En continuado

Gobierno peronista, distribucionismo, proteccionismo, desborde del gasto fiscal, emisión descontrolada, inflación, recesión, negativa oficial a aceptar la realidad, medidas económicas extravagantes, colapso final, devaluación, graves pérdidas patrimoniales para los sectores medios y bajos de la sociedad, caída de salarios y jubilaciones. Esta película se repite una y otra vez desde la década de 1950, como una cinta sin fin, en continuado, cada vez más rayada, más opaca, más incomprensible. Exhibe, también cíclicamente, entreactos radicales, con fallidos intentos de arreglar los desastres peronistas con las mismas recetas peronistas, y entreactos liberal(oid)es, con frustrados intentos de poner en marcha una economía capitalista en un país corporativo educado contra el capitalismo, donde nadie cree que es posible, preferible, vivir sin prebendas, dádivas y mamandurrias. Además, hay muchos que prosperan en este esquema de cosas y hacen lo posible, casi siempre invocando razones progresistas, para que siga funcionando, ya sea porque integran las mafias que se benefician de su acercamiento al poder político, ya sea porque le han tomado el pulso a estos corsi e ricorsi, y se llenan los bolsillos simplemente apostando al previsible fracaso que corona cada ciclo. La riqueza no se evapora: unos pocos se quedan con lo que muchos pierden; distribucionismo al revés.

La pentarquía que conduce la economía argentina (dicho esto con deliberada ironía) nos ha hecho saber esta semana que ingresamos en la etapa de adopción de medidas extravagantes, etapa que anticipa el colapso final. Esta vez las medidas han sido algo más que extravagantes: han ofrecido una vía de escape, una condonación de hecho, incluso incentivos, para atraer el dinero negro producto de operaciones ilegales –llámense coimas, narcotráfico, evasión impositiva, triangulaciones, sub y sobrefacturaciones, etc.– que aspira a ser blanqueado. El gobierno necesita divisas y las busca donde supone que están. No es claro todavía si las medidas tendrán algún grado de éxito, pero sí es seguro que en este momento muchos están analizando con lupa las características del misterioso CEDIN, porque si hay algo que tienen en común las medidas extravagantes de todas las épocas es que siempre han brindado una oportunidad a especuladores y prebendarios. Los grandes bonetes de la industria y de la construcción se apresuraron a festejarlas. En el mejor de los casos, ofrecerán algo de oxígeno al oficialismo y la hora de la verdad podrá demorarse, pero su llegada es inexorable. Y entonces todos seremos más pobres, más pobres que después del 2001, que después de 1989, que después de 1981, que después de 1975… mucho más pobres. Después de cada crisis hay gente más rica, pero el país se empobrece una y otra vez. Obsérvese que las crisis atraviesan gobiernos peronistas y gobiernos radicales, gobiernos civiles y gobiernos militares. El problema no es económico, sino social. La película es la misma porque la sociedad argentina se inclina siempre por los mismos actores, los mismos directores, los mismos guionistas. Busca los salvadores en las filas mismas de quienes desencadenan la catástrofe. Y después se lamenta por los resultados.

–S.G.

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2 opiniones en “En continuado”

  1. Sin duda, el problema, tal como usted lo afirma, es social, no económico (“Acá siempre hay plata, pero se la roban”, decían los viejos). Y es tradicional, nos remonta a nuestra matriz, que se reproduce con cada nacimiento (biológico, cultural o político, que es una instancia de la cultura) para volver a enclaustrarnos, una y otra vez, inexorablemente, dentro de una trama-trampa donde cambian algunos actores, pero la trampa es la misma. Cromañón era una trampa perfecta: no faltaba nada; si no se disparaba el primer día, se disparaba el segundo o el tercero. Se disparó el tercero, permitiendo, de esa manera, que la sensación de fiesta y liberación llegara a un climax. La Tragedia de Once era una trampa conocida y casi perfecta; y la trampa sigue armada… La Catástrofe de La Plata reveló que ciudad es una trampa hidráulica perfectamente armada por la desidia de sucesivos gobiernos, esta vez del mismo signo (Alak, nuestro brillante ministro de justicia, estuvo más de tres períodos como intendente). Como para desarmar la trampa hace falta coordinación y cooperación (algo difícil para nosotros habituados a ser secuaces de algún Jefe/a o a caer en el desinterés y la desidia), la trampa sigue intacta a la espera de otra oportunidad que la desencadene.
    Pero la serie de intervenciones del gobierno K desde 2003 es equivalente al armado progresivo de una trampa con retroalimentación. Y el armado está a punto de coronarse, así que… ¡a prepararse! Creo que la serie de sus artículos le van siguiendo los pasos al armado de la trampa K como pocos análisis.
    Y, si fuera por plata, bueno… ¡nunca hubo tanta plata como en los años pasados! Así que no es por plata… Es por otra cosa. Russell lo analizó mejor que muchos en su libro “Power: a new social concept” de 1937. En su desvarío (instaurar una nueva oligarquía – mafiosa, tal como viene afirmando usted – para apoderarse del país venciendo toda resistencia) pusieron en juego, no la dicotomía “amigo-enemigo”; no, entre ellos no hay amigos; Néstor y Cristina no los tuvieron ni los tiene Cristina; no, pusieron en juego la dicotomía “cómplice-enemigo”. Así, yo ví en 2007 el principio del fin cuando, al apoderarse del INDEC, nos propusieron (y aún lo hacen), con una caradurez orwelliana, que fuésemos todos cómplices de ellos; que hiciésemos “como si” sus mediciones fuesen veraces. Y ahora siguen haciendo lo mismo. No conocen la amistad, no pueden convencer. Por lo tanto, tienen que envilecer o, directamente, quebrar, vencer. Pero hay algo más, que me resulta muy preocupante: caerán, si, pero van a caer arrastrándonos, porque tienen la mentalidad del quiste, la mentalidad de la garrapata. (Gracias por su atención).

    1. Le agradezco su comentario, rico en ideas como siempre. Me gustaría subrayar en este caso la referencia a la búsqueda de complicidad por el envilecimiento. En el 2011 nadie podía alegar ignorancia sobre la naturaleza del kirchnerismo, y sin embargo un 54 por ciento de votantes lo respaldó en las urnas. Un televisor o un celular nuevos transmitían una falsa idea de prosperidad, estruendosamente falsa en tanto ninguno de los que compraban televisores o celulares podía acceder a una vivienda propia, ni siquiera a crédito si se hubiese ofrecido. Prefirieron ignorar esa realidad evidente a cambio de la reconfortante sensación de contar con unos billetitos de cotillón que apenas alcanzaban para gratificaciones menores. No le costó mucho al gobierno obtener la complicidad de una mayoría propensa al envilecimiento, y tan responsable como él de la caída inminente.

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