Disyuntivas electorales

Estas son las elecciones con mayor grado de incertidumbre desde la recuperación de la democracia, nada es lo que parece, y cualquier cosa puede pasar. Esto ocurre porque las tres siglas políticas que cuentan con mayor respaldo del electorado se ubican del centro a la derecha y son a la vez iguales y distintas. Del centro a la izquierda, el panorama es tan claro como intrascendente: está la extrema izquierda de Nicolás del Caño y la centroizquierda de Margarita Stolbizer. Estos candidatos son lo que dicen que son, y ofrecen opciones muy convenientes para las personas políticamente correctas: pueden votarlos con tranquilidad de conciencia, con fidelidad a sus convicciones y sin sentirse responsables por nada, ya que ninguno de los dos tiene la menor posibilidad de llegar a la presidencia.

En cambio, cualquiera de los tres centroderechistas podría recibir el mandato de gobernar la Argentina durante los próximos cuatro años. En este campo, ninguno de los dos favoritos –Daniel Scioli y Mauricio Macri– es quien dice ser aunque todo el mundo sabe quién es quién, de modo que la campaña se desarrolla aquí sobre una serie de sobreentendidos con alto riesgo de convertirse en malentendidos. Por ejemplo, se supone que Scioli es el continuador del modelo de Néstor y Cristina, cuando todo el mundo sabe que piensa de otra manera, más cercana a la de su mentor Carlos Menem; se supone que Macri es el adalid del liberalismo, la república y el mercado, cuando su acción de gobierno en la ciudad fue lo más parecido al kirchnerismo fuera del kirchnerismo, con la misma  distancia entre el relato y la realidad. En el fondo, tanto Scioli como Macri son desarrollistas, uno con más acento en el estado que el otro, y populistas, uno con más descaro que el otro; ambos dirigentes tienen un apego relativo a las formas republicanas, y ambos tienen un corazón tierno a la hora de favorecer a los amigos desde el estado. No hay supuestos, en cambio, respecto de Sergio Massa. Él ha sido el más concreto de los tres a la hora de plantear propuestas, el que mejor desempeño tuvo, de lejos, en el debate que mantuvieron todos los candidatos menos Scioli, el que nunca eludió una pregunta ni la resolvió apelando a vaguedades ideológicas, el que no tuvo miedo a exponer proyectos políticamente incorrectos, especialmente en materia de inseguridad, de narcotráfico y de corrupción pero que la mayoría reconoce como imprescindibles. Es cierto que Massa carga con una mochila más liviana que sus rivales: la intendencia de Tigre o el ANSES no son lo mismo que la principal provincia argentina o la principal ciudad argentina. Pero no han aparecido hasta ahora manchas en su foja (y no porque no se las haya buscado). Tanto Scioli como Macri hacen referencias continuas al nombre de Perón, pero sólo como estrategia proselitista (Macri aclara que se refiere al “último Perón”). Massa, raras veces, si alguna, ha invocado los nombres de Perón o Evita en su campaña, aunque él es el candidato auténticamente peronista, como lo atestigua la compañía de Roberto Lavagna y José de la Sota. El massismo ha sufrido un intenso drenaje de tránsfugas, que le ha permitido desembarazarse de indeseables (siempre que no los reciba de vuelta, como hace el kirchernismo).

Como se dijo al principio, los tres candidatos principales son distintos, pero parecidos, lo que explica la incertidumbre preelectoral. El establishment, esa comunidad de negocios que en la Argentina prospera al calor de los vínculos con el estado, inventó a Massa, coqueteó con Macri, y finalmente se quedó con Scioli, seguramente por considerar que le brinda las mejores garantías. Scioli cuenta ahora con el apoyo del establishment y del aparato de propaganda oficial, encabezado por la presidente que, como impensada Sherezada, todas las noches nos cuenta una historia por cadena, esforzándose por sostener un relato cada vez más deshilachado. Macri y Massa, entonces, deben luchar contra el oficialismo y contra el establishment, y deben competir entre sí, para asegurarse un lugar en el ballotage. No es algo sencillo.

El electorado tampoco la tiene fácil. Las buenas conciencias, como dijimos, tienen una opción, lo mismo que los kirchneristas militantes. Pero los que buscan contribuir con su voto a cambiar el rumbo de las cosas se encuentran frente a una disyuntiva: los intransigentes en su búsqueda de una alternativa republicana no tienen más remedio que creer en lo que dice Macri y votarlo, aún corriendo el riesgo de que todo quede como está porque Macri, según las encuestas, no le ganaría a Scioli en un eventual ballotage; los que piensen que lo más importante es sacar al kirchnerismo de la escena deberían entonces votar por Massa, aún corriendo el riesgo de tener que soportar un nuevo mandato peronista, en cuyo auxilio acudirían no pocos kirchneristas. Pero el intríngulis no se agota allí. Si Scioli se convierte en el próximo presidente, el kirchnerismo se adjudicará la victoria y se sentirá con fuerzas como para activar todas las trampas que está sembrando en el aparato del estado y condicionar su gobierno hasta orientarlo a gusto o volverlo inoperante. Si Macri se convierte en el próximo presidente, el kirchnerismo también se dedicará a torpedear la gestión pero desde un relato opositor y reivindicativo que lo convierta en alternativa para su regreso en el 2019. El kirchnerismo sólo podrá ser extinguido definitivamente si se lo derrota desde el peronismo, porque esa derrota aniquilaría su relato y sus banderas. Ese escenario sólo lo asegura un ballotage Scioli-Massa. Toda la elección quedará reducida entonces a una interna peronista, algo repugnante para las convicciones republicanas pero tal vez todo lo que permite nuestra democracia en el estado en que se encuentra.

–Santiago González

 

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3 opiniones en “Disyuntivas electorales”

  1. Disiento con Ud. esta vez, desde la ciudadanía no creo que nadie compre que Massa no es kircherismo ni compre que ahora hará lo que no hizo como parte del Gobierno… los ejemplos abundan. Esta rivalidad Massa/Scioli ha sido convenientemente implantada para que gane quien gane, el resultado sea que se respeten los intereses de los que hoy gobiernan, sea a la luz o desde las sombras. Eliminados Carrió y Sánz de cualquier ecuación posible, el resultado sólo puede ser negativo con mayor o menor grado de catástrofe.

    1. No es mi intención promover o defender a Massa, sino describir el estado de cosas. Scioli es apoyado por el gobierno y el establishment (hoy La Nación tuvo que cambiar la portada de su sitio, en la que Scioli ocupa habitualmente lugar privilegiado, por presión de las redes sociales). Macri, en vez de marcar sus diferencias acentúa las semejanzas (hoy inauguró un monumento a Perón junto al golpista Duhalde). El único que puede hacer peligrar un triunfo de Scioli es Massa, aunque después resulte igual o peor que él.

      1. Las actitudes de Macri son vergonzosas..y presentarse junto a ese personaje me catapultaría de inmediato a negarle mi voto…lo cual me lleva a reafirmar que sólo nos queda perder en mayor o menor medida.

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