El ejercicio de cualquier actividad social supone un riesgo: afrontar el juicio de los demás. El docente que se planta frente a su clase, el cirujano que empuña el bisturí, el músico que pulsa su instrumento, el periodista que escribe una nota, el carpintero que pule una mesa, saben que en ese acto se pone en juego su arte.
La respuesta llegará en forma de aplauso o abucheo, y hacerse cargo de esa respuesta, a veces injusta, forma parte del oficio.
Dirigir la selección nacional de fútbol es una actividad social, sobre la que se ciernen múltiples miradas dado el atractivo que ese deporte tiene entre el público. Como en el caso de una orquesta, esas miradas pueden detenerse en algunos de los ejecutantes, pero se centran sobre todo en el director, en el que tiene la batuta.
La selección nacional de fútbol desafinó a todo lo largo de las eliminatorias para el Mundial de Sudáfrica, y a duras penas obtuvo un pase para esa competencia. La prensa reflejó la insatisfacción del público, y criticó el desempeño de Diego Maradona al frente de un equipo mal armado, mal plantado en el campo de juego, y generalmente sin norte ni propósito.
El técnico vivió el módico triunfo ante Uruguay, que le dio la clasificación, como una revancha frente a las objeciones que su labor había suscitado. Esto a pesar de que, dicen los comentaristas, ese triunfo se debió más bien a Salvador Bilardo en el banco y a Juan Sebastián Verón en el juego.
Pero, desbordado por la ira y el resentimiento, Maradona dictó su propia ley de medios con insultos a los periodistas más graves todavía que los que los propios jugadores habían proferido al terminar el partido.
Siguiendo el modelo de pensamiento que baja desde la Casa Rosada, la Selección y su DT creen que la gente es escéptica sobre el rendimiento del equipo por lo que lee en el diario y no por lo que ve en la cancha.
Pero no debemos equivocarnos: ni Maradona ni los Kirchner son únicos; su incapacidad para recibir las críticas, para asumir responsabilidades, para reconocer errores, para admitir limitaciones y para pedir ayuda son, a esta altura, parte del carácter nacional.
Verón, capitán del equipo, dijo al terminar el partido que no había nada que festejar, que desde el presidente de la AFA hacia abajo se había hecho todo mal, y que había mucho que corregir y mejorar. ¿Que opinó Maradona acerca de este brote de sensatez? “Verón quiere ser presidente de Estudiantes”.
–Santiago González
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Coincido con su análisis, si bien creo que a la prensa le corresponde la cachetada recibida. En lo personal, prefiero al Maradona que con grandeza reconoció el buen juego de la selección boliviana al derrotarnos en La Paz. Pero el negocio de los medios es la intriga constante, los periodistas deportivos se dan vuelta como medias y las declaraciones son sutilmente alteradas, lo suficiente como crear algo de la nada, tal como durante la misma conferencia de prensa ya estaban haciendo con los dichos de Verón. El defecto de Maradona es además su virtud; él mismo lo dijo: “Yo soy blanco o negro; gris no voy a ser nunca”. Quizás “El Diez” no sea el más indicado para dirigir a la selección. Pero los periodistas deportivos que ahora se rasgan las vestiduras seguramente no son los más indicados para abrir la boca.
Gracias por su comentario, que permite aclarar un punto. Las críticas sobre la actitud de Maradona en su conferencia de prensa no suponen en modo alguno un aval al periodismo deportivo que, con excepción de una muy pequeña minoría, hace cualquier cosa menos periodismo.