Fracaso progresista en Minneapolis

Por Pat Buchanan *

Tras la quinta noche consecutiva de revueltas, saqueos e incendios en Minneapolis, los delincuentes fueron expulsados de las calles. ¿Por quiénes? Por los mismos policías que habían sido blanco constante del escarnio de los medios y del odio de las turbas.

Sin la delgada línea azul, vastos sectores de otras decenas de ciudades norteamericanas estarían en ruinas, abrasados por las llamas hasta los cimientos por turbas como las que atacaron allí a la policía y sus vehículos con una lluvia de piedras, ladrillos, botellas, bombas molotov y cualquier desperdicio que pudieran arrojarle.

Porque fueron los primeros en responder a las revueltas, los policías fueron también el primer blanco de los delincuentes, y la última línea defensiva de los respetuosos de la ley. Allí donde debieron replegarse o retirarse, estalló la anarquía.

Recordemos cuando el alcalde Jacob Frey y el jefe de policía Medaria Arradondo decidieron rendirse y abandonar el Tercer Precinto. Tan pronto los autos policiales se retiraron y los policías huyeron, una chusma enardecida invadió, saqueó y prendió fuego al precinto. Y los Estados Unidos asistieron, azorados, al triunfo de la anarquía. Uno se pregunta qué pensaba el mundo ante el mismo espectáculo.

Detengámonos ahora por un momento en el perfil político de Minneapolis. Frey, el que ordenó la rendición, es un demócrata de ultraizquierda. El gobernador Tim Walz es un demócrata del ala progresista, como son los dos senadores, entre ellos Amy Klobuchar. La legisladora de Minneapolis Ilhan Omar es una hermana espiritual de Alexandria Ocasio-Cortez.

Minnesota fue la cuna política de los presidentes Hubert Humphrey y Walter Mondale, y de los senadores Eugene McCarthy y Paul Wellston, todos ellos íconos del progresismo. El estado no ha votado un presidente republicano desde 1972. Ni siquiera Ronald Reagan pudo conquistar Minnesota. Sin embargo, el gobernador Walz dijo la semana pasada acerca de su estado, esa ciudadela del progresismo: “Si queremos asegurar la justicia, la paz y el orden para todos los minesotenses, debemos hacer frente al racismo sistémico.”

Preguntas: ¿Cómo es que un estado dominado durante décadas por los progresistas del Partido Demócrata aparece impregnado por un “racismo sistémico”? ¿Cómo se explica el fracaso de los demócratas que gobiernan Minnesota desde hace tanto tiempo en la erradicación del racismo? ¿Por qué los progresistas no han logrado exorcizar el racismo allí donde gobiernan? ¿Es que hasta los buenos progresistas de Minnesota se han infectado con el virus?

Lo que hemos visto esta semana en Minneapolis es un fracaso del progresismo. Ni los dirigentes de la ciudad ni los del estado lograron persuadir a los manifestantes que dicen representar para que mantuvieran la calma. Y cuando estallaron las revueltas, los saqueos y los incendios, esa dirigencia se encontró moral y políticamente paralizada.

Las élites no acertaron a condenar al mismo tiempo la muerte de George Floyd y, con la misma vehemencia moral, a los elementos violentos y criminales que infiltraron las filas de los manifestantes. Y tampoco lograron concentrar a tiempo en la ciudad efectivos suficientes para asegurar el orden, ni convocar a la Guardia Nacional, ni declarar e imponer un toque de queda, ni emplear la fuerza necesaria para poner fin a las revueltas y los saqueos.

Como resultado de su incompetencia o cobardía, los encargados de custodiar la encantadora ciudad de Minneapolis permitieron que fuera violada en manada por una turba de delincuentes. ¿Cómo es que esos dirigentes no han presentado todavía sus renuncias?

Se han hecho comparaciones con la década de 1960. En el verano [boreal] de 1964, Lyndon B. Johnson firmó la ley de derechos civiles. En 1965, después de Selma, 1  se promulgó la ley de derecho al voto. De ahí en más se sucedieron los programas de la Gran Sociedad, 2 mientras LBJ declaraba en la Howard University que los Estados Unidos avanzaban desde la igualdad de oportunidades hacia la “igualdad de resultados”.

Sin embargo, en agosto de 1965 estalló Watts, la peor revuelta racial desde que Lincoln enviara las tropas de la Unión en 1863 para aplacar las revueltas contra el reclutamiento en Nueva York. Newark y Detroit sufrieron alzamientos de similar magnitud en 1987. En abril de 1968, tras el asesinato de Martin Luther King, varias ciudades norteamericanas fueron saqueadas e incendiadas, Washington entre ellas. La Comisión Kerner, designada por LBJ para investigar los episodios, sostuvo que la causa de las revueltas nacidas en la comunidad negra era en realidad el “racismo blanco”. Richard Nixon habló entonces por la mayoría silenciosa: Parece que culpan de las revueltas a todos, menos a los revoltosos.

También los liberales de esa época parecían moralmente inermes y políticamente paralizados a la hora de enfrentar a los elementos delictivos emergentes de comunidades minoritarias y votantes de los demócratas. Estas situaciones parecen producir invariablemente en los progresistas una parálisis en la que se culpa de los delitos a “unas pocas manzanas podridas” ocultas entre los “pacíficos manifestantes”.

Se cacarea mucho sobre la necesidad de “decirle la verdad al poder”. ¿Qué significa hoy esto? Por lo menos el reconocimiento de que así como la muerte de George Floyd fue una atrocidad que clama por justicia, lo mismo vale para la delincuencia rampante que estalló de inmediato.

Pero debido a la falta de condena para esa delincuencia, y a la parálisis de la dirigencia política de Minnesota, la comunidad negra de Minneapolis perdió centenares de negocios -algunos definitivamente– que les permitían afrontar las necesidades de una vida decente.

Los progresistas podrán identificar la expresión “ley y orden” con el racismo, pero sin ley y sin orden no hay justicia ni hay paz.


* Ex asesor de los presidentes Richard Nixon, Gerald Ford y Ronald Reagan, aspirante a la presidencia de los Estados Unidos en 1992 y 1996. Su último libro es Nixon’s White House wars: The battles that made and broke a president and divided America forever.

© Patrick J. Buchanan.
Versión castellana y notas © Gaucho Malo.

  1. Se refiere a una secuencia de tres marchas iniciadas en marzo de 1965 en Selma, Alabama, en protesta por la muerte de un activista negro y diácono baptista a manos de la policía; la primera fue duramente reprimida en lo que se recuerda como “domingo sangriento”. []
  2. Se llamó Gran Sociedad al plan del presidente demócrata Lyndon B. Johnson para erradicar la pobreza y la injusticia racial. []

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