta francamente insufrible para quien está acostumbrado a percibir las entrelíneas de las noticias.

Clarín era mucho más atractivo cuando el desarrollismo le imprimía la línea editorial, y la señora de Noble aparecía firmando sesudas argumentaciones en favor de la industria pesada. Al menos, Clarín proponía algo a sus lectores, y lo hacía de frente. Esa época le dejó un cierto sabor nacional y popular, que se ha ido diluyendo con el tiempo hasta quedar reducido simbólicamente al nivel de un filete de colectivo.

Cuando la actual administración se hizo cargo plenamente de los destinos del grupo, instaló una cultura tan eficaz en la expansión corporativa como paranoica en su pretensión de controlar hasta el último detalle de sus diversas operaciones así como el entorno social y político en el que ellas se desenvuelven. Varios de sus principales operadores terminaron con múltiples cirugías cardíacas, tal era el grado de tensión al que se veían sometidos.

Los periodistas -que leen los diarios tomando sus precauciones- saben hace ya tiempo que el título de tapa del diario Clarín no indica otra cosa que el estado de sus negociaciones con el gobierno de turno: cuando Clarín se endurece, señal de que esta tratando de obtener alguna concesión de las autoridades respecto de sus negocios, cuando se ablanda es que ya las obtuvo.

Un indicio de esto se tiene al observar cómo el gobierno ataca de manera distinta a La Nación y a Clarín. Respecto de La Nación, se cuestiona tal o cual artículo, tal o cual columnista. Respecto de Clarín, la alusión es vaga: “¿Qué te pasa, Clarín?”. Kirchner sabe de qué está hablando; Clarín sabe de qué está hablando Kirchner. Somos nosotros, los ciudadanos, los que no sabemos de qué están hablando.

Ni Kirchner satisface nuestras expectativas respecto de un gobierno democrático, ni el grupo Clarín las satisface respecto del periodismo independiente. Pero estos protagonistas circunstanciales representan valores que los exceden: tanto necesitamos que Cristina Kirchner llegue al último día de su mandato como necesitamos que el grupo Clarín, en tanto emprendimiento periodístico, quede al amparo de las amenazas gubernamentales.

Fontevecchia deseó “larga vida a Clarín porque la economía precisa empresas grandes y la democracia, medios fuertes”. E hizo una observación interesante: si las instituciones le hubieran impuesto los límites normales a su expansión local, “habría tenido que canalizar fuera de las fronteras del país la energía excedente de su buena gerencia y de los recursos que su caja le generara”.

En una sociedad libre, abierta, no es el gobierno el que amenaza a la prensa con regulaciones de ocasión. Son las instituciones las que le fijan el marco para actuar y es el público, los consumidores, quienes le otorgan o le quitan su preferencia. Es cierto que los consumidores no siempre actúan racionalmente: fuman, comen hamburguesas, y leen Clarín. Pero lo hacen bajo su exclusiva responsabilidad, y no necesitan tutores.

–Santiago González

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15 opiniones en “Kirchner vs. Clarín”

  1. Un solo detalle… Cristina es presidente y Clarin no. Es ridiculo presentar el conflicto como si fueran iguales. En todo caso, y dicho mas claramente, la Presidenta esta en contra de una empresa mientras que Clarin esta en contra del gobierno argentino… elegido por la mayoria.

    1. El gobierno Kirchner y Clarín son iguales en los términos en los que los describe la nota: imágenes distorsionadas de dos instituciones de la democracia. Y si nos atenemos a las cifras de circulación, Clarín también es elegido por la mayoría…

  2. Qué placer leer un blog tan bien escrito, por un periodista como los de antes (¿se lo puede leer actualmente en algún medio?).
    Felicitaciones y un cordial saludo.

  3. Muy buen artículo; es cierto todos los gobiernos usaron a los multimedios, en este caso el más poderoso como lo es Clarin le convino, despues las cosas cambian y priman los negocios. Creo que la Ley de medios es buena y allí tendremos más democracia para el ciudadano común y poder optar con más objetividad; pone límites a la voracidad empresaria y los gobiernos de turno se limitarán al acomodo coyuntural al no centralizar todas sus dudas y temores y/o éxitos o fracasos en un monopolio.

