Mal sábado

Todo junto, en un sábado de otoño, es demasiado deprimente. El ministro de justicia Gustavo Garavano apareció en los medios arrojando un baldazo de agua fría sobre las investigaciones que cada día muestran más comprometida a la ex presidente en casos de corrupción de magnitud inconcebible. “Mi sensación es que con estas cosas hay que ser muy prudentes y no sobreactuar”, aconsejó el ministro. Recomendó no “apresurar reacciones” ni avanzar “de modos alocados o políticos”, dos calificaciones que seguramente van a sentar jurisprudencia. Si esto dijo el encargado formal de asegurar la administración de justicia, la fiscal informal de la República Elisa Carrió no se quedó atrás. La emprendió de manera muy inoportuna contra el legislador porteño Gustavo Vera, quien acaba de proporcionar la pista más sólida sobre el entramado de negocios y corrupción detrás de las muertes de Time Warp. Recurriendo al deplorable expediente de la calumnia y el carpetazo lo acusó de frecuentar la amistad del ex espía Fernando Pocino y del actual jefe de la Iglesia, Jorge Bergoglio, para quien obraría como “operador” judicial cursando invitaciones a varios jueces federales para que lo visiten en el Vaticano. Carrió dijo haber sido “vilmente usada” por el Papa cuando a su pedido respaldó la candidatura de Vera, pero no dijo que, dejando de lado el tema de sus amistades, las denuncias del legislador han sido siempre certeras: trabajo esclavo encomendado por grandes marcas de ropa, redes de prostitución y trata (donde aparecieron los departamentos de Zaffaroni), y ahora el negocio de las fiestas electrónicas.

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