Informes y carpetas

El nido de espías descubierto en el gobierno porteño llama la antención sobre una industria dedicada a recoger, legal o ilegalmente, información sobre las personas, y a venderla a quien la requiera.

Por el momento no hay manera de saber si el nido de espías incrustado en el gobierno porteño fue puesto allí por los Kirchner, como dice Mauricio Macri, o por Macri, como dicen los voceros kirchneristas. Probablemente no sea otra cosa que un emprendimiento personal de unos muchachos acostumbrados a hacer horas extra. Empeño que no deja sin embargo de provocar inquietud.

Las operaciones del grupo en cuestión han tenido como blanco a personalidades de la vida política o empresaria, pero también a ciudadanos comunes y corrientes cuyas actividades seguramente resultaban de interés para quienes requerían los servicios de la experimentada unidad de inteligencia, oculta entre los recovecos de la nonata policía porteña. Incluso estos mismos pesquisas tercerizaban algunas de sus actividades, y se las encomendaban a otras agencias privadas. Estas agencias comenzaron a funcionar como proveedoras de informes comerciales, pero la irrupción de las computadoras en la década de 1990 les permitió rápidamente ampliar el rango de datos sobre las personas que pueden ofrecer a sus clientes. Todos vamos dejando en nuestra actividad diaria trocitos aparentemente insignificantes de información acerca de nuestra vida, nuestras costumbres, nuestros gustos, nuestras virtudes y nuestros pecados, y muy especialmente, nuestro patrimonio. Cuando alguien se encarga de juntar esos trocitos aquí y allá puede trazar un retrato de nuestra persona bastante más fiel que el de una cámara digital. La gente no se imagina la cantidad de información que circula por allí acerca de ella, ni lo sencillo que resulta obtenerla. En el año 2000 el Congreso aprobó la ley 25.326 sobre protección de datos personales, que tiene asociada una verdadera nube de decretos y disposiciones reglamentarias. Se supone que la actividad de las mencionadas agencias de información comercial está regulada por esa normativa. Sin embargo, los periodistas tuvieron enormes dificultades para identificar a los responsables de las que colaboraban con el nido de espías, responsables que tampoco aparecen en las páginas de Internet donde tales entidades ofrecen sus servicios. Lo que permite sospechar que sus actividades recorren por momentos caminos no del todo previstos o encuadrados dentro del marco legal. Por cierto, estas agencias son una cosa y los nidos de espías son otra, guardan entre sí la distancia que va desde el folio a la carpeta. Al parecer, hay una cantidad de gente que trabaja en los organismos de seguridad del país que no se siente adecuadamente remunerada. Entonces aprovecha sus capacidades profesionales y la infraestructura a su disposición para hacer trabajos por su cuenta, como las escuchas telefónicas. Desde hace tiempo, las “carpetas” se han vuelto un instrumento indispensable en la vida política y económica argentina, para pulverizar a un adversario o para conseguir su adhesión, para conseguir un contrato o para mejorar una comisión. Y estos muchachos habilidosos tienen un amplio mercado disponible. Lo que explica la rapidez con que los jerarcas de la “nueva policía” porteña montaron su pyme de la inteligencia.

Este episodio tan ruidoso llama la atención del ciudadano sobre la industria de los que se dedican a recolectar información acerca de la gente, a espiarla, legal o ilegalmente. Cualquier persona que por cualquier motivo se destaque del montón debe saber que más tarde o más temprano, si su condición sobresaliente es envidiada o ambicionada, alguien le va a armar el legajo. Y poco podrá hacer por evitarlo.

–SG

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2 opiniones en “Informes y carpetas”

  1. A esto hay que agregarle la “colaboración” ciega que muchos hacen, plagando las así llamadas redes sociales con datos íntimos, o completando decenas de datos clasificables en internet para saber si el código de champú nos va a regalar un viaje a las Bahamas…

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