El fiscal Julio César Strassera fue esa clase de persona cuyo comportamiento reconcilia con la naturaleza humana, con la condición de argentino, con la labor judicial. Su vida quedó marcada por el juicio a las juntas militares, en el que le tocó armar y promover la causa, y por la elocuencia de su alegato final, que pasaría a describir toda una época, un momento trágico de la historia nacional: “Señores jueces: quiero renunciar expresamente a toda pretensión de originalidad para cerrar esta requisitoria. Quiero utilizar una frase que no me pertenece, porque pertenece ya a todo el pueblo argentino. Señores jueces: Nunca más”. La frase tiene la grandeza de la humildad, y retrata a su autor de cuerpo entero. Antes del juicio a las juntas, la carrera judicial de Strassera no había mostrado momentos rutilantes, era el trabajo en cierto modo rutinario y opaco de una de las tantas personas que con esfuerzo, honestidad y discreción, hacen girar cada día las ruedas de la justicia. Lo que encumbra su figura es que cuando el azar lo puso ante un desafío inimaginable, demostró haber estado a la altura. Muchos colegas más arrogantes y visibles que él fracasaron en instancias parecidas. Strassera, sin embargo, no sólo supo poner en juego su pericia como fiscal para armar, argumentar y exponer sólidamente la causa magna que le había caído entre manos, sino que dio pruebas de hombría y coraje personal al afrontar y resistir la multitud de amenazas recibidas cuando el poder militar todavía podía causar daño, así como las calumnias y el desprecio que se le prodigaron más allá del juicio. Este fiscal, cuyo compromiso con la democracia nada tuvo que ver con la retórica demagógica, nunca vio con buenos ojos la apropiación de los derechos humanos practicada por el kirchnerismo, y condenó expresamente sus intentos de colonizar –fue su expresión–, el poder judicial. Strassera fue efectivamente un héroe civil, y las personas que alcanzan esa estatura sirven de modelo, dejan una enseñanza a las generaciones que las suceden. En su caso, mostró la importancia de estar a la altura cuando las circunstancias de la vida ponen a prueba no sólo nuestra pericia profesional y nuestro coraje personal, sino también nuestro compromiso con la sociedad y con la historia, nuestro patriotismo.
–Santiago González