Guillermo Calvo ante el G20

La crisis se propaga hacia las economías emergentes. Para evitar “frenazos súbitos”, la capacidad de préstamo de los organismos multilaterales debería multiplicarse por cinco, advierte el economista argentino Guillermo Calvo en un trabajo concebido como aporte a la discusión de un nuevo ordenamiento finaciero internacional, y titulado justamente “El nuevo acuerdo de Bretton Woods”.

Agrega que líneas crediticias como las otorgadas por la Reserva Federal a cuatro países en dificultades deberían ir acompañadas por regulaciones tendientes a desalentar la fuga de capitales. El economista sostiene que los controles sobre el flujo de capitales deberían ser considerados como herramientas útiles en determinadas circunstancias.

El Grupo de los 20 (G20), que reúne a las mayores economías industrializadas y a las principales economías emergentes, se reúne este fin de semana en Washington para discutir estas cuestiones. La Argentina fue invitada a participar, y estará representada por la presidente Cristina Kirchner.

El trabajo de Calvo está incluído en un volumen colectivo patrocinado por el Centre for Economic Policy Research, con asiento en Londres, que incluye los aportes de diecisiete economistas de todo el mundo. El libro se titula “Qué deben hacer los líderes del G20 para estabilizar nuestra economía y componer el sistema financiero”. Una versión digital en inglés puede obtenerse aquí.

Calvo afirma que las nuevas instituciones financieras deberían concentrarse principalmente en las cuestiones relacionadas con la estabilidad macroeconómica y financiera internacional a fin de crear las condiciones para un desarrollo sostenido. Observa que actualmente no hay entidades semejantes, y arriesga que son críticas incluso para el mantenimiento de la paz.

El economista llama la atención sobre el hecho de que los préstamos brutos combinados del Banco Mundial y el Banco Interamericano de Desarrollo a América latina no superaron en el 2007 el 2% de las inversiones en la región, y afirma que esa proporción debería por lo menos quintuplicarse si se quieren evitar los efectos de una parálisis económica como la de 1998.

Propicia además los emprendimientos mixtos (Public-Private Partnerships), apoyados por el G7 (las mayores economías mundiales) a través del Banco Mundial y otros organismos multilaterales, como vía para asegurar el crecimiento en los países emergentes en momentos de contracción crediticia.

Afirma Calvo que las inyecciones de liquidez como las ofrecidas por la Reserva Federal a cuatro naciones emergentes son armas de doble filo, que podrían incentivar las corridas y la fuga de capitales si no van acompañadas por regulaciones bancarias y cambiarias que acoten de antemano esos fenómenos.

La crisis argentina del 2001 estuvo seguramente presente en esas advertencias del economista, quien en el mismo sentido sostiene que un nuevo ordenamiento financiero debería ser más tolerante en cuanto a los controles sobre el flujo de capitales, especialmente cuando se dirijan a limitar las acciones de las entidades bancarias.

Finalmente, Calvo recomienda prestar especial atención a la creación o ampliación de zonas monetarias. Dice que un sistema de libre flotación puede exacerbar la fragilidad financiera, y afirma que “mientras se mantenga la restricción crediticia, el crecimiento decline y el desempleo aumente, habrá fuertes presiones en favor de devaluaciones competitivas”.

Calvo, que se desempeñó como consejero del Departamento de Investigaciones del FMI entre 1988 y 1993, fustiga a ese organismo por haber desbordado sus atribuciones como custodio del sistema cambiario, y haber incluso promovido regímenes incompatibles entre sí, como en la Argentina y Brasil a fines de los 90, y en Guatemala y El Salvador ahora mismo.

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