Dos balcones

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¡Ah, cómo necesitábamos esto! Desde el balcón de San Pedro, la mirada del cardenal argentino Jorge Mario Bergoglio, el papa Francisco, uno de nosotros, nos eleva y nos dignifica, nos recuerda que alguien que se crió, se educó y desarrolló su actividad en la Argentina está en condiciones de ocupar una de las posiciones de liderazgo –liderazgo espiritual, pero también ético y político– más encumbradas del mundo. Nos lo recuerda a nosotros, sus compatriotas, degradados, humillados, reducidos a la indignidad y sometidos a la vergüenza por la otra mirada, la que recibimos desde hace demasiado tiempo desde el balcón de la Casa Rosada, y que nosotros mismos, con nuestra desidia, nuestra torpeza, nuestra indiferencia, colocamos allí. Se nos dice que los dirigentes se parecen a sus representados, y terminamos convencidos de que somos lo que vemos en ese balcón cercano: prepotentes, mentirosos, ignorantes, chabacanos, resentidos, vengativos, soberbios. Corruptos. Siempre supimos que teníamos ese costado, pero pensábamos que eran acotadas debilidades humanas, y en todo caso nunca permitimos que ese costado predominara y se impusiera sobre el resto. Hasta que bajamos los brazos, y nos dejamos insultar y atropellar, y terminamos por creer que no éramos más que basura, y que en definitiva nos merecíamos el insulto y el atropello. Ahora, desde el balcón lejano, la mirada de Francisco nos desmiente esa convicción malsana. Nos devuelve el respeto por nosotros mismos, nos recuerda que la dignidad, e incluso la grandeza, no nos están negadas a quienes, como él, aquí estudiamos y trabajamos, viajamos en colectivo, sufrimos o gozamos con el club de nuestros amores, tomamos mate y cuidamos de nuestros amigos. Pero la mirada de Francisco también nos interpela, nos exige, nos muestra que, contra lo que a la incultura dominante le gusta hacer creer, no todos los caminos conducen a Roma. Nos advierte que por el contrario, hay un solo camino: el de la seriedad, la decencia, el esfuerzo, el trabajo, la humildad y la perseverancia. El camino que el nombre mismo de Francisco, el pobrecito de Asís, señala e ilumina. Tenemos ahora dos balcones a la vista. Desde uno se nos arroja una catarata interminable de palabrerío falaz que busca confundirnos, atemorizarnos, someternos. Desde el otro, se nos propone el silencio y la mirada interior. (El momento más intenso del sencillo saludo papal fue su llamado al silencio y la oración, y la manera sobrecogedora como la plaza colmada respondió a ese reclamo). Afortunadamente, tenemos ahora dos balcones a la vista: uno nos muestra nuestro peor costado, nuestros vicios, nuestras claudicaciones; pero el otro, el que se abrió el 13 de marzo, nos muestra el perfil de nuestras mejores ambiciones, el de esa Argentina secreta, ausente de la vida pública y de la vida publicada, el que nos legaron nuestros abuelos, en el que creyeron y descreyeron nuestros padres, y que nosotros ya dábamos por desaparecido. ¡Cómo necesitábamos esto! ¡Cómo necesitabamos esta visibilidad de la Argentina invisible! ¡Cómo necesitábamos esta mirada dignificadora! ¡Cómo necesitábamos esta sensación de pertenencia, de sentir que todos compartimos algo con el nuevo Papa, y que él lo comparte con nosotros! Esta llegada de uno de los nuestros a la eminente cátedra de Pedro ha sido tal vez providencial, tal vez un anticipo del milagro capaz de devolver a nuestro país la salud que la razón no alcanza todavía a vislumbrar. Ahora es el momento de ayudar al milagro. Ahora es nuestro turno.

–Santiago González

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7 opiniones en “Dos balcones”

  1. ¡Qué sensación de esperanza y regocijo interior leer esta nota! Deseo que sus palabras precedan a los hechos que esperamos (confiamos!) vendrán. Esta vez como nunca “a Dios gracias” un ejemplo para enseñar a nuestros hijos el camino a tomar, lejos de los que nos muestra el balcón de casa del que, no sin pesar, algunos decidimos alejarnos, cansados ya del basureo y el abuso de poder por sobre nuestras libertades y derechos. Toda mi esperanza puesta en esta nueva era…

    1. Una y otra vez Dios nos hace notar que es argentino, y nosotros no nos damos cuenta… Ya hizo su parte, ahora nos toca hacer la nuestra. Gracias por su visita.

  2. Argentina se va a hacer conocer como nunca antes; al menos desde la finalización de la última guerra mundial.
    Y desde un ángulo inesperado y amplificador. Algunos – muchos quizá – sentimos que es un motivo auspicioso como ningún otro que hubiésemos podido imaginar… Tal es, me parece, el significado de su análisis. Me cuento entre los que no necesitan ser creyentes para reconocer una especie de providencialidad en el sorprendente hecho, la irrupción de una novedad histórica de muy fuerte resonancia. La élite K intenta establecer un régimen no republicano, sino a su medida, motivo por el cual han reaccionado haciendo sonar las alarmas: toda la m… tierra que están tratando de depositar encima del cardenal tiene la dinámica del boomerang: retorna sobre los impulsores. Claro, deben tener en cuenta que el hombre – ¡uno de nosotros, cosa que el cardenal no disimula! – llegó de golpe muy alto y muy lejos! La presidente (ta) viene haciendo grandes esfuerzos para ser reconocida como una estadista con nivel mundial (un “modelo”), y no la reconocen como tal ni sus vecinos. Y Bergoglio – con méritos explícitamente reconocidos por sus pares y por sus vecinos de Bs. As. -, se eleva en minutos al rol de Papa de la cristiandad! ¡Qué envidia! ¡Y qué temor! ¿Cómo olvidar que K. Wojtyla, con pocos gestos y pocos discursos, terminó de desestabilizar al régimen (corrupto) de la Polonia pro-soviética? No es el mismo caso; pero algo de aquello se huele en el aire… ¡Al fin, la oposición está neutralizada!…¿Puede ser?

    1. Creo que no es arriesgada la comparación con el efecto que el ascenso de Wojtyla al papado tuvo sobre Polonia, su país natal. No sólo vigorizó la autoestima de los polacos, que ya habían comenzado a desafiar al autoritarismo comunista saliendo a las calles detrás de las banderas gremiales de Solidaridad, sino que pulverizó el relato, el discurso único, los mensajes uniformes y en cadena, la “militancia” y toda la parafernalia de los sistemas totalitarios. Bastó la peregrinación de Juan Pablo II, y la visión de su sotana blanca volando al viento en el santuario de la virgen de Czestochowa, para que los polacos recuperaran la confianza en sí mismos, la fe, la alegría, y la determinación de vivir en libertad. La retórica del régimen fue desde ese momento impotente. En algún momento, más temprano que tarde, Francisco vendrá a Luján…

      1. En efecto, usted nos recuerda los pasos – los momentos – que se dieron en aquella gesta incruenta donde el “aura” de Wojtyla brilló tanto… Nos viene muy bien recordar esos pasos.
        Hay una frase en mi texto que quizás no se entienda: quise decir que “la oposición (interna) está neutralizada por las iniciativas (siempre tramposas: con apariencia de renovación) del gobierno”… Por consiguiente, para destrabar la situación hace falta una fuerza externa pero con incidencia en el país. Por el hecho de haberse proyectado el obispo de Bs. As. a semejante rol – que atraviesa fronteras de toda clase – genera ondas que ya están produciendo impactos difíciles de controlar por aquellos que aspiran a controlarlo todo.
        Gracias.

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