El crimen de Níjar

Más de medio siglo después de la tragedia hallan a los protagonistas reales de Bodas de sangre

Nota de archivoTraducción de una nota escrita por un corresponsal de Reuter en España. Siempre me gustó el resultado.

NÍJAR, España (Reuter) — Ha pasado ya más de medio siglo, pero el tiempo no logró curar las heridas de dos campesinos andaluces, cuyos trágicos esponsales dieron tema a las Bodas de sangre de Federico García Lorca.

Paquita Cañada y Casimiro Pérez iban a casarse el 22 de julio de 1928. En la noche de su boda, mientras los invitados celebraban en la hacienda de su padre, Paquita huyó con su primo Francisco Montes.

Los emboscaron antes de llegar a la cercana aldea de Níjar. Francisco fue brutalmente asesinado y Paquita quedó tendida en el camino, estrangulada a medias, con sus lujos nupciales desgarrados y manchados de sangre.

La historia se incorporó al folklore del meridión español. Los campesinos de Níjar todavía recitan el romance del “crimen de Níjar”, que inspiró a García Lorca para escribir Bodas de sangre en 1933.

El novio desdeñado, Casimiro, que tiene ahora 82 años, se casó mucho tiempo después. Paquita, descastada por la vergüenza que arrojó sobre su familia, se recluyó y solamente volvió a hablar con una sobrina que la cuida en una casa solitaria.

Sentado en su terraza del pequeño villorrio de San José, frente al mar, Casimiro responde las inoportunas preguntas de los curiosos con monosílabos apenas audibles.

No, no quiere hablar sobre la boda. No, nunca leyó la obra ni oyó hablar de García Lorca, quien se crió entre los campesinos de Andalucía y fue asesinado en Granada por los fascistas al estallar la Guerra Civil de 1936-39.

“Ya se ha dicho todo”, responde secamente el hombre antes de volver la cabeza.

“La ruina cayó sobre todos ellos”, dice una vieja en lutos de viuda. Sus palabras reverberan en la abandonada hacienda de El Fraile, la finca más próspera de la región en la época del casamiento de Paquita.

“La gente se vino hasta El Fraile desde kilómetros a la redonda”, recuerda el tío Joaquín, un abuelo de 90 años, de hablar pausado, cuyos mortecinos ojos azules apenas si le permiten ver.

“Se mataron dos corderos para alimentar a los invitados, y las mujeres prepararon confites y almendras dulces y avellanas tostadas”, dice. “Las mesas estaban cubiertas de azahares, y de los sótanos trajeron el vino y el anís”.

Otro invitado a la boda, Lolo González, recuerda: “Paquita era francamente fea. Renqueaba y tenía los dientes para afuera, pero por eso mismo su padre le había asignado una dote que era envidia de toda muchacha de la parroquia”.

Joaquín dice que la pareja tuvo mala estrella desde el principio.

“El problema era que Paquita no estaba enamorada de Casimiro”, explica. “La boda fue concertada por su hermana mayor, Carmen, quien convenció a su cuñado de que debía casarse con Paquita para mantener en la familia las tierras de su dote”.

“Ya era pasada la medianoche cuando se vio que la novia había desaparecido”, dice el viejo. “La fiesta se alborotó, pero quienes sabían del amor de Paquita por su primo no dudaron de lo que había ocurrido”.

La leyenda asegura que fueron Carmen y su marido los que sorprendieron a los jóvenes amantes en su fuga. El esposo de Carmen fue a la cárcel por el crimen, aunque nunca confesó haberlo cometido.

La familia de Paquita abandonó El Fraile debido al escándalo. La otrora espléndida finca fue saqueada por los anarquistas durante la guerra civil y ahora yace en ruinas.

Pero por las rajaduras de las ventanas tapiadas puede verse una gran mesa de roble cubierta por un raído mantel, que probablemente sea el mismo usado para la fatal fiesta de bodas.

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