    1. Gracias por su comentario, pero permítame señalar dos cosas: en la Argentina no hay monopolios de prensa, y describir al grupo Clarín como monopolio es una mentira. Es un grupo grande de medios, que es otra cosa. En la capital federal hay multiplicidad de oferta en radios, televisión y prensa gráfica: por lo tanto no hay monopolio. En segundo lugar, como dijo hace poco el presidente del Uruguay, la mejor ley de prensa es la que no existe. El estado, con este gobierno o cualquier otro, debe limitarse a reglamentar el uso del espectro radioeléctrico, que es un espacio público y limitado, y esto es muy distinto de una ley de medios.

      1. En primer lugar, su comentario sobre el espacio limitado del espectro radioelectrico sugiere que Ud esta en desacuerdo con que sea Clarin el dueño del papel prensa que usa esa “multiplicidad” de medios; porque si no estaria en una seria contradiccion. Y en segundo lugar, no estoy de acuerdo con esa idea de que un monopolio sea la “totalidad” de un mercado. Si yo pongo 35 Mc Donals en una manzana, y dejo que un puesto de panchos se coloque en la esquina, no dejo de ser monopolio. Clarin domina el papel prensa, tiene los mas convocantes canales de tv y radio, internet y empresas de cable. Entonces, para poder discutir el tema deberiamos ponernos de acuerdo si la informacion es un “bien publico” o la suma de Mac Donals.
        Solo me resta agradecer una discusion a este nivel… no las hay faciles

        1. El grupo Clarín no es un monopolio porque tiene múltiples competidores que no son precisamente puestos de panchos. Y la información no es un bien público, sino una mercancía -fruto de un trabajo de recolección, procesamiento y distribución- que debe ser pagada por quien la requiera.

  4. Gonzalez dice: “…tanto necesitamos que Cristina Kirchner llegue al último día de su mandato como necesitamos que el grupo Clarín, en tanto emprendimiento periodístico, quede al amparo de las amenazas gubernamentales.” ¿Qué quiere decir esto? ¿Hay una sugerencia golpista quizás? Y dejar a Clarín al amparo de las amenazas, ¿no estará situando al multimedia en una posición de victima? El artículo es incongruente no sólo porque el pseudo ataque a Clarín desemboca en una afirmación como la citada sino porque se olvida de algunos vínculos más oscuros entre el grupo y los gobiernos, especialmente militares. Ni hablar de la defensa de Grassi. Un asco.

    1. Gracias por su comentario, aunque las conclusiones a las que arriba le permiten a este sitio aconsejarle buscar algunas clases de apoyo en el área de comprensión de textos. Respecto del padre Grassi, es cierto que el fallo judicial fue contrario a lo que la información disponible en el momento de escribirse esta nota permitía suponer, lo cual no invalida el sentido general de la mención del caso: el tono anticatólico de los medios del grupo, y la calidad de sus investigaciones periodísticas, orientadas a denunciar al ladrón de gallinas mientras otros, Clarín incluído, se roban el gallinero. Clarín tuvo vínculos oscuros con todos los gobiernos, pero nunca tan profundos como los que tuvo con Duhalde y Kirchner.

      1. Mas vinculos oscuros que con Videla? Falta que digas que la asignacion familiar por hijo es una mentira armada por Clarin y el Gobierno… Perdoname pero me parece que exageraste un poco

        1. Clarín tuvo más vínculos oscuros con Duhalde y Kirchner que con Videla. La asignación por hijo es una idea (mal)robada por el kirchnerismo a Elisa Carrió.

    2. Hola Valentina, cuando hables de sugerencias golpistas (creo que la nota quiso decir lo contrario a lo que interpretaste), no olvides que el último golpe de estado en la Argentina no fue el del 76 sino el del 2001, con Duhalde a la cabeza y actuando desde las sombras (lo cual lo hace mucho más repudiable aún a mi juicio). Y que él fue precisamente quien “acomodó” a Kirchner como su candidato, una vez en el poder. Tampoco nos extrañemos de que esta supuesta enemistad actual entre ellos no sea más que otra puesta en escena… como fue la propia aparición de Duhalde como el salvador y restaurador de la democracia que él mismo ayudó a derribar.

